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Análisis

El exocet de Cristina contra Alberto y una pelea brutal que va más allá de la elección

El Presidente y la vicepresidenta, en diciembre pasado. Volvían a verse después de 67 días sin hablarse.

Diego Genoud

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Dejó las cartas y las frases que venía encadenando desde hace un año y medio para pasar a la acción con un golpe directo al corazón del esquema de poder que diseñó Alberto Fernández. Cristina Fernández de Kirchner, la gran electora del Presidente, le dio un ultimátum con la renuncia impostada de los funcionarios que le responden de manera directa y le hizo un daño adicional a la autoridad presidencial. Semejante exocet, que trastoca la crisis política en crisis institucional, solo puede ser producto de la impotencia en un doble sentido: primero y más reciente, la derrota aplastante en las PASO del último domingo. Después, la realidad adversa que el gobierno nacional no logra revertir en la práctica y contrasta con el permanente ejercicio de nostalgia de una Cristina que evoca la felicidad perdida en cada una de sus apariciones. Finalmente, la incapacidad de la vicepresidenta para lograr que el Presidente actúe según su voluntad, la resistencia de un Alberto que no tiene quién lo sostenga y la imposibilidad de los dos para hacer funcionar en el gobierno lo que en aquella campaña lejana de 2019 asomó como una sociedad exitosa.

La renuncia de Eduardo De Pedro, Luana Volnovich, Fernanda Raverta y el resto de los funcionarios alineados con el kirchnerismo fue la reacción fulminante de la vicepresidenta ante la negativa de Fernández a hacer los cambios en el gabinete que le venían reclamando desde hace más de un año. Al lado de Cristina esperaban que el lunes, Alberto convocara a todos sus ministros para pedirles la renuncia y empezar una nueva etapa. Pero el Presidente hizo desde ese día -y una vez más- todo lo contrario: llegó a la Casa Rosada en el helicóptero presidencial con Fabiola Yañez y los ratificó en sus cargos. Cerca de la vicepresidenta fantaseaban incluso con un viaje de los dos a El Calafate para definir los nombres de un nuevo gabinete, una modalidad del tiempo en que vivía Néstor Kirchner. 

“Perdimos un partido 5 a 1 y este muchacho no reacciona”, dicen en el entorno de CFK en referencia a Fernández. La reacción de la que se habla no se restringe a las medidas económicas que el gobierno piensa anunciar esta misma semana a manera de paliativos ante la profunda crisis social. Desde el cristinismo se reclama un cambio de elenco ministerial que funcione como nueva plataforma para iniciar el nuevo ciclo y se exige la salida de Santiago Cafiero y Martín Guzmán. En el caso del primero, la demanda es la misma que antes del cierre de listas pero con una diferencia no menor, la paliza electoral del último domingo. En el caso del segundo, las presiones surgieron como producto de una derrota que se atribuye sobre todo a los indicadores económicos y la caída fenomenal del poder adquisitivo que acumula casi cuatro años. Cristina, que había respaldado a Guzmán durante todo el proceso de reestructuración de la deuda, se enfrentó al ministro a principios de año cuando quiso reducir los subsidios energéticos. Las diferencias llevaron a Juan Grabois a decir en más de una oportunidad que al ministro “le falta calle”. Sin embargo, ahora desde el Instituto Patria afirman que la vice no quiere la renuncia del economista que tiene pendiente la renegociación con el Fondo.

La presión del cristinismo para que Fernández entregue a sus ministros da cuenta de la urgencia que se vive en el entorno de la vicepresidenta. El cristinismo advierte que perdió bastante más que una elección el domingo pasado: la debacle en todo el país, incluida la provincia que gobierna Axel Kicillof, le acorta los tiempos y presagia un futuro que puede parecerse demasiado al que ya le tocó vivir entre 2016 y 2018, cuando el ex Frente para la Victoria estaba arrinconado por la ofensiva de Comodoro Py y había quedado en los márgenes del sistema político. Aunque hasta el domingo pasado se hablaba de la unidad como un bien de lo más preciado, las PASO parecen haber forzado un cambio de chip y la sobreactuación de ayer dio paso a la brutalidad de hoy. Ahora la pelea es por la supervivencia política y solo los votos que faltan pueden darle al cristinismo el músculo que viene perdiendo con el Frente de Todos. 

Entre el PJ del conurbano bonaerense, prima, por ahora, la dispersión. Uno de los intendentes de la primera sección electoral, le dijo a elDiarioAR que no había habido comunicación entre ellos en las últimas horas. “Hay que mantener la tranquilidad. Es una puja de posicionamiento. Hay que dejar que fluya la decisión de los de arriba, que son los que están tensando. Pero el escenario es difícil”.

-¿Qué respaldo tiene Alberto?

-Depende. Todo si hace alguna modificación. Ninguno si deja todo igual.

Las palabras coinciden con la liga de intendentes que responde a Cristina y tiene su base en la tercera sección electoral, donde Martin Insarurralde figura como el jefe comunal más cercano a Máximo Kirchner. En el sur del Gran Buenos Aires, solo Fernando Gray, de Esteban Echeverria, se enfrentó a La Cámpora y ganó en su distrito aunque su victoria se dio en el marco general de pérdida de votos en la provincia de Buenos Aires. Por lo demás, los ministros Gabriel Katopodis, Juan Zabaleta y los dirigentes que en su momento acompañaron a Florencio Randazzo en la provincia están alineados sin fisuras con el Presidente. Fernández tiene a los gobernadores y al sindicalismo peronista como parte de sus apoyos, pero nadie sabe hasta qué punto pueden salir a jugar abiertamente en defensa del jefe de Estado. 

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