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Lo que dejó el segundo debate

Con Milei opacado, Bullrich y Massa afilaron puntería en un debate cargado de chicanas

Los candidatos en la Universidad de Buenos Aires

Mauricio Caminos

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“No me dejen solo”. Javier Milei miró los atriles vacíos de sus competidores y buscó complicidad con los moderadores. Hacía al menos un minuto había subido en soledad al escenario del segundo debate presidencial en el salón de actos de la Facultad de Derecho de la UBA y sus contrincantes no aparecían. Rápido, cambió la sonrisa y la mirada con el mentón arriba por un gesto de preocupación: no parecía estar cómodo en su lugar; no cruzaba pulgares arriba ni saludaba –como en el primer corte– a su equipo en el auditorio, entre ellos su vice Victoria Villarruel y su hermana Karina. Recién al filo de que el segundo corte de la transmisión terminaran saltaron a escena, juntos en fila, Sergio Massa, Patricia Bullrich y Myriam Bregman. Al final apareció Juan Schiaretti, que apenas tenía que caminar unos pasos después del telón de fondo para ubicarse en el primer atril.

El momento de zozobra de Milei fue una metáfora de lo que dejó el segundo round de discusión cara a cara entre los presidenciables. Un debate cargado de chicanas y golpes bajos, con apenas algunas propuestas electorales entre los cinco candidatos. La lógica que predominó fue la de dejar en evidencia al contrincante, más que demostrar las virtudes propias.

Milei estuvo deslucido, con un guión muy estructurado para intervenciones que abundaron en cuestiones técnicas. Quizás sabiéndose primero en las urnas, desde su teoría anarcolibertaria, evitó definir los cómo de sus propuestas. Pisó en falso cuando reveló que si llega al gobierno quitará a la Argentina del acuerdo de París sobre cambio climático.

Bullrich mejoró su performance sobre el debate de Santiago del Estero –lo reconocieron hasta dirigentes del oficialismo–, pero no fue convincente en mostrar con qué puede llegar al balotaje que ansía contra La Libertad Avanza. Otra vez la salud le jugó en contra: tras la faringitis de hace una semana, esta vez tuvo que ser atendida por el SAME apenas terminó el debate por una irritación en los ojos.

Y Massa se mostró aplomado, calibrando cada una de sus palabras, pero no consiguió levantar la épica que parece necesitar el oficialismo. Sufrió el sinfín de estocadas opositoras: le achacaron desde el escándalo de Martín Insaurralde hasta los bolsos de José López del 2016. Le marcaron todas las costillas del kirchnerismo y siempre prefirió salir con un contragolpe, pese a que había prometido en el primer minuto: “No vengo con chicanas ni a pelear”.

Muy lejos en la pelea electoral, Schiaretti evitó ahora hablar de Córdoba. Apenas mencionó dos o tres veces su provincia, luego de que en el primer debate lograra ser trending topic por su insistencia con el terruño. Tampoco Bregman generó el golpe de efecto del primer debate: ya se conocían sus cartas de verborragia filosa, pero sí le tomó el punto a Milei.

Si bien había logrado mantener la calma la mayor parte del debate, el libertario se prendió contra la diputada del Frente de Izquierda en un ida y vuelta en el eje de Trabajo y Producción que en su entorno consideraron “innecesario”. Él salió primero en las PASO, ella fue la última en meterse en la primera vuelta. “¿Me das los diez segundos que me robó?”, le pidió la escupidera Milei a la moderadora Mariana Verón cuando Bregman lo interrumpió desde afuera del micrófono con “qué gracioso que estás”. Al inicio la legisladora le había sacado una sonrisa socarrona, cuando le endilgó ser “la vieja derecha, pero un poco despeinada”.

Primer round, de Israel a Seguridad y Trabajo

Los candidatos se pararon ante unos 200 invitados, 40 por cada fuerza electoral. La disposición de las butacas dio datos de color, como que el grueso de La Libertad Avanza se ubicó a la izquierda del escenario y el peronismo y el trotkismo, a la derecha. Hubo situaciones curiosas: Florencio Randazzo, segundo de Schiaretti, se sentó a una silla de Villarruel y Karina Milei. Y Federico Pinedo, potencial canciller de Bullrich, se encontró rodeado de oficialistas, como la ministra Victoria Tolosa Paz. En dos líneas de butacas se mezclaron gobernadores salientes y electos de colores opuestos, como los puntanos Alberto Rodríguez Saá y Claudio Poggi, o los sanjuaninos Sergio Uñac y Marcelo Orrego.

Sin el eje de Relaciones Exteriores en agenda –además de Trabajo, los bloques versaron sobre Seguridad y Desarrollo Humano, Vivienda y Protección del Ambiente– los candidatos aprovecharon el arranque de sus participaciones para condenar el cruento ataque terrorista de Hamas en Israel. Por falta de consenso no hubo un minuto de silencio: se negó Bregman.

Bullrich fue la primera en tomar la posta en Seguridad, el primer eje. Buscó mostrar su expertise en el área y golpear a Massa y Milei. “Liberan presos”, acusó al ministro-candidato. “Quiere liberar las armas”, le endilgó al libertario. “Señora Bullrich, lamento que mienta”, le contestó el candidato de LLA, que siempre usó el latiguillo de tratarla de “señora”. Acotó que su única intención es “acatar” la actual ley de portación de armas. “¿Quiere que esto sea una dictadura?”, desafió a la candidata de Juntos por el Cambio. Ella en su réplica lo acusó de fomentar “la venta de órganos”.

La ex ministra también intentó golpeó duro a Massa, que propuso “un FBI argentino”, con base simbólica en Rosario por la crisis que enfrenta con el narcotráfico. Bullrich le recordó el escándalo Insaurralde y también mencionó al destituido fiscal Claudio Scapolan. “Nunca le pediste la renuncia a Milman”, le reprochó el ministro-candidato sobre el diputado y asesor de Bullrich investigado en el marco de la causa por el intento de magnicidio a Cristina Fernández Kirchner. Massa tuvo la astucia de meter el dedo en la llaga en el instante final de su intervención, sin dejar a la candidata que apriete el botón de réplica. En el auditorio hubo un coro de sorpresa.

En el segundo eje el blanco fue Massa, a quien le tocó abrir la discusión. “Es un fetiche. Tiene las reservas en menos 10, como en el Chinchón”, le apuntó Schiaretti. “Se olvida del capital. Si quiere hacer pozos con una palita de la playa le va a ir mal”, buscó incomodarlo Milei. “Más que agarrar la papa caliente nos dejaste hecho puré”, lo acusó Bullrich, que también denunció a Matías Tombolini (“Tongolini”), secretario de Comercio, en su uso del (SIRA) Sistema de Importaciones de la República Argentina.

Massa intentó salir con los pies para adelante: “Parecen todos paracaidistas suecos. Me hice cargo de la emergencia cuando muchos agitaban el helicóptero”, aseguró. Hizo su propia escena cuando se metió en el cruce entre Milei y Bregman: “Javier, hasta acá llegaste. Dejá de agredir a las mujeres”, le espetó, con un silbido de fondo que se escuchó en las gradas. Su gesto sonó impostado.

Entonces fue cuando los moderadores fueron al primer corte. Bullrich intentó armar un aplauso hacia los periodistas y terminó chocando sus manos contra el micrófono. El llamado a boxes despertó las primeras lecturas, con cada tribu tirando para su lado. “Mejoró respecto de Santiago. Tenía toda la presión encima. Hoy era plata o mierda”, dijo un dirigente de peso que la vio a Bullrich durante el día. “Milei tuvo buenos punch lines”, compartió un cabeza de lista legislativa libertario. “Sergio fue el más equilibrado”, sostuvo un entornista de Massa.

Segundo round y final

“Yo no entendí nada, lo sacó de Yahoo respuestas”, comentó con ironía Bregman luego de que Milei hiciera una intervención apagada sobre el último eje temático. El libertario le devolvió una sonrisa: a su turno, se cuidó con las palabras y terminó haciendo propuestas vagas sobre salud y educación. Inteligentemente evitó mencionar su polémica política de privatización escolar a través de los vouchers. Ninguno de sus contrincantes lo contraatacó ahí.

“Milei le decís ‘mogólico’ al que piensa distinto que vos; insultas a católicos y judíos, a la longevidad le decís ‘viejos meados’”, saltó Bullrich, mostrando una catarata de golpes bajos que parecían tapar los arranques cortados de sus intervenciones o su uso, a veces, poco impreciso del léxico. “Ser vulgar o hablar canyengue no te va a hacer más popular”, la cortó Massa en un momento del final del debate, luego de que la candidata de JxC lo toreó en referencia a la política de PreViaje: “Dejate de joder con los plancitos”.

Aunque fue tema votado por la ciudadanía, las promesas sobre el medio ambiente brillaron por su ausencia. Solo Bregman levantó el punto y exigió “ley de humedales ya”, por la iniciativa legislativa que quedó cajoneada en el Congreso por el desacuerdo entre el oficialismo y la oposición. Milei quedó expuesto sobre ese tema cuando Schiaretti le preguntó en la ronda de preguntas sobre si en un potencial gobierno libertario Argentina iba a retirar su apoyo del Acuerdo de París y la llamada agenda de políticas globales 2030: “No adherimos al marxismo cultural”.

Fue el punto sobresaliente del tramo de cruces de todos contra todos, que otra vez metió a los candidatos en el barro. “Te olvidaste de mí”, lo acusó Bregman a Massa por su promesa de armar un gobierno de unidad y de “armarle las listas a Milei”, mientras el ministro respondía con su índice izquierdo “nooo”. “Cambiaste tu pasado de montonera asesina”, le dijo en la cara el libertario a Bullrich para reclamar para sí también la posibilidad de cambiar y asociarse con Luis Barrionuevo y denunció que Carlos Melconian, su potencial ministro de Economía, se reunió con Massa. El auditorio estalló en risas cuando el tigrense y Schiaretti discutieron sobre la posibilidad de que Córdoba sea subsede de la inauguración del mundial de fútbol 2030.

En los cierres de un minuto, cada candidato hizo su acting de rigor. Bregman levantó su puño izquierdo con su grupo de invitados haciéndole eco. Milei se refirió al debate como una “pantomima irritante” para cuestionar “a la casta”. Bullrich leyó completamente su discurso para no equivocarse. Schiaretti usó el latiguillo del “interior profundo” contra el AMBA. Y Massa buscó en vano la épica que no tuvo la campaña de Unión por la Patria. En los 60 segundos finales, cada uno sintetizó lo que fue su larga campaña electoral, que terminará en 15 días con el llamado a las urnas.

MC/DTC

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