Plantado como jefe del PRO, Macri pone condiciones al acuerdo con el FMI
Mauricio Macri reafirmó en dos actos su papel de conductor. El primero fue palaciego y teatral. La tropa amarilla adujo indignación cuando Alberto Fernández castigó a su antecesor por haber tomado un préstamo suicida con el FMI. Si bien fue una crítica habitual y previsible en la retórica frentetodista, los diputados y senadores del PRO abandonaron el Congreso como si nunca antes la hubiesen escuchado. Se retiraron en defensa del buen nombre del líder. Horacio Rodríguez Larreta fue uno de los dirigentes que también se fue del hemiciclo.
Cuatro horas más tarde, ese mismo martes 1ª de marzo, las principales figuras del macrismo visitaron al fundador del PRO. Se movilizaron hasta el caserón de Macri en Acassuso. El anfitrión recibió al alcalde Rodríguez Larreta y a la jefa partidaria Patricia Bullrich, más los diputados Cristian Ritondo, María Eugenia Vidal, Diego Santilli, Gerardo Milman, Álvaro González, Omar de Marchi, Federico Angelini, Luciano Laspina y el senador Humberto Schiavoni. Sin cargo no banca en el Congreso, también participó el exministro de Economía Vidal, Hernán Lacunza. En los sueños presidenciales de Rodríguez Larreta, jaqueados ferozmente desde la UCR y el bullrichismo, Lacunza es el elegido del alcalde para manejar la economía argentina. El ex director del Banco Central, Guido Sandleris, se sumó vía Zoom.
El scrum amarillo se realizó desde las 17 a las 19. Primero expuso Laspina sobre los pormenores e implicancias del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Después, Lacunza. Y al final se hizo una ronda de análisis político en la casa de Macri. El egresado del cardenal Newman les ofreció una opción de máxima austeridad: agua fresca. “Llegó el ajuste”, ironizó un diputado por lo bajo. Para compensar semejante nivel de ascetismo, Macri tuvo un gesto poco habitual. Les sirvió personalmente los vasos de agua.
¿Cuál fue el consenso alcanzado en la cúpula PRO? El principal punto de coincidencia fue que el arreglo con el FMI es demasiado liviano y que sólo apunta a que el oficialismo gane tiempo hasta después de las elecciones presidenciales de 2023. “Las reformas quedan para el próximo gobierno. Nada de lo negociado va a generar inversiones, trabajo ni racionalidad en el sistema previsional”, se queja uno de los invitados macristas.
Se trata del malestar ideológico inverso que el acuerdo le genera a Máximo Kirchner. Si al jefe de La Cámpora lo pautado entre Martín Guzmán y el Fondo le parece un ajuste inaceptable, a Macri le resulta insuficiente.
“El acuerdo es pésimo y deja una bomba de tiempo”, afirmó Macri ante los suyos, según reconstruyen dos dirigentes presentes en el mitin de Acassuso. El expresidente aprovechó el encuentro para reivindicarse a sí mismo. “Ahora queda claro que tendríamos que haber defendido más nuestra gestión. Porque ir al Fondo es lo único que podés hacer cuando tenés cerrado el mercado de capitales”, opinó el fundador del PRO.
Para Macri, los discursos circulantes en favor de la estabilidad macroeconómica funcionan como una suerte de homenaje en vida a su prédica. El expresidente tiene el amor propio renovado, frente al encadenado de traspiés que sufre el gobierno. “Se convirtió en Charles De Gaulle”, exagera un diputado. “Ahora todos volvieron a hacer macrismo, cuando hasta 2020 era mala palabra. Aún sin buscarlo, Mauricio volvió a tener centralidad”, chapea un dirigente leal a Macri.
Respecto al comportamiento concretísimo que adoptará el PRO en el Congreso, todavía no existe una definición unificada. Faltan instancias de rosca y fricción dentro de Juntos por el Cambio. Pero mientras los lilitos y gran parte de la UCR anticipa su voluntad de avalar el arreglo con el FMI, los macristas muestran los dientes. Desafían al gobierno y a sus socios cambiemitas. Incluso Rodríguez Larreta acompaña esa radicalización en silencio y por inercia. Patrcia Bullrich insiste en que el PRO no debería acompañar ni ser funcional a la aprobación, en caso de que el Frente de Todos vote dividido en el Congreso. El núcleo amarillo considera que sus pecados, si es que los cometió, ya fueron expiados.
La cita en la meca macrista estaba pautada desde el sábado. No se convocó en reacción al cruce parlamentario del martes, entre los legisladores del PRO y Alberto Fernández. El sábado 26 de febrero, Macri ya había mostrado sus ansias de protagonismo. El ingeniero se reunió en sus oficinas de Olivos, ubicadas a tres cuadras de la quinta presidencial, con tres economistas de Juntos por el Cambio. Dos radicales y uno del PRO. ¿Quiénes? El senador Martín Lousteau, más los diputados Martín Tetaz y Luciano Laspina, quien presidió la comisión de Presupuesto durante el paso de Macri por la Casa Rosada.
Lousteau era uno de los cambiemitas que empujaba la jubilación anticipada de Macri. Lo sugería en los medios y lo reclamaba sin sutilezas en rondas de encuentros y cafés. Estaba lejos de ser el único que militaba en favor del retiro mauricista. Con una imagen negativa todavía muy alta, Macri no alienta la chance de ser candidato a presidente en 2023. Pero al menos ya salió del veraz político de JxC. Y a la vez recuperó un papel de mínima rumbo al 23. ¿Cuál? El del gran elector de la coalición opositora. Y algo más: todavía procesado en una causa de espionaje ilegal, Macri tampoco descarta la posibilidad de ir por la revancha.
AF
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