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Antonio Turiel, el científico español que lleva una década predicando en el desierto sobre el fin de las materias primas

El físico Antonio Turiel en la plaza de Figueres, ciudad en la que reside.

Arturo Puente

elDiario.es —

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La frase preferida de Antonio Turiel es “todo normal y bien”, dicho como expresión irónica cada vez que da una noticia escalofriante. Dice por ejemplo: “La red eléctrica francesa alerta de que mañana el suministro irá muy justo y recomienda hacer la lavadora hoy. Todo normal y bien”. O también: “Estado de emergencia en Perú para evitar las protestas por el alza de precios. Todo normal y bien”. La fórmula recuerda al meme del perro que está en una habitación en llamas y continúa tomando café mientras dice “esto está bien”.

El problema es que, en los últimos meses, este físico teórico que ocupa plaza en el Institut de Ciències del Mar del CSIC ha tenido muchas ocasiones para utilizar su muletilla. Alza de precios del combustible, rupturas en las cadenas de suministro por mar, problemas para obtener mercancías como los cereales, dudas sobre si llegará suficiente gas a Europa, cierres temporales de fábricas por falta de chips. ¿Es el momento de dar la razón a Turiel, tras más de una década alertando sobre el agotamiento de las materias primas? “Al menos es momento de reconocer que no decíamos tonterías”, responde él. “Porque yo estoy dispuesto a aceptar que soy gilipollas, pero el problema seguirá existiendo”.

Turiel, nacido en León hace 52 años, lleva dando la matraca con el tema del fin del petróleo desde enero de 2010, cuando abrió el blog The Oil Crash, inicialmente centrado en el llamado “pico de petróleo”, una teoría que indica que una vez se alcanza el punto de extracción máxima de crudo, el sistema basado en la economía del petróleo comienza a sufrir problemas graves. Pero poco a poco el físico comenzó a ir más allá y explorar otros picos de materias, como son los derivados del petróleo y el gas, materias como el uranio y, en general, cualquier fuente de energía fósil o materia prima indispensable. Y, a la vez, comenzó a dibujar propuestas sobre cómo paliar esa previsible escasez general que, para Turiel, pasa por reducir el consumo de energía y materiales hasta alcanzar un equilibrio sostenible.

“Yo este tema lo conozco desde hace 25 años. Colin Campbell y Jean Laherrère publicaron en la revista Scientific American en 1998 un artículo que se titulaba 'El fin del petróleo barato'. El problema no era que se acabara el petróleo, sino que era cada vez más caro. Y que a la fuerza la producción se reduciría. Y que esto generaría muchos problemas”, explica en conversación con elDiario.es. Según indica el científico, la cuestión no es únicamente el agotamiento de los recursos. “Es un poco más complejo: es evidente que las materias se acaban, pero el tema es cuándo nos acercamos a las posibilidades máximas de extracción y que, a partir de ese punto, el encarecimiento de los costes hace que deje de ser rentable”, ilustra.

Esto, según asegura, está ocurriendo ya. “Las compañías petroleras están reduciendo la inversión. En los últimos años, hasta un 60%”, explica Turiel, que asegura que Repsol ha pasado de invertir 1.600 millones en exploración y mantenimiento de yacimientos en el primer plan quinquenal de la década pasada a los actuales 150 millones al año. “El problema es que no puedes mantener infinitamente el ritmo de extracción”, dice. “La termodinámica predice a qué ritmo puedes extraer todos los materiales. Y es inexorable, te va a pasar con el petróleo y el gas, pero también con materiales como el uranio necesario para la energía nuclear, que en un momento se proponía como la panacea para sustituir al petróleo”, afirma.

Es aquí donde abre batalla contra sus grandes enemigos: los que él llama “los economistas clásicos” o “neoliberales”. “Yo puedo aceptar que los economistas clásicos no entienden las leyes de la termodinámica, aunque son facilitas, pero vale. Pero que no se puede crecer infinitamente en un planeta finito es fácil de entender para cualquiera”, se desespera.

Y eso que Turiel nació en una casa de “economistas clásicos”. Su padre, Agustín Turiel, había estudiado Economía y fue durante muchos años interventor e inspector de Hacienda, y profesor de Economía en la Universidad de León. En paralelo, tuvo una vida política, siempre ligada al PSOE, que le llevó a ser concejal en su ciudad, posteriormente presidente de la Diputación de León y diputado en el Congreso en la primera legislatura de Zapatero. “Mi padre comenzó cachondeándose de mi cuando empecé el blog. Luego, en otro momento, le preocupaba que lo que decía me pudiera perjudicar. Ahora ha acabado estando totalmente convencido y es mi mejor propagandista”, explica Turiel, que ha hecho su vida en la ciudad catalana de Figueres, donde tiene dos hijos.

Puedo aceptar que los economistas clásicos no entienden las leyes de la termodinámica, aunque son facilitas, pero vale. Pero que no se puede crecer infinitamente en un planeta finito es fácil de entender para cualquiera

La guerra del físico contra los economistas tiene uno de los principales campos de batalla en las grandes expectativas de estos respecto al progreso y los inventos. “La idea de que el mercado proveerá, que ya encontraremos algo, es absurda, es un dogma ideológico, no una verdad científica ni nada parecido”, explica. Con esto, Turiel rebate la idea de que en el futuro se descubrirán energías limpias y baratas, fáciles de transportar y que no requieran gasto de energías fósiles para extraerlas. “No hay ninguna evidencia de nada así”, niega. “Si tú quisieras hacer ya una transición energética completa necesitarías entrar en economía de guerra, dedicando entre el 10-15% del PIB a ello. Y obligatoriamente necesitarías invertir gran parte de los combustibles fósiles que quedan en ello”, insiste. Por esta razón, el experto es muy crítico también con las ideas de transición energética basada en mantener el mismo consumo energético pero proveniente de fuentes renovables.

Para muchos, Turiel es una de las voces imprescindibles para entender el nuevo escenario de la crisis climática. Para otros, es simplemente el principal exponente español del “colapsismo”, una etiqueta que a veces se utiliza de forma peyorativa para describir a quienes argumentan que la humanidad avanza inexorablemente al colapso de recursos y, quizás, al fin de la especie. “Pero no soy colapsista. Creo que sí tenemos alternativas”, protesta Turiel. “Ahora bien, debe entenderse que los colapsos ocurren y que han ocurrido antes en la historia, a veces por razones muy similares a lo que nos pasa a nosotros. Pero otra cosa que hay que entender es que los colapsos son siempre autoinflingidos. Las sociedades que colapsan se empeñan en una idea equivocada, por razones religiosas, políticas o simplemente por cabezonería”, remacha.

Y, entonces, ¿qué es lo que este físico leonés con 22.000 lectores mensuales considera que nos puede puede llevar al colapso a la humanidad en el siglo XXI? “La idea del crecimiento infinito”, responde con firmeza. “Y la idea de que el bienestar y un mejor reparto de los recursos debe ir siempre ligado al crecimiento sí o sí”, añade. Turiel ha abogado sin complejos por las teorías del decrecimiento, entendido como una reducción del consumo de energía y materiales que se consumen no para maximizar el bienestar de las sociedades, sino únicamente con el objetivo del crecimiento económico. Pone un ejemplo gráfico: envolver cada tomate con plástico es bueno para los fabricantes de plástico y puede hacer crecer el precio del tomate, pero de ninguna forma mejora el bienestar del consumidor.

Quizás para sacudirse el tópico de colapsista o quizás porque es estéril denunciar los males sin proponer soluciones, los dos últimos libros de Turiel están centrados en las recetas para salir del callejón. El primero, Petrocalipsis, editado en 2020 por la editorial Alfabeto, es más negro y, como su propio nombre indica, trata de presentar sin concesiones un balance del estado actual del planeta y sus recursos. El segundo, escrito junto a Juan Bordera y publicado por Escritos Contextatarios, es un repaso a los (malos) augurios climáticos y una propuesta de revolución cultural que dé paso a una sociedad que acepte la finitud de los recursos y trate de establecer un equilibrio sostenible en sus consumos.

“Lo más importante es el cambio cultural”, resume Turiel. “Este sistema económico de asignación de recursos es uno concreto, pero no está escrito en piedra que deba ser así y podemos cambiarlo. No solo podemos sino que lo necesitamos, porque este sistema está, por un lado, desestabilizando el clima y la naturaleza de la tierra y, por otra parte, es que faltan recursos para hacerlo infinitamente”, subraya. Por eso, en su opinión el decrecimiento es “inevitable” y en la mano humana solo está el decidir cómo va a decrecer. Lo que también es pensar en cómo se va a repartir el decrecimiento, una idea que liga su pensamiento a una redistribución radical que suele ser patrimonio del anarquismo.

Por eso no es de extrañar que este divulgador sea muy popular entre algunas corrientes ácratas, que incluso se permiten las bromas internas sobre la famosa obstinación del científico. En junio de 2021, una pintada apareció en un muro del barrio barcelonés de Vallcarca, firmado con un símbolo anarquista. En el escrito podía leerse: “Abrázame hasta que alguien se tome en serio las advertencias de Antonio Turiel”.

AP

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