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Los científicos en Argentina trabajan mientras casi nadie se da cuenta

La ciencia en el país sufre la falta de recursos generalizada y expulsa talentos.

Lisandro Varela

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Entrevisté a 50 científicos argentinos entre agosto y noviembre de 2021 para el proyecto 50 Argentinos. Sentí que todos comparten un fuerte sentido de propósito en sus vidas, que la incertidumbre de la investigación produce una vida diaria de certezas, de orden, de saber cuál es el sentido de lo que se hace todos los días. Los científicos juegan con el juguete que ellos mismos construyen.

Todos los entrevistados me transmitieron que sienten mucha pasión por lo que hacen. Parece un amor de nicho, de tema de recortado, de saber todo lo que se puede saber sobre un tema delimitado como una pileta chica y profunda hasta un hondo que nunca se conoce del todo.

Los científicos aman lo que investigan, buscan la adrenalina de descubrir, como si por acumulación de horas se llegara a un momento fantástico donde algo queda más claro, o parcialmente más claro.

Los científicos están haciendo cosas importantes mientras casi nadie se da cuenta y no parecen estar demasiado pendientes de que su trabajo se vuelva conocido en la sociedad, como si hacer ciencia tuviera mucho de trabajo silencioso.

Me pareció que los científicos están rodeados primero de su mundo particular de investigación y recién después de las cosas del resto de la gente. Como si la pasión de los temas propios consumiera casi todo el tiempo.

Solo se puede ser científico con años de esfuerzo sostenido. Los científicos y científicas que entrevisté me impresionaron como personas forjadas en años de trabajo en continuado, muchos años de muchas horas cada día.

Hablé con científicos con distintas orientaciones políticas, pero me pareció que a todos les importa mucho más la ciencia que la política. Los científicos parecen tener una autoestima alta y sana de sentir que lo que hacen tiene sentido. Los científicos en el país se vuelven expertos en lidiar con la burocracia, el camino del investigador es también el camino del trámite.

“No puedo imaginar nada más lindo que tratar de entender las cosas”, me dijo Jorge Pullin, que trabaja hace décadas en la Universidad Estatal de Louisiana en Física básica y es un poco parecido a Hemingway. En los noventa Pullin logró que ecuaciones de Einstein pudieran correr en una computadora. Lo hizo simplificando cálculos hasta lograr que las computadoras de la época pudieran procesarlos, algo que por décadas no se había logrado.

En Argentina cada científico elige su proyecto y no hay un planeamiento superior alineado con lo que necesita la sociedad. Para algunos científicos esto es bueno, para otros, malo. “Tengo un sentimiento muy grande de libertad de poder decidir hacia donde voy”, me dijo el físico Daniel de Florian. Para Paula Bergero, doctora en Ciencias Exactas, tiene sentido construir “una versión de la ciencia donde la agenda no la marquen los científicos sino que salga de un consenso político sobre lo que la sociedad necesita”.

La ciencia en el país sufre la falta de recursos generalizada y expulsa talentos. “Está muy complicado el tema sueldo de los becarios, porque el nivel adquisitivo de lo que ganamos se está achicando cada vez más”, me dijo Rocío Foltran, licenciada en ciencias biológicas.

Los científicos que se van del país huyen de los sueldos bajos y de la falta de insumos y presupuesto para investigar. “Yo me fui porque no hay apoyo financiero, los subsidios son demasiado chicos, es todo extremadamente inestable, los sueldos son de terror”, me dijo Alejandro Adam, doctor en biología molecular, que viajó hace 20 años a hacer estudios de post doctorado a Nueva York y siguió su carrera ahí.

Para varios científicos hubo un veranito de recursos durante la presidencia de Néstor Kirchner. “Cuando vino Néstor hubo un aumento en los ingresos a la Carrera del Investigador y número de becas. Por eso, mi generación vivió un momento de gran impulso a la ciencia argentina”, me dijo Juliana Cassataro, doctora en inmunología.

Varios de los científicos que entrevisté son muy críticos del impacto global que tiene la ciencia en el país. “Para el mundo no pasa nada si el sistema científico argentino desaparece. Creo que en ninguna disciplina movemos la aguja”, me dijo María Semmartin, doctora en ciencias agropecuarias.

Tener un sistema científico y tecnológico es una parte importantísima de nuestro desarrollo como sociedad. Somos necesarios para cada tanto generar cosas nuevas que sirvan y por otro lado, trabajar con cosas que se desarrollan en otros países del mundo

María Semmartin Doctora en ciencias agropecuarias

En el mismo sentido opinó Horacio Salomón, doctor en virología. “Argentina no tiene una producción en ciencia con índice de impacto alto. Eso quiere decir revistas de primera línea, papers en Nature, en Science, hay muy poco ahí”, me dijo.

Para varias científicas que entrevisté ser mujer es correr con desventaja. “Evidentemente no es lo mismo ser mujer que ser hombre en la ciencia. Si como mujer elegís la maternidad ya eso genera una diferencia muy grande”, me dijo María Luz González Gadea, doctora en neurociencias. Para algunas científicas la brecha entre hombres y mujeres en la ciencia sucede como en otros ámbitos de la sociedad. “Como en el resto de las áreas, las mujeres no ocupamos equitativamente los lugares de mayor jerarquía y de toma de decisiones”, me dijo Lina Kirilenko, doctora en ciencias biológicas.

Yo opino que está bien que hayan instituciones privadas que también cofinancien proyectos, que no sea simplemente que el Estado lo haga porque el Estado siempre va a tener límites

María Luz González Gadea Doctora en neurociencias

“Hacemos ciencia tan a pulmón que cuando nos ponen todos los recursos la sacamos de la cancha”, me dijo María Roca, doctora en psicología especialista en neurociencias.

La mayoría de los entrevistados coincide en que la relación de la ciencia con el sector productivo es a la vez un horizonte deseable y una asignatura pendiente. “Si me dicen que piense un proyecto para hacer un link con el sector productivo a mí no se me ocurre, necesito que alguien me guie un poco para dónde ir”, me dijo Pedro Bek, biólogo y neurocientífico.

Para algunos científicos consultados, la desconexión con lo productivo y con el conocimiento aplicado es parte de un problema de origen. “La formación científica en Argentina es buena, aunque demasiado enciclopédica, con carreras muy largas que tiende a formar gente para estar todo el tiempo en la academia. Hay poca relación con el sector productivo, que en otros países ocurre mucho más, eso genera un poco de quietud”, me dijo Daniel de Florian.

LV

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