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Salud Mental
Ansiedad en niñas y niños: señales y claves para detectarla

Imagen: Pezibear

Cristian Vázquez

elDiario.es —

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La ansiedad constituye uno de los mayores males de nuestro tiempo. El porcentaje de menores que padecen ansiedad varía de forma considerable en función de la edad, las fuentes de información y los criterios que se evalúan. Pero los expertos estiman que entre el 15-20% de los niños la sufren en algún momento (algunas fuentes señalan que la prevalencia está entre el 4 y 32%).

Hay que aclarar que no toda ansiedad es dañina. Existe una ansiedad normal, que es un mecanismo de adaptación al medio y que todas las personas sentimos ante ciertas circunstancias particulares. El problema es la ansiedad patológica, que genera reacciones mucho más intensas y frecuentes de lo que justificarían los estímulos en el ambiente, o que incluso se producen sin estímulo alguno.

Ansiedad, el problema psicológico más diagnosticado en niños

Esta ansiedad patológica puede adquirir variadas formas, que son consideradas trastornos. Un estudio de científicos españoles explica que estos trastornos son los problemas psicológicos más diagnosticados en niños y adolescentes en ese país, y los de mayor demanda asistencial en las unidades de salud mental.

Se trata de un problema que puede generar serios perjuicios durante la infancia, con efectos negativos sobre el bienestar del pequeño y sus personas cercanas, tanto en la vida familiar como en la social y en el rendimiento escolar.

A largo plazo, la ansiedad patológica puede causar daños en el desarrollo de la autoestima y dificultades para el funcionamiento interpersonal y la adaptación social. De hecho, de acuerdo con el citado estudio, la ansiedad infantil “constituye un importante factor de riesgo para el desarrollo de trastornos de ansiedad en etapas evolutivas posteriores”.

Reconocer la ansiedad en los pequeños

La identificación de estos problemas “puede ser difícil”, apunta un documento publicado por la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap). La principal causa es que, en ocasiones, las señales son “expresiones exageradas o temporalmente inadecuadas” de ansiedad o miedo que en realidad es normal ante causas concretas y puntuales.

Debido a eso, hay que poner atención para reconocer si los síntomas persisten en el largo plazo y no solo ante episodios específicos, sino en circunstancias que no ameritan esa clase de reacciones. Además, se debe tener en cuenta la edad de cada niño y su nivel madurativo.

Ciertas actitudes que en adultos o incluso en adolescentes “implicarían un determinado diagnóstico, en el niño son expresiones de su etapa evolutiva”, como puntualiza un artículo de Gemma Ochando Perales y Sergio Peris Cancio, publicado por la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria.

¿Cómo saber cuáles son propias de su etapa evolutiva? La AEPap establece tres periodos –en relación con la edad– que ayudan a identificar qué actitudes y reacciones pueden ser normales en los niños y cuáles no:

1. En la primera parte de la vida, hasta los cinco años de edad, tanto la ansiedad de separación (una reacción excesiva que experimentan cuando son alejados de sus padres o figuras de apego) como la inquietud ante personas extrañas o la oscuridad, entre otros, son normales. El único trastorno reconocido en esa etapa es el llamado de “ansiedad generalizada”.

2. En el siguiente periodo –entre los cinco y doce años– sí son un problema la ansiedad de separación o las fobias específicas (a ir a la escuela, a la oscuridad, a la sangre, a insectos, etc.). En cambio, es normal que les generen inquietud los acontecimientos misteriosos, los daños corporales, el rechazo de sus padres y el rendimiento escolar.

3. Para los adolescentes, por su parte, son normales los temores relacionados con la adecuación social, la hipocondriasis y el miedo a la muerte. Los trastornos de ansiedad prototípicos de esa edad son la fobia social y otros similares a los de la vida adulta.

Síntomas de la ansiedad infantil

Los síntomas de la ansiedad infantil son múltiples y afectan al niño tanto a nivel físico como psicológico. Pueden ser muy variadas y en ocasiones, según la AEPap, “desconcertantes”.

Para los niños de hasta 7-8 años, entre las principales se pueden enumerar las siguientes:

  • Agitación psicomotriz: realizar movimientos involuntarios y sin propósito, como caminar sin parar dentro de una habitación, retorcerse las manos, tirarse el pelo, mover la lengua, morderse los dedos o las uñas, etc.
  • Síntomas neurovegetativos, que son aquellos que afectan a las funciones que el organismo realiza de manera involuntaria: taquicardia, taquipnea (aumento del ritmo respiratorio), sudoración excesiva, piloerección (piel de gallina), etc.
  • Quejas físicas: mareos, dolores de cabeza o de estómago, tensión muscular.
  • Llanto inmotivado.
  • Comportamientos de apego excesivo hacia los padres o principales cuidadores.
  • Pérdida de apetito.
  • Problemas relacionados con el sueño: insomnio, sueño intranquilo, somniloquia (hablar dormido), etc.

En el caso de niños mayores y adolescentes, se mantienen algunas de esas señales y aparecen otras:

  • Oposicionismo: actitud desafiante, desobediente u hostil, que a menudo se traduce en rechazo a ir al colegio, resistencia para ir a dormir, etc.
  • Dificultad para concentrarse y poner atención.
  • Preocupación excesiva, que se traduce en un perfeccionismo extremo ante su rendimiento escolar, deportivo o relacionado con otras actividades.
  • Trastornos en la alimentación, como hiperfagia (aumento de la sensación de apetito y de la ingesta de comida) o anorexia.
  • Angustia e irritabilidad.

Ante la sospecha de que el niño o adolescente esté padeciendo ansiedad, el consejo es acudir cuanto antes a la consulta del médico. En general, el tratamiento consiste en psicoterapia. En las ocasiones en que la gravedad del caso así lo requiere, también se recurre a fármacos.

CV

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