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¿Sos un estafador?: No. Soy una persona que se dedica a educar y a generar negocios disruptivos en el mundo financiero basados en principios espirituales. Y esos negocios funcionan.

Leonardo Cositorto, CEO de Generación Zoe, lleva seis meses preso por asociación ilícita y estafas reiteradas. Está alojado en el pabellón E3 de la cárcel de Bouwer, en la ciudad de Córdoba, separado de la población general, es decir, en un sector “medio vip”. Es la mañana del jueves 20 de octubre, día de visita. El sol se derrama como la miel sobre el penal. Cositorto tardó en llegar a la salita donde haremos la entrevista: le pidieron que se afeite. Viste una chomba blanca de piqué de la marca del cocodrilo. Lleva un bronceado de patio, parejo y opaco. Los ojos vidriosos, los brazos marcados por levantar fierros. Cositorto tiene un brillo distinto al que desplegada en sus seminarios de coaching. Detrás suyo, a modo de decoración, dos cactus en macetitas y una reproducción de Iris, una pintura de Van Gogh. Ahora, bañados por la luz blanca de los tubos, Cositorto habla:

– No soy un estafador, porque una estafa sería que yo publique en Facebook que vendo este aparato (N. de la R.: señala el grabador que está sobre la mesa) a un excelente precio y te pido que me deposites la mitad del valor a una cuenta; entonces vos me transferís, yo retiro la plata y desaparezco. Y te quedas sin la plata y sin el producto.

¿Cómo explicas que Zoe no es una piramidal, como asegura la Justicia?

Una piramidal es cuando, uno: no hay producto; dos: ganás dinero siempre que invites a otras personas a participar. Tercero: el invitado nunca puede ganar más que quien invitó. Pero principalmente no hay producto. Y Zoe sí tenía producto, que era un producto educativo. En un mundo digitalizado, no hace falta que el producto sea físico. 

¿Y dónde está la plata de la gente que reclama que Zoe no les pagó?

Y nosotros teníamos 155 millones de dólares en nuestra criptomoneda y nos la hicieron pomada con la denuncia. Nos pegaron muy duro. Habrá sido mi personalidad lo que le molesta. A la gente que se siente damnificada le pido que espere, que en cuanto pueda, van a ser las primeras en cobrar. Y si, Dios quiere, les pagaré el doble.

“Fui ingenuo con los políticos que se acercaron”

Hasta abril, cuando Interpol dio con Cositorto en República Dominicana, Zoe ofrecía capacitaciones “en liderazgo” a cambio de membresías en dólares. El dinero que cada aportante invertía iba a un fideicomiso. Si cada aportante invitaba a otra persona a participar, la empresa le retornaba un 20% de lo invertido por ese nuevo ingresante. Y más: un gramo de oro por cada criptomoneda Zoe Cash -el último beneficio publicitado- que los participantes habían adquirido.

En enero la Asociación Civil Decodes denunció a Generación Zoe ante la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (PROCELAC) por estafa, captación de ahorro público y manipulación de mercado. Las burlas a la que sometieron a Cositorto en redes sociales lo pusieron en el centro de la escena pública. De la viralización a la televisión, unas semanas después, el Ministerio Público Fiscal de Córdoba recibió una serie de denuncias de personas que aseguran haber sido estafadas por Generación Zoe en esa provincia. Entonces la fiscal de Villa María, Córdoba, Juliana Companys, pidió la captura internacional de Cositorto, por “asociación ilícita” y “estafas reiteradas”, es decir, captar ahorros de personas a cambio de “membresías” para ser parte de una empresa -Zoe- que ofrecía capacitaciones “en liderazgo”. 

– Nos fue muy bien con Zoe durante la pandemia. Nos habíamos ganado la confianza de la gente. Con Maxi Batista -se refiere a su socio- íbamos en moto a pagarle a la gente, como un Rappi. Obviamente se sorprendían cuando abrían la puerta y nos veían con su sobre. Nadie quedó sin cobrar. Nos borraron del mercado después. Pequé de ingenuo. Fui ingenuo en no darme cuenta que cuando la gente ve el éxito de otros en vez de admirarlo, lo envidia y quiere que lo pierdas. Incluso fui ingenuo con los políticos que se acercaron a nosotros y a quienes asistimos.

¿Qué tipo de asistencia?

Aportamos dinero a las campañas de Martiniano Molina, de Juntos por el Cambio en la Provincia, y al partido de (Javier) Milei. Fondos para que pudieran moverse. Si ellos lo quieren reconocer o no, a mí me da igual. Los apoyé financieramente porque me pedían una mano. 

¿Cuánta plata?

7 u 8 millones de pesos. A Martiniano lo apoyé porque él no venía del palo de la política, yo lo veía más como un emprendedor dentro de Juntos por el Cambio. Ellos no tenían aparato para fiscalizar en la Provincia, les podían robar las boletas. Y los fondos para Milei, porque yo siempre fui de pensamiento liberal. Ahora me parece que Milei es extremista y se va de la línea. Igual, tené en cuenta que nosotros facturábamos un millón, un millón y medio de dólares al día. Estamos hablando de algo muy chico.

elDiarioAR contacto a los voceros de Martiniano Molina y de Javier Milei: ambos negaron conocer a Leonardo Cositorto y desmintieron haber recibido apoyo financiero de su parte para las Legislativas del año pasado. Sobre las fotos que circularon en febrero en las que Cositorto aparece junto a Molina, actual legislador bonaerense, la fuente consultada dijo que “Cositorto se coló en una presentación del libro de Martiniano Molina en La Plata, no fue invitado”. En los informes de financiamiento de campaña de la Cámara Nacional Electoral, ni Leonardo Cositorto ni su empresa, ni sus socios figuran como aportantes. Calculan que en la Argentina, el 80% de los aportes de campaña es negro.

La AFIP, los padres, el hijo

El primer embate económico fue cuando una cadena de perfumerías quería quedarse con su tropa de vendedores y lo denunció en la AFIP, que le reclamó aportes patronales por 12 millones de dólares. Era 1999 y Cositorto tenía 29 años y una denuda infernal. El 19 de junio de 2011 murió su papá, el hombre que “lo profesionalizó en el arte de la venta”. Ese día, dice, tuvo que “gestionar un muro emocional” porque de ninguna manera iba a suspender el seminario que tenía programado. En junio de 2019, ocho años después, murió su madre y tuvo que levantar un segundo “muro emocional” porque tampoco iba a suspender el seminario que tenía que dar. Unos meses después, a Cositorto lo secuestraron: “Me metieron en una camioneta y me llevaron por el altiplano boliviano. Tres días atado”. Dice que le inventaron una causa por lavado de dinero y que pagó 25 mil dólares de autorescate. 

Tiene un hijo adolescente, que se llama Santiago y nació a los seis meses de gestación con agenesia de cuerpo calloso, una malformación congénita. Es una persona con discapacidad que desarrolló un talento inédito: relaciona y memoriza los nombres y los rostros de los jockeys. Le basta con ver a un jinete para decir su nombre completo. Cositorto le compró un caballo al que bautizaron “Zoe”. Los ojos, vidriosos desde que empezó a hablar, ahora están empañados. Cositorto extraña a Santiago, como extraña tantas cosas que tenía afuera.

En enero, cuando su nombre había llegado a los noticieros, el CEO de Zoe se fue de la Argentina. Dirá que “tenía una gira planeada”. Dirá, después, que cuando salió el pedido de captura internacional y en los noticieros lo daban como prófugo, la indicación de su abogado, fue “quedate donde estás hasta que nos confirmen que podés pagar una fianza”. Y Cositorto también dirá esto: “Seamos claros, hablar con la Justicia argentina no es hablar con la Justicia, es que te metan preso. Y a mí ya me habían condenado”. 

De cábalas, coacheo y esperanza 

O interpol trabajó muy bien o su acompañante cantó el dato, no se sabe, pero a Cositorto lo encontraron en el Caribe. En Dominicana se mudaba cada cinco días, pero esa vez, la última vez, la casa que alquiló le resultó tan cómoda que decidió quedarse un día más y rompió la cábala: “La casa era tan linda, frente al mar, teníamos jacuzzi. Imagínate que la casa tenía dos cocinas, tenía gimnasio. Acá, en el pabellón y en mi celda, estoy poniendo cucatrap…”

Su último proyecto educativo se llama All Us Education y es muy parecido al que planteaba Zoe, pero más económico. La otra diferencia es que la promoción la hace por el teléfono público del pabellón. Cositorto marca un número y del otro lado de la línea alguien pone el alta voz y lo graba; ese audio se desparrama en los grupos de WhatsApp de los líderes, los fieles que quedaron de Zoe. Del video viral en HD a la promo en audio, intervenida por los timbres de la cárcel. Un emprendedor.

¿Es cierto que coacheas a tus compañeros de pabellón?

Sí. Primero nos juntábamos en el patio, al aire libre. Enrejados y rodeados de alambres de púa, ¿no? Hubo resistencia al principio, de parte del Servicio (penitenciario) y de algunos compañeros. Pero después se fueron sumando. Yo planteaba una temática y hacíamos un trabajo de a dos: estados de conciencia, de ánimo, manejo de las emociones, las conversaciones internas, la comunicación... Todo lo que tenga que ver con empatía, con compasión, con aceptar, incluir y perdonar.

Ahora, cada tarde de cada día en el penal, Cositorto elige una celda y convoca a los compañeros que quieran sumarse. En una celda donde duermen dos, respiran diez. Empiezan la sesión: posturas para relajarse, trabajos de visualización, coaching espiritual con base bíblica. “Nos juntamos a compartir las Escrituras”, dice Cositorto. Un silencio y sigue: “Hay un plan para cada uno de nosotros que ya estaba escrito. Así que nos reunimos para entenderlo, para tener esperanza…”. Un hilo de luz se cuela por la pequeña ventana que separa esta salita del panóptico. Cuando Cositorto baja la vista, el hilo de luz le corta la cara.

VDM/MS

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