Misas y bebés de juguete crucificados del lado de la Plaza que se opone al aborto legal
La bandera está atada a las vallas que dividen la Plaza de los Dos Congresos en personas a favor de que el aborto pueda realizarse fuera de la clandestinidad y personas que se oponen a esa iniciativa que ahora se debate en la Cámara de Diputados. Es de tela blanca, lo suficientemente grande como para poder leerse desde la vereda de enfrente de Hipólito Yrigoyen, y dice “Dios castiga pero no con lazo”. Con letra mucho más chica, en un rinconcito de la tela, también dice: “Grandes males vendrán sobre la Argentina si sale la ley de aborto. La naturaleza llega”. La amenaza no tiene nombre.
En el lado sur de la plaza impera el celeste. Está en pañuelos y barbijos que dicen “Salvemos las 2 vidas” -y que se venden a 100 y 150 pesos respectivamente-, está en cartulinas en las que alguien escribió “Para decir ‘Ni una menos’ deben dejar de matar a sus hijas en sus vientres”, y están en las banderas argentinas con las que varios de los detractores del proyecto de ley que recoge casi medio siglo de lucha feminista llegaron hasta Hipólito Yrigoyen y Entre Ríos. Aquí se reúnen las organizaciones que se autoproclaman “provida”.
Dos curas, uno de Baradero y otro porteño, se preparan para dar misa en un altar que armaron sobre el pasto de la plaza: unas cien personas están listas para participar del ritual, incluso las casi veinte mujeres que acaban de rezar de rodillas frente a una imagen de Jesús. Hay un gazebo que les construye una sombra a los fieles: son casi las 17 pero el calor no se apiada.
Alejandro tiene 57 años y forma parte de la comunidad laica de una parroquia de Almagro. Sostiene una imagen de madera de Jesús crucificado ayudado por uno de esos cinturones que también sirven para ser abanderado. “Veo difícil que nos vayamos conformes porque cada vez hay más gente que apoya esta locura: estoy a favor de la vida del bebé. La Constitución Nacional aprueba el aborto en los casos en los que está comprobado que la mujer merece tener una decisión justa”, esgrime. Se refiere al Código Penal, que desde 1921 autoriza el aborto en caso de que el embarazo sea producto de una violación o si está en riesgo la salud de la persona que gesta. Según la Red de Acceso al Aborto Seguro (REDAA), en Argentina se estiman unos 450.000 abortos clandestinos al año. Ante la pregunta sobre qué hacer al respecto, responde: “Nadie es quien para interrumpir la gestación de un bebé. Por eso están haciendo las cosas clandestinamente”.
Cada vez hay mas gente que apoya esta locura
Sobre el escenario de este lado de la plaza, algunos integrantes de la organización civil +Vida repiten con frecuencia la palabra “genocida”. Una mujer levanta la cruz de madera en la que clavó un bebé de juguete manchado de rojo cada vez que la escucha.
Griselda es de San Isidro, tiene 34 años y una cartulina que dice “Legal o ilegal el aborto mata igual”. “No se trata de clandestino o legal. Es terrible llegar a un aborto. Hay que ayudar a la mujer para que no sea obligada por un varón a abortar , porque muchas veces pasa eso. No la podés penalizar por eso”, dice. Consultada sobre qué opina sobre los casos en los que la mujer decide libremente el aborto, sostiene: “No se puede elegir eso. Siempre hay que optar por cualquiera de las otras posibilidades, la mujer no tiene ese derecho”.
Dos varones cuelgan banners con la foto de Chinda Brandolino, una médica identificada con quienes militan para que el aborto no salga de la clandestinidad. Este lunes volvió a difundir información falsa en televisión al decir, entre otras cosas, que “los fetos abortados se utilizan para elaborar las vacunas triples virales”. Los banners son de la organización Patria y Familia y proclaman a Brandolino como “la mujer de la ola celeste”. “Se está armando una organización política en la Provincia alrededor de Chinda”, dice uno de ellos. No usa barbijo pero aclara: “Igual vos tenés el tuyo puesto, vos te cuidás”.
Ignacio es de Villa de Mayo, Malvinas Argentinas. Vino en micro con otros 14 compañeros del grupo Tambores proféticos: van juntos a una iglesia evangelista y conformaron un grupo de percusión. “Si cometés una irresponsabilidad y viene un embarazo te tenés que hacer cargo de la consecuencia. La mujer y el varón. Es cierto que muchas veces los varones no cumplen, no pagan las cuotas o no se hacen cargo, pero el aborto no es la salida”, argumenta.
Santiago tiene 25 años, estudia Ciencias Políticas y enseña catequesis en un colegio secundario. Dice que se va a quedar hasta que la Cámara Baja vote, como en 2018. “Creo que va a salir en Diputados, pero en el Senado se les va a caer porque es un debate más federal y más del 60% del país está en contra. La vida no depende del deseo de nadie, eliminarla es un crimen atroz. El aborto es clandestino y lo que hay que hacer es combatirlo y eliminarlo, no legalizarlo. Una mujer está decidiendo matar a su hijo. No es una víctima porque está matando”, explica. No usa barbijo porque cree en el virus pero no en la pandemia. “Además genera hipoxia: respirás tu propio dióxido de carbono y eso hace mal”, suma.
Hay menos gente que en 2018 en ambos lados de la Plaza de los Dos Congresos, pero la diferencia es más notoria aquí. Desde la Unidad Provida deslizan que la gran apuesta de movilización será de cara a la eventual votación del Senado. Alrededor del gazebo de conseguir un poco de sombra y rezar las banderas dicen “Con mis hijos no te metas” o “Todos los que están a favor del aborto nacieron: ¡déjalo nacer!”. Y, bien grande, la que advierte sobre el castigo divino y que amenaza sin firmar.
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