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Noche de vigilia en Plaza Congreso: las voces a favor del aborto legal se imponen a las guitarras de quienes se oponen

La vigilia durará hasta que el Senado vote.

Julieta Roffo

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No es una noche común en la Argentina. Y el epicentro de lo atípico de esta jornada es el Congreso Nacional: ahora mismo, los senadores debaten la legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), que podría convertirse en ley en apenas unas horas y ampliar el acceso a derechos en el país.

La primera onda expansiva de eso que pasa en el Palacio Legislativo se siente en la Plaza de los Dos Congresos, dividida en dos por un vallado que la atraviesa casi tanto como las opiniones de quienes se manifiestan este martes. Del lado norte, con unas tres cuadras ocupadas sobre la avenida Rivadavia y toda Callao copada entre Rivadavia y Corrientes, quienes están a favor de que salga la ley. Del lado sur, con una asistencia mucho menor, concentrada en la esquina de Hipólito Yrigoyen y Entre Ríos y con dos cuadras de gente hacia la avenida 9 de Julio, quienes están en contra de que el aborto deje de ser clandestino.

Como no es un día normal, el silencio se vuelve masivo justo cuando la senadora Stella Maris Olalla, indecisa hasta el inicio de la sesión, toma la palabra. Su discurso -finalmente inclinado a favor del aborto legal- es gravitante en esta noche de este país, por eso miles de personas en la Plaza de los Dos Congresos y en las cuadras que la rodean miran las pantallas como se miran las escenas que definen una trama.

Nuria tiene 23 años y viajó desde Chubut a participar de esta vigilia. Llegó en auto, con tres amigas de la escuela secundaria. Baila un poco de la música electrónica que sale de un camión que podría ser para fletes pero que esta noche es para fiesta, y otro poco sostiene una cartulina verde -el color que identifica la lucha por el aborto legal- que dice: “Comprale una birra a esta compañera”.

“Trajimos latas para vender. Estuvimos juntando plata para la nafta desde que Alberto anunció que mandaba el proyecto el 1° de marzo. Vendimos de todo allá: mermelada casera, budines, comidas preparadas. Y pudimos juntar y acá estamos, nos vamos a ir con la ley votada”, cuenta. Cuando sonríe se le nota más la brillantina verde de los cachetes.

En varias de las pizzerías de la avenida Callao venden tres veces más que un día común: las promociones que combinan una grande muzzarella con gaseosa son lo más popular -y lo más barato. Desde afuera de los locales se escuchan los bombos de agrupaciones peronistas y de izquierda que colgaron sus banderas. Una dice: “Somos sobrevivientes de los abortos clandestinos”. Otra: “Estamos haciendo historia”. Y una bien grande: “Haremos nacer esta ley”.

En cada esquina hay una pantalla gigante que transmite la sesión parlamentaria: es el lugar para desplegar alguna lona que amortigüe lo caliente del cemento y sentarse a escuchar. A aplaudir cuando un legislador se pronuncia a favor, a abuchear a quien esté en contra, a chequear en redes sociales cuánto falta para que hable el próximo indeciso.

Hay, sobre todo, adolescentes y jóvenes, y algunas mamás que sostienen a sus hijas bien agarradas de la mano para que no se les pierdan. A un costado de la calle, un arco de fútbol bien chiquito tiene una foto de Jorge Bergoglio pegada, como si fuera el arquero: el juego es meterle un gol al Papa. Bien cerca, una cartulina dice: “Nos impiden el aborto los curas que abusan menores”.

Del otro lado de las vallas hay mucha menos gente que del lado que impulsa la legalización, pero mucha más gente que la que se había parado acá mismo hace casi 20 días, cuando Diputados dio la primera media sanción al proyecto. Es que esta es la instancia definitoria, y los militantes a favor y en contra lo saben.

“Soy trabajadora de la salud y estoy a favor de las dos vidas”, dice la cartulina celeste de Maricel. Vive en José C. Paz, es enfermera y tiene 42 años. “Si mi vocación es cuidar la vida de las personas, ¿cómo voy a estar a favor de la muerte?”, argumenta. A su alrededor, hay matrimonios de mediana y tercera edad, familias con dos o tres hijos, grupos de jóvenes, sobre todo varones, nucleados en iglesias evangélicas de Morón y Moreno, algunas monjes, algunos curas y algunos militantes del partido Bandera Vecinal, encabezado por Alejandro Biondini.

Además de los pañuelos y los barbijos que dicen “Salvemos las 2 vidas”, abundan las banderas argentinas y desde el escenario se escucha una voz que dice “somos los hijos de la patria y estamos del lado correcto, defendiendo la vida” y una canción que repite “¿y por qué tú no quieres conocerme?”. Un cura y un hombre rezan juntos, arrodillados, y una nena ofrece “maquillaje a favor de las 2 vidas gratis” con una cartulina. Una bandera enorme dice “Aborto es genocidio” y varios varones custodian el muñeco con forma de bebé que ya es un emblema de las manifestaciones en contra de que el aborto deje de ser clandestino.

La guitarra que le sirve de base al cancionero cristiano no para nunca de sonar: le marca el compás a esta manifestación que parece depender del escenario para sostener el entusiasmo. Un sacerdote da misa en la plaza, lo escuchan al menos cien personas cuando dice: “Tenemos que estar atentos y saber escuchar. Si la ley sale es porque hay mujeres dando un pedido de auxilio que debemos escuchar, como cristianos”. No describe cómo auxiliar a esas mujeres.

La guitarra insiste pero a medida que la senadora Olalla devela su inclinación a favor del proyecto de ley las voces del otro lado de la Plaza parecen ocupar también esta mitad. Crecen, suben los decibeles y declaman: “Aborto legal, en el hospital”.

JR

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