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DESASTRE AMBIENTAL EN LA PROVINCIA

El drama de Corrientes, envuelta en un humo amargo tras dos meses de incendios y sequías extremas

La lucha de los brigadistas en Corrientes.

Andrea de los Reyes

Corrientes —

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 El señor Boschetti miró y dijo:

-Con tal que no llueva.

Parecía preocupado.

-Si la luna se hace con agua – agregó -, estamos perdidos.

Desde septiembre a febrero había llovida día por medio en Corrientes. Había grandes zonas inundadas y las pérdidas eran tremendas: 90% del algodón 60% del tabaco, 80% de arroz. Pero lo que desesperaba al señor Boschetti era la posibilidad de que las lluvias arruinara, además, el carnaval.

 

En la edición de abril de 1966 de la revista Panorama, Rodlfo Walsh publicaba Carnaval Caté, una crónica antológica sobre los carnavales correntinos de ese año, que tenían lugar mientras media provincia atravesaba una de las peores inundaciones de la década. Las pérdidas económicas habían arrasado la producción local, pero la fiesta debía seguir.

Este viernes a la noche, menos de tres horas después de que el gobernador Gustavo Valdés declarara a Corrientes como zona de desastre ecológico y ambiental, ingresaban a la pista del corsódromo Nolo Alías, las primeras comparsas del demorado Carnaval 2022.

El mundo es otro, el carnaval también. Corrientes, no tanto. Pasaron 56 años del texto Rodolfo Walsh, sin embargo, como un ciclo interminable mientras los corsos empiezan, los correntinos siguen mirando al cielo a la espera de una respuesta ante el desastre climático. Ahora, rogando que se revierta la otra cara de la moneda ambiental: una sequía extrema que amenaza con extenderse aún más tiempo.

 

Sin tregua

Testimonios desoladores de productores, campesinos y vecinos de cada punto del territorio provincial que luchan contra el fuego; imágenes impactantes de llamas devorando campos, árboles, casas; mapas satelitales con foquitos rojos, con humo. Un bombero agotado entre pastizales llora impotente por el voraz avance de las quemas. Pedidos de ayuda. Oraciones rogando al cielo que llueva. Fauna autóctona de los Esteros del Iberá rescatada de entre las llamas, un pequeño ciervo con las patas vendadas por pisar el fuego, un tatú mulita tomando agua de las manos de su rescatista, carpinchos bañándose en los piletones de las vacas. Desesperación por el agua. Todo lo mediatizado y viralizado sobre el desastre que atraviesa Corrientes omite un sutil detalle, imposible de ser reproducido por medios electrónicos. Hace casi dos meses, quienes vivimos en esta provincia del noreste argentino nos despertamos y nos acostamos envueltos en un amargo olor a humo.

En cada punto del extenso territorio provincial desde diciembre pasado los incendios se propagaron al compás de una tremenda ola de calor, con temperaturas varias veces por arriba de la media. El olor a quemado se convirtió en parte de la vida diaria, el humo en el horizonte, el cielo con una bruma gris por la mañana y anaranjada al atardecer. La picazón en la garganta, en la nariz y los ojos ahora ya no son síntomas posibles de covid sino una señal irrebatible del desastre que amenaza con continuar propagándose en los pastizales y los bosques correntinos.

Según los últimos datos de la sede local del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), se están quemando 30 mil hectáreas por día. Al viernes 18 de febrero, cerca del 9 por ciento del territorio correntino se había quemado, como si la ciudad de Buenos Aires ardiera cuarenta veces. No sólo eso. Sino que todo se quema más rápido. Según el INTA, se subestimó el poder del fuego, pasando en el transcurso de pocas semanas de quemarse 20 mil a 30 mil hectáreas por día.

El informe da cuenta de una serie de datos que agravan el panorama. Las zonas más afectadas fueron los ambientes de humedales con más de 460 mil hectáreas acumuladas, que se corresponden en su mayor parte con los esteros del Iberá. Pero además se quemaron 28 mil hectáreas de bosques nativos, cuya reposición puede tardar varias generaciones.

 

Una agenda en conflicto

La demora en una reacción contundente y oportuna para avanzar sobre los incendios marca los principales cuestionamientos que hoy giran en torno al gobierno de Gustavo Valdés y salpican a la administración del Gobierno nacional. Recién este viernes, cuando ya se había quemado cerca del 10 por ciento del territorio provincial, el radical decretó el estado de desastre y declaró una serie de medidas para intentar paliar la situación.

Con una conferencia de prensa, tras recibir a Horacio Rodríguez Larreta en Corrientes y fotografiarse en algunas de las zonas afectadas, Valdés puso a los incendios en el centro de la agenda política. Intentando dejar atrás desacertados chispazos que vía Twitter había intercambiado con el ministro de Medio Ambiente de la Nación, Juan Cabandié, el gobernador correntino oficializó la declaración de Catástrofe Ambiental y Ecológica, que implica destinar recursos extraordinarios para asistir a los afectados. Como en cada intervención previa, aseguró que “solo la lluvia puede poner fin a esta crisis” y detalló que están trabajando en la provincia más de 2.600 bomberos y brigadistas, 10 aviones hidrantes, cinco helicópteros y camiones cisterna. Esta asistencia llegó desde diferentes puntos del país e incluso desde Brasil.

Valdés agradeció tanto recursos humanos como materiales de los gobiernos de Jujuy, Buenos Aires, Santiago del Estero, Córdoba, Mendoza, Chaco y Salta. Y si bien se intenta bajar el tono a la tensión con el gobierno nacional, gracias al aporte de 200 millones de pesos del Tesoro Nacional, 100 millones de Desarrollo Social y 200 millones del convenio firmado con el ministro de Agricultura, Julián Domínguez -que visitará la provincia este domingo-, el desencuentro con Cabandié quedó expuesto cuando el funcionario nacional estuvo en la provincia, sin intercambiar dialogo con Valdés.

No obstante, este sábado el gobernador indicó en declaraciones a la prensa porteña que trabajará junto con el presidente Alberto Fernández y todos los sectores productivos para poder hacer un análisis de los daños y evaluar la mejor manera para hacer frente a las pérdidas.

Las tensiones políticas que siguen ocupando parte del intercambio entre ambos gobiernos se desdibujan en cada punto de la provincia donde el fuego sigue sin dar tregua. Las consecuencias de esta catástrofe aún no se pueden dimensionar. Se habla por el momento, de pérdidas para la producción de 200 mil a 500 mil millones de pesos especialmente para el área de la forestación. El impacto para la naturaleza es mucho más difícil de cuantificar.

Por ejemplo, en Paraje Galarza, el más nuevo de los portales de ingreso a los Esteros del Iberá el fuego arrasó con todo durante dos días de incendio sin tregua. Viviendas, establecimientos turísticos y zonas productivas se redujeron a cenizas. Al borde de la laguna Galarza, la más grande del Iberá, caprichos, yacarés y ciervos perecieron por los incendios. También en Mercedes, una semana atrás, la delegación del INTA perdió el 95% del campo con todos sus ensayos y líneas de investigación, pudieron salvar a parte de los animales, pero el foco afectó el trabajo de décadas. El panorama se repite en la mayoría de los departamentos y se espera una disminución del impacto del fuego para la próxima semana, si el pronóstico de varios días de lluvia se cumple.

Como en 1965, cuando Walsh estuvo en Corrientes, se sigue mirando al cielo. Esta vez, el ruego es para que llueva, mientras los carnavales siguen aferrándose a un intento de recomponer la cultura, la economía y el entretenimiento, tras dos años del otro desastre: la pandemia. 

WC

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