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Las familias de la víctima y del imputado reclaman justicia por Cecilia Basaldúa

Cecilia Basaldúa fue asesinada en Capilla del Monte en abril de 2020.

Gustavo Molina

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Los destinos de Cecilia Gisela Basaldúa (35) y Lucas Bustos (24) se cruzaron el 27 de abril del año pasado, cuando a este chico cordobés lo llevaron preso por el asesinato de la joven turista porteña desaparecida en Capilla del Monte tres semanas antes.

En los Tribunales de Cosquín, los abogados de las familias Basaldúa y Bustos, Daniela Pavón y Sergio Sánchez; además del abogado de la Secretaría de DDHH de la Nación, Gerardo Battistón, coincidieron en reclamar Justicia para que el asesino de Cecilia vaya preso y que liberen a Lucas Bustos: “Se va a cumplir un año del homicidio de Cecilia, hay un chico preso que no lo vincula ninguna prueba, y por otro lado tenemos a un sospechoso en cuyo domicilio se encontraron 11 rastros de sangre que nunca fueron analizados; nadie nos explicó dónde estuvo retenida Cecilia durante tres semanas antes de ser encontrada y por qué hubo reiteradas comunicaciones telefónicas entre el sospechoso, policías y otros presuntos encubridores. Hay una víctima que no se puede defender y yo estoy acá para luchar por que se esclarezca su crimen y se haga justicia”, le dijo la abogada Pavón a elDiarioAR.

Mientras que Sánchez coincidió: “Hace nueve meses que tenemos a un chico campesino preso. Está preso por pobre, por culpa de una Justicia clasista y una Policía encubridora. La fiscal Paula Kelm dijo que había fotos de mi defendido con Cecilia. Es mentira. En el expediente de 3.000 fojas no hay ninguna foto de Lucas y Cecilia. Sí hay, en cambio, declaraciones de dos policías que acusaron sin pruebas a Lucas por un crimen que no cometió. Y cuando digo sin pruebas, es sin prueba científica ni testimonial. Esta investigación de la fiscal Kelm tiene una orfandad probatoria testimonial y científica que no puede sostener la acusación contra Lucas Bustos. Todos los exámenes de ADN mitocondrial dieron negativos, todos. ¿Cómo imputaron a Lucas? Con una confesión bajo apremios ilegales en la comisaría de Capilla del Monte. Todas estas irregularidades, sumadas a las torturas en sede policial ya fueron notificadas a un juez para que realice el control jurisdiccional, y si hacen lugar a nuestro recurso, Lucas Bustos debe salir inmediatamente en libertad”.

El martes 9 de febrero se vivió una de las jornadas más tensas luego de la aparición del cuerpo de Cecilia Basaldúa en un basural de Capilla del Monte: durante más de cinco horas prestó declaración testimonial Mario Gabriel Mainardi, un hombre de 47 años, oriundo de Rosario que vivió los últimos años en este pueblo cordobés ubicado al pie del cerro Uritorco, 92 kilómetros al noroeste de esta Capital. Mainardi fue la última persona que vio con vida a Cecilia. Y declaró a tenor del artículo 80 del Código Procesal Penal, donde aparece como sospechoso, no como un simple testigo; aunque aún no está imputado.

Los abogados Pavón y Sánchez observaron que “en plena cuarentena y con restricciones para circular, el 12 de junio del año pasado Mario Mainardi fue autorizado por la fiscal Paula Kelm a mudarse desde Capilla del Monte a Rosario, donde fijó su domicilio. Pero la misma fiscal realizó operativos con difusión mediática, donde hubo gente imputada por juntarse a comer locro el 20 de junio”.

Vestido con una camisa a cuadros, jean, botas y un pañuelo al cuello, Mainardi llegó solo a los Tribunales de Cosquín, sin su abogada defensora, la asesora letrada Laura Huberman. Cuando la fiscal Paula Kelm quiso iniciar el trámite de la declaración testimonial de Mainardi en calidad de testigo, se le opusieron los abogados querellantes Pavón y Battistón, en representación de la familia Basaldúa y la Secretaría de DDHH de la Nación. “Hay abundante prueba que compromete a Mainardi y debe responder por ella. Sin embargo, la fiscal no quiere abrir esa línea de investigación: Por esa razón nos negamos a que Mainardi prestara declaración testimonial en calidad de testigo: él está sospechado y esa sospecha no se evacuó y sigue firme”, explicó la abogada Daniela Pavón a elDiarioAR.

Tras dejar sentada la disidencia, para poder reclamar la posterior imputación de Mario Mainardi, los tres abogados y la secretaria penal tomaron una extensa declaración que incluyó unas 100 preguntas.

¿Por qué tanto énfasis en la testimonial? Porque Cecilia Basaldúa se alojó desde los últimos días de marzo en la casa de Mainardi, hasta que desapareció el 5 de abril de 2020. Cecilia se alojó en una habitación de esa vivienda. El sábado 4 de abril fue la última vez que esta joven porteña se comunicó con su familia. Mainardi recién le comunicó a la familia Basaldúa el miércoles 8 de abril que Cecilia se había ido con destino desconocido, tras sufrir un brote psicótico. Y que él la había echado. Aunque todas las pertenencias de la chica quedaron en la vivienda de Mainardi, como su teléfono celular, su notebook, su mochila y su melódica.

Allí también aparecieron muestras de sangre que no fueron analizadas por el Laboratorio de Genética Forense de la Policía Judicial por considerarlas irrelevantes, pero que desde la querella solicitaron peritarlas en un laboratorio independiente. El análisis de las llamadas telefónicas de Mainardi reveló un tráfico inusual con policías y un vecino, horas después de la aparición del cadáver de Cecilia, el 25 de abril de 2020. Y hay una declaración de una testigo que asegura que el sospechoso dio datos de lesiones sufridas por la víctima, cuando aún estaba desaparecida, y después fueron corroborados por la autopsia.

Los abogados Pavón y Sánchez coincidieron en que “su testimonio fue sólido, sin fisuras, estaba libreteado, sabía qué responder”. La abogada de la familia Basaldúa señaló a elDiarioAR que “hubo dos momentos donde Mainardi quedó descolocado, se mostró nervioso y dubitativo; cuando le preguntamos por las manchas de sangre en su casa y por las comunicaciones telefónicas con José Mesa, un vecino que vive a una cuadra. También dudó cuando le pregunté si se había comunicado con el cabo Raúl López. La madrugada en que la Policía allanó el domicilio de Mainardi, cerca de las 2; recibió dos llamados de López, uno a la 1.19 y otro a la 1.20. ¿Es normal que un policía le hable a esa hora, justo antes de que le allanen la casa?”.

Otra cosa que no supo explicar Mainardi fue “¿por qué le dio la melódica de Cecilia al hijo de su pareja?” “Es un instrumento musical caro, no es un juguete. Si Cecilia volvía, después del brote psicótico y encontraba que su melódica no estaba, ¿cómo se iba a poner, cómo iba a reaccionar? Esto nos da la certeza de dos cosas: nunca hubo brote psicótico y Mainardi sabía que Cecilia no iba a regresar nunca”, afirmó la abogada Pavón.

Desde la Fiscalía de Cosquín señalaron que “se trató de un testimonio más en la búsqueda de la verdad histórica de lo sucedido con Cecilia Basaldúa”.

Por Latinoamérica

Cecilia era “Gise” para su familia, sus papás Susana y Daniel; y sus hermanos Guillermo, Soledad y Facundo. En 2015, tras llegar a México a disputar el Campeonato Panamericano de Hockey sobre Hielo con la selección argentina, Cecilia les confirmó a sus familiares lo que les había anticipado antes de partir: “No vuelvo, me quedo a recorrer América”. Y lo hizo.

Durante su gira de cinco años, esta chica porteña del barrio de Núñez compartió con militantes zapatistas en la selva Lacandona, pasó por Guatemala, Costa Rica, El Salvador, y en su paso hacia el sur, al llegar a Panamá, la asaltaron.

En Ecuador les armó una página web a los habitantes de una zona que reclamaban la propiedad de sus tierras. Y llegó a Bolivia cuando la dictadura cívico policial destituyó a Evo Morales. Cruzó el país gracias a que habitantes de los pueblos originarios la guiaron para sortear los retenes golpistas: “El último jalón fue el más emotivo de todos: mis padres fueron hasta La Quiaca (Norte Argentino) a buscarme, en medio de abrazos y lágrimas”, posteó Cecilia. Y avanzó: “Fueron cuatro años de viaje por Latinoamérica, un total de 12 países, 100 ciudades y más de 10 mil kilómetros recorridos. Lo hice 90% a dedo, 100% autogestionado”.

Ya en nuestro país, Cecilia escribió sobre su experiencia latinoamericana: “Todavía se siente extraño. Regresar es como volver a abrir ese libro que hace mucho habías leído. El texto se ve diferente aunque las letras sean las mismas, porque es uno quién cambió”, posteó el 22 de diciembre de 2019.

“Nosotros nunca perdimos contacto con Gise, ni siquiera cuando estuvo en el Amazonas sin señal. Ella nos avisó que se iba a una zona donde era casi imposible comunicarnos, que cuando regresara, nos avisaba. Y nos avisó. Nunca perdimos contacto con ella. Cuando llegó a Bolivia la fuimos a buscar a Villazón, habíamos hablado con ella y acordado eso. Pasamos las fiestas de fin de año en Gualeguaychú y después nos fuimos todos a la Costa a pasar unos días a Santa Teresita. Ya en Buenos Aires, Gise nos dijo que en marzo se venía al campo a escribir su libro, estaba todo planeado, menos la pandemia y la cuarentena. Y mucho menos que la mataran como la mataron. Una chica sola recorrió más de 10 países, la asaltaron en Panamá, cruzó Bolivia en llamas y volvió con vida. Y me la vienen a asesinar en mi país. No lo podemos creer y no podemos creer la actuación de la Justicia de Córdoba”, acusa Daniel Basaldúa, padre de Cecilia, en su charla con elDiarioAR.

Cuando llegó a Capilla del Monte, con su carpa, su notebook, su melódica y unos pocos bártulos en la mochila, Cecilia se instaló en el camping municipal. Hasta que la cuarentena preventiva y obligatoria lanzada por el presidente Alberto Fernández a partir del 20 de marzo de 2020 la dejó varada. Los responsables del camping la echaron en vez de darle alojamiento. Y Cecilia inició un derrotero que terminó en su asesinato.

La metieron presa en Huerta Grande. Durmió en la plaza de Capilla del Monte. Y por consejo de Viviana “La Rasta” Juárez (45), una mujer que conoció en la plaza de Capilla del Monte y dijo ser artesana, Cecilia fue a parar a una tapera al lado del río en el barrio Matadero Viejo, donde en agosto de 2015 asesinaron a Mario “El Duende” Sánchez, un hippie que se ganaba la vida como tatuador.

Mientras estuvo un par de días en esa casucha de piedras, a Cecilia la llamaba por teléfono un amigo de “La Rasta”, Mario Mainardi, el rosarino que declaró la última semana en los Tribunales de Cosquín. El hombre le insistió varias veces con alojarse en su casa. Finalmente, sola, sin poder regresar a la casa familiar en Núñez, la chica aceptó la oferta de Mainardi de dejarla acampar con su carpa en el patio del hombre.

A los Basaldúa nunca les cerró la historia contada por Mainardi. Y a mediados de agosto del año pasado, una testigo anónima lanzó un audio de 16 minutos donde detalló que esa noche hubo una fiesta en la casa del rosarino que alojó a Cecilia, que duró hasta la madrugada del domingo 5: “Cecilia le decía a Mario que no pensaba hacer lo que él quería, que no era su forma de ser, yo no entendía qué sucedía en ese momento, seguía escuchando, entonces Mainardi le dice ‘Dale, flaca, es una noche, que te cuesta’”.

Esa testigo nunca fue buscada por la fiscal Paula Kelm, a cargo de la investigación del asesinato de Cecilia, la misma que ordenó la imputación y detención de Lucas Bustos, un chico que pesa 50 kilos, esmirriado y tiene menos de 1,60 metros de estatura.

En ese audio, a la que la fiscal Kelm calificó de falso, la mujer relata con detalles lo ocurrido esa noche: “Allí ”La Rasta“ le dice a Cecilia: “Negra, dale, qué te cuesta”, entonces Cecilia le dice a Viviana que le agradecía por haberla ayudado en todo, pero que no iba a hacer lo que ellos le estaban pidiendo y que se iba”. Además, cuenta cómo ocurrió el secuestro y desaparición de Cecilia y da nombres de policías involucrados: “Mainardi la agarra atrás de prepo, Cecilia se da vuelta y le mete una bofetada y le dice que se quería ir de ahí. Cecilia le dice que iba a agarrar sus cosas y se iba, entonces Mario la agarra de los pelos y la estampa contra un mueble, entonces entre Ramón y él le agarraron un brazo cada uno y le piden a la Vivi que busque algo para atarla”.

El relato agrega: “Entonces José la agarraba de las piernas mientras Vivi le ataba los brazos, después la sentaron en una silla le taparon la boca y entonces estuvieron un rato ahí, Ramón le dice a Mario ‘¿qué hacemos ahora?’; Mario le decía ‘no sé, fijate vos si nos pueden ayudar’, entonces agarra Ramón y llama por teléfono a una persona le dice, ‘Zarate, ¿te podés venir a la casa de Mario que tenemos un problemita?’. A los pocos minutos aparece un muchacho bajito ojos tipo de achinado y le dice a Mario: ‘Mario, Ramón, ¿qué ha sucedido?’. ‘Tenemos un problema’, dice y Mainardi le saca la mordaza a Cecilia que tenía en la boca, y le dice: ‘¿Qué vas a hacer, te vas a ir, qué vas a hacer?’”.

La mujer también reveló que Cecilia fue secuestrada y la llevaron con destino desconocido en un automóvil blanco. Esa misma madrugada, temerosa por lo que vio, la testigo huyó y desde hace casi un año vive ocultándose.

Los Bustos y la Justicia clasista

Lucas Bustos, un jornalero que vivía con su familia en las afueras de Capilla del Monte, se ganaba la vida con changas; y con su viejo teléfono posteaba en Facebook pidiendo por la aparición con vida de Cecilia Basaldúa. El lunes 27 de abril de 2020, agentes de la Policía de Córdoba llegaron al mediodía a la casa de los Bustos, preguntando si sabían algo de Cecilia Basaldúa, porque habían encontrado su cadáver dos días antes en un basural a más de tres kilómetros de allí.

Ese mismo día, cerca de las cinco de la tarde, regresaron los policías de Investigaciones de la Comisaría de Capilla del Monte. Invitaron a Lucas y a su hermano Santiago (26) a la sede policial a declarar como testigos y les prometieron que ni bien se desocuparan, volverían a casa. Pero en la comisaría los torturaron: Santiago, el mayor, resistió. Lucas “confesó” y quedó preso hasta hoy.

En ese caserío humilde vivían casi todos los Bustos: Antonio, su esposa Susana y siete de los nueve hermanos: cinco mujeres y dos varones. Una de las hijas vive en Córdoba, y otro de los varones está preso por una causa con demasiadas zonas grises. En octubre de 2020, abatido por el dolor de la prisión de su hijo menor, Antonio murió. “En tres semanas lo mató un cáncer. Apareció de la nada, le bajaron las defensas y murió. Mi papá era un hombre sano”, reclama Verónica, la mayor de los hermanos Bustos, que vive en la ciudad de Córdoba.

“La familia Bustos es pobre, humilde, sin acceso a grandes cosas, entre ellas la Justicia”, acusa el abogado Sergio Sánchez. “El 17 de agosto de 2018 detuvieron a mi hermano José, empleado municipal. Lo denunciaron por robar con un arma un celular. Lo denunció la hija de un policía de Capilla, y cuando describió al ladrón, el dibujo era igual a mi hermano José. Los allanaron, de la casa de José secuestran un buzo, un pantalón y otras cosas, ni el arma, ni el celular”, denunció Verónica Bustos.

La mujer agregó que “después se supo que mi hermano y la hija del policía se conocían, por eso lo describió con detalles. Le armaron una causa. Y una vez preso, todos los hechos que no resolvieron se los cargaron a José. Y ahora nos pasa esto con Lucas. Nos meten presos por pobres. ¿Sabe una cosa? A mi papá le secuestraron el apero y él se estaba muriendo y le pedía por favor a la doctora Kelm que le devolviera el apero. Y no se lo devolvió”.

El abogado Sánchez señala que “la verdad se va a imponer, en la instrucción o en un juicio; y Lucas Bustos va a recuperar su libertad. Creían que metiendo preso a un perejil, a un muchacho pobre y con una confesión bajo torturas, el caso estaba resuelto. Pero no olvidemos, sigue libre el femicida de Cecilia Basaldúa, y lo único que queremos en Córdoba es Justicia por Cecilia, que este femicidio no quede impune y que la fiscal Paula Kelm recapacite y reencamine la investigación”.

Durante la declaración de Mario Mainardi hubo una concentración de colectivos feministas en las puertas de Tribunales de Cosquín. Reclamaron Ni una Menos y Justicia por Cecilia.

GM

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