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Hongos cucumelos
Informe
En microdosis, cultivados en casa y sin evidencia que avale los efectos, la toma de hongos está en auge

Hongos

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La psilocibina es una droga psicodélica presente en los hongos del género Psilocibe, más conocidos como “hongos mágicos” o cucumelo. En su entorno natural, este hongo crece en la bosta de vacas y ovejas, pero pueden cultivarse de manera doméstica. Son comestibles. El efecto no es estimulante, sino que altera la realidad: la deforma. La toma tradicional es en rituales o sesiones que duran, en promedio, cuatro horas; el conocido “viaje”. 

Pero la novedad es que en los últimos años, y sobre todo los últimos dos marcados por la pandemia, la psilocibina, sustancia psicodélica del hongo, está en auge. Su uso se expandió entre los usuarios y usuarias en forma de microdosis, es decir, en tomas bajas y frecuentes del principio activo. La ingesta puede ser en pastillas que contienen el hongo o con el cálculo del gramaje del hongo disecado. Como no tiene un efecto pronunciado quienes lo consumen pueden seguir con su rutina. 

Su cultivo, venta y distribución no está autorizada, pero muchos consumidores y especialistas consideran a la psilocibina como una opción al tratamiento tradicional indicado para depresión, ansiedad, dolor crónico, trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y el déficit de atención. Usan psilocibina las personas que buscan rehabilitarse de la adicción a las drogas legales, como el tabaco y el alcohol, y también las que tratan el uso problemático de sustancias. Y también quienes quieren conectar con su entorno de un manera más relajada.

El intercambio de experiencias en foros, las manuales de cultivo y los tutoriales que están a un click (y gratis) en Internet, un documental que atrajo la atención y la falta -o escasa y a veces, inaccesible- atención respecto de la salud mental durante la pandemia hicieron que el fenómeno se expandiera. El hongo, principio y final del mundo que habitamos, empieza a transitar el camino del cannabis. Pero falta evidencia sólida que asegure que la ingesta terapéutica tenga efectos

“Conocí los honguitos y me enamoré por completo”

Llegué a la psilocibina después de experimentar con otros psicoactivos, como ayahuasca, San Pedro y LSD. Hasta que conocí los honguitos y ahí me enamoré por completo porque tienen que ver con mi energía, la de la niña interior. Quería conectarme con eso, con el disfrute, la sorpresa, la alegría, la celebración… Ver el mundo como algo nuevo”, dice Gimena, 34 años. Su búsqueda fue más personal que recreativa, e incluyó clases, seminarios, lecturas varias de libros y newsletters especializados, y vivos vía Instagram con personas a las que considera maestros. “Hace dos años que tomo psilocibina y me cambió la vida. Es mi medicina. Ahora no sigo ningún protocolo. Lo mío es intuitivo: me levanto y siento si voy a tomar ese día o no”, sigue Gimena.

El gramo de hongo seco cuesta, en el mercado clandestino, entre 1.000 y 1.500 pesos. Para una sesión de hongos la macrodosis a ingerir es de 1 a 3 gramos secos. La microdosis de psilocibina, en cambio, va de 0,1 a 0,3 gramos. Hay dos formas de administración populares entre los usuarios. El protocolo Fadiman indica una microdosis cada tres días durante seis semanas con extensión a diez semanas. Y el de Stamets indica tomar microdosis cuatro días seguidos y descansar tres días, por seis a diez semanas. Luego descansar de dos a cuatro semanas.

Venía con un cuadro depresivo severo y con el encierro por la pandemia todo se complicó un poco más”, cuenta Dario, 42 años. Es comerciante, tiene un hijo de cinco años y todavía duela la muerte de un familiar al que quería mucho. “Un día me crucé en la calle con un conocido. No teníamos mucha confianza, pero me vio mal y, de alguna manera, terminé contándole qué me pasaba. Me habló de los hongos, de la psilocibina y de una experiencia que había tenido que lo ayudó en un momento personal difícil. Busqué más información en Internet y conversé con mi analista. Le dije que sentía curiosidad y que quería probar. Él me acompañó en la decisión, con asesoramiento y escucha. Empecé con microdosis y a los dos o tres meses empecé a sentirme mejor, más animado y con esperanza. Ahora estoy en mi periodo de descanso”, dice Darío.

Hongos Fantásticos se estrenó en 2019 en una plataforma de streaming. El documental aborda la belleza y el activo psicodélico de los hongos. Pero también ofrece información sobre su historia, la importancia de su presencia en el ecosistema, el uso degradatorio en derrames de petróleo y el acompañamiento paliativo en pacientes oncológicos. “(Los seres humanos) Estamos más emparentados con los hongos que con cualquier otro reino animal”, concluye el narrador principal del documental, Paul Stamets, micólogo, investigador y militante del hongo. Durante una toma, por equivocación en cantidad excesiva, Stamets asegura que “dejó de tartamudear”. La afección en el habla había apareció cuando era pequeño.

Una súper moda sin suficiente evidencia científica

El uso de psilocibina es una súper moda porque es bastante cuidadosa de la salud. Es una terapéutica que se tolera muy bien. Y por otro lado creo que tiene que ver con que hay mucho malestar subjetivo en estos últimos años de pandemia, de encierro, de miedo y de tantos cambios, a la par de un cansancio de las personas en relación a lo que habitualmente proponen los servicios tradicionales de salud mental, que es el uso de psicofármacos, ansiolíticos y antidepresivos”, dice Celeste Romero, médica psiquiatra, Coordinadora de investigación médica del Centro de Estudios de la Cultura Cannábica y docente universitaria.

Comparada con el LSD -ácido lisérgico, la sustancia psicodélica más famosa del planeta y, quizás, la más potente-, el “estigma” cultural y político de la psilocibina es menor. Por otro lado, es una sustancia relativamente segura y una sobredosis es virtualmente imposible. Hay un riesgo que tiene que ver con la naturaleza del hongo: dado que es silvestre, de tomarlos de su entorno natural hay que cuidar de no confundirlo con uno tóxico, porque podría ser letal

Las intoxicaciones fatales, de todos modos, son raras: once muertes reportadas por el consumo de “hongos mágicos” entre 1960 y 2010. Es un dato consignado en Un libro sobre drogas (El gato y la caja, 2017) por Enzo Tagliazucchi, doctor en Física, investigador de CONICET y docente en el capítulo Psicodélicos, en base al estudio Harm Potential of Magic Mushroom Use: a review, publicado en 2011.

Tagliazucchi es el director del Laboratorio de Conciencia, Cultura y Complejidad de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires. En 2020, junto a su equipo, publicó un trabajo en el que demuestra que la psilocibina en dosis bajas no tiene efectos evidentes. Para el estudio reclutaron a 34 personas. Hay bibliografía. Hay podcast sobre el tema. Hay tutoriales en YouTube. Hay experiencias de usuarios relatadas, filmadas y fotografiadas en redes sociales. Hay personas que no necesitan certezas científicas sino compañía, facilitadores o chamanes. “Mi cuerpo, mi decisión”.

Un trabajo publicado por el Laboratorio de Conciencia, Cultura y Complejidad de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA demuestra que la psilocibina en dosis bajas no tiene efectos evidentes.

La microdosis de psilocibina es una estrategia que forma parte de un plan terapéutico que involucra psicoterapia, una posición activa en cuanto a los desencadenantes del malestar y también un deseo de aprender nuevas formas de relacionarse con los síntomas, hay algo que involucra a las terapias con enteógenos… o psicodélicos, pero me gusta más la palabra enteógenos”, sigue Celeste Romero, psiquiatra. Y agrega: “Hoy cuando la gente se siente mal sabe que también hay otras opciones además de los psicofármacos. Hace cinco años no pasaba. Pero cuando se puso en agenda el uso del cannabis también empezó otra búsqueda, de algo más natural. Y al boom del cannabis le sigue este segundo boom, el de psilocibina, que es súper válido”.  

Ceremonia de hongos: reducción de riesgos y daños

Se conocen unos 70 hongos que contienen psilocibina. En América los más conocidos son el Cubensis y el Caerulescens. Se hicieron famosos en 1957, cuando un banquero norteamericano contó en la revista Life una experiencia “de viaje” realizada en México. Al año siguiente, en 1958, el químico Albert Hofmann logró aislar la psilocibina de alta pureza en un laboratorio. Las macrodosis, una ingesta tóxica que altera la realidad por unas horas, son ceremonias ancestrales que nunca pasaron de moda. Se hacen entre amigos, por ejemplo, de manera lúdica y también reveladora.

El médico Carlos Damin, jefe de Toxicología del Hospital Fernández, docente y director de Fundartox advierte sobre el abuso de la sustancia: “La psilocibina no es de consumo permanente ni genera dependencia. Tampoco es un medicamento ni están establecidas las dosis mínimas. Ni está indicado con fines terapéuticos: de hecho, se probó como antidepresivo y se descartó. Como es un alterador de la realidad, crea un escenario de fantasía. Y pone en riesgo la vida de quien consume. Una alucinación puede derivar en una caída, por ejemplo, con consecuencias graves o fatales”. 

VDM/

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