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Autoayuda según Yoko Ono, el escondite de Seinfeld

Una escena de Seinfeld.

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Tal vez sea una de las mejores piezas televisivas de todos los tiempos. Es el capítulo 19 de la octava temporada de Seinfeld. Lleva como título The Yada, Yada y salió al aire por primera vez el 24 de abril de 1997. Como todo Seinfeld, ahora está disponible en Netflix.

Las situaciones, como siempre, se cruzan: al principio de todo George está chocho con su nueva novia Marcy (ya vendrán la decepción, el disgusto, el gesto que le hace ruido y detona toda su aparatez característica). Jerry está indignado porque su dentista Tim Whatley (Bryan Cranston, sí, el profesor de Breaking Bad en un papel impecable) se convirtió al judaísmo y sospecha que lo hizo para poder hacer chistes. Elaine se enreda cuando una pareja le pide que los recomiende ante una agencia de adopción. Kramer arma una serie de citas dobles y fallidas con un amigo y dos chicas.

El centro del programa, más allá de los enredos y las escenas graciosísimas, está puesto en el yada, yada del título, que en algunos lugares traducen como bla bla, aunque yo prefiero quedarme con el original por su sonoridad. Una frase que se volvió memorable. El emblema de la serie sobre nada que recuperó en ese ensamble de palabras un todo posible. El bocadillo maravilloso que usa la novia de George para ahorrarse dar detalles cuando relata alguna historia.

A veces sobre cosas triviales, a veces sobre episodios que enojan terriblemente a George. “Mi ex novio vino a casa anoche, yada yada yada, hoy estoy muy cansada”, desliza Marcy una vez mientras conversan en el restaurante. Se dijo y no se dijo: la bomba queda sobre la mesa y, al mismo tiempo, no termina de estallar. George, como siempre, prefiere demorar la cosa, no indagar para poder apelar él mismo al yada yada cuando no quiera dar alguna explicación completa sobre algo comprometedor de su propia vida.

Decir yada yada yada o apostar al latiguillo en todo sentido: algo que se arroja, como una piedra, como una soga. Palabras un poco ridículas que primero llaman la atención (Jerry califica a la novia de su amigo de sucinta y hasta bromea con que estar en pareja con Marcy es como salir con el USA Today, en referencia al popular diario estadounidense que se caracteriza por un estilo muy sintético, grandes fotografías y textos breves). Hasta que los cuatro protagonistas –todos elusivos, todos con la neurosis a cuestas, todos gambeteadores torpes de conflictos– empiezan a tomarle el gusto al yada yada. A encontrar en ese balbuceo un recurso encantador que usan cada vez que aparece la oportunidad.

Entonces en eso que tiene la forma de escondite o de sustracción –no decir y al mismo tiempo inventar un término que ocupe un hueco en el habla–, aparece una amabilidad intempestiva. Un ahorro de información para quien escucha y también para quien dice. Un tipo insólito y también cordial de cuidado.

Podría revelar un montón de motivos, inundar este lugar de palabras; llenar de rulos cotidianos, de problemas o de quejas este espacio. Existen, están, me inquietan por estos días difíciles.

Pero no va a ser hoy. Así que pensé en Marcy. Así que mejor Seinfeld, su modo de encarar el absurdo, la risa. Así que yada yada yada no hay comienzo esta vez. O al menos no uno tradicional.

Los dejo con una nueva edición de Mil lianas.

1. Pomelo, de Yoko Ono. A comienzos de los sesenta, Yoko Ono empezó a hacer una serie de performances que la ubicaron entre las pioneras en esa disciplina justamente por intentar correr velos y límites en las expresiones artísticas. Una de ellas fue Cut Piece, de 1964. La llevó adelante en el Yamaichi Concert Hall en Kioto, Japón. Allí, la artista permanecía arrodillada en el escenario e invitaba al público a subir para cortarle con una tijera la ropa que ella tenía puesta. A medida que las prendas se iban cayendo, lo que quedaba al aire era la piel de Ono, su cuerpo expuesto. “Los espectadores fueron recortando las partes de mí que no les gustaban. Al final sólo quedaba yo, firme como una piedra, pero ni siquiera eso les satisfacía: querían saber qué había en esa piedra”, comentó tiempo después.

En tiempos de efervescencia y gran creatividad –y en esa misma línea de correrse de lo establecido–, ese mismo año publicó su libro Pomelo que originalmente salió por la editorial Wunternaum Press de Tokio y que en español tuvo una edición en 1970 por el sello argentino Ediciones de la Flor con traducción de la mítica Susana Pirí Lugones.

Ahora una edición facsimilar de Pomelo acaba de llegar a las librerías locales a través del sello mexicano Alias, que se dedica a rescatar publicaciones que con el tiempo se convirtieron en referencias valiosas para el arte contemporáneo.

Con textos, ilustraciones, pequeñas notitas y hasta un comentario inicial un poco en broma de John Lennon, la publicación es una suerte de libro de autoayuda. Pero uno tramposo y a la vez fascinante. Porque, a diferencia del tono machacón que por lo general imponen esos textos que instan a la productividad o a ceñirse a un listado de obligaciones en pos de un supuesto bienestar, aquí Ono propone un catálogo de instrucciones deformes (“Pieza de espejo. En vez de conseguir un espejo, conseguir una persona. Mirarse en ella. Usar gente distinta. Vieja, joven, gorda, pequeña, etc. Primavera de 1964”, señala, por citar un ejemplo).

A través de las páginas de Pomelo la artista invita a pasear, a contemplar cuadros con métodos muy específicos, a dormir con otros, a hacer del tiempo algo propio y no impuesto. Una pintura de época, a su modo y también una manera de poner la lupa sobre la producción frenética de mercancías e información. Tanto que en la contratapa se puede leer lo siguiente: “Queme este libro después de leerlo. Yoko Ono” y “Este es el mejor libro que he quemado. John Lennon”.

La nueva edición de Pomelo, de Yoko Ono, salió por la editorial Alias y se distribuye en librerías locales.

2. Documentales del Oscar. Mientras sigue la temporada alta de entregas de premios en el mundo del espectáculo y la cuenta regresiva hacia el Oscar 2023 se va acortando, algunas de las producciones que compiten por ese esperado galardón que entrega la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de los Estados Unidos llegaron por estos días a distintas plataformas de streaming. 

De hecho, entre los nominados, ya están disponibles cinco de la categoría Documental para mirar en ese formato. Por acá rescaté los que están disponibles en la Argentina y les cuento dónde se pueden ver. Hay producciones con foco en la naturaleza, crónicas con personajes de la política internacional, historias muy conmovedoras, largometrajes que se parecen bastante a thrillers y también retratos de personalidades curiosísimas.

Se trata, en todos los casos, de películas y cortometrajes que cosecharon una amplia repercusión en festivales internacionales pero que no tuvieron estrenos locales en salas de cine. 

La selección de cinco documentales que compiten en los Oscar 2023 y dónde verlos se puede leer por acá.

3. Bibliotecas, varios autores. Un libro que es una celebración de los libros y de los 15 años de su sello editorial, uno de los más vigorosos de la Argentina. Un libro que habla de selecciones, de orden, de separaciones, de obsesión, de desapegos, de permisos para espiar, de prejuicios, de formas de extrañar, de vidas.

Para armar Bibliotecas (Ediciones Godot, 2023) los editores convocaron a catorce escritoras y escritoras que intentan, con estilos muy diversos, pensar qué es una biblioteca, cuáles fueron las que marcaron sus vidas, qué vínculos establecieron con ellas. Entre otras y otros, escribieron ensayos para esta publicación Luis Chitarroni, María Sonia Cristoff (ya que estamos: de su extraordinario libro Derroche hablamos por acá), Martín Kohan, Carla Maliandi y Edgardo Scott.

En particular, me enganché con el relato de la escritora Mercedes Halfon, donde repasa algunos muebles que marcaron su vida y lo hace desde la materialidad del asunto para meterse un poco más allá, para preguntarse profundamente de qué están hechas las bibliotecas. También me interesó el texto de Martín Kohan, que parte de una separación para trazar algunas ideas sobre un reflejo retentivo que nos lleva a juntar libros, la lectura y el subrayado como movimientos indisolubles. 

“Cabría especificar que lo que en rigor de verdad se atesora no son exactamente los libros sino, con ellos, las lecturas que de ellos se han hecho, las lecturas que en ellos se han hecho. Al menos para aquellos para quienes, como para uno, leer implica subrayar. No porque se lea y además se subraye, sino porque se lee subrayando, porque se lee al subrayar, porque leer y subrayar se fusionan. Subrayar es trazar en las páginas escritas las marcas de la propia lectura (un atisbo de escritura como parte de la lectura misma)”, apunta en su ensayo.

El libro de ensayos Bibliotecas salió por Ediciones Godot.

Banda sonora. Otra vez, varios ingredientes en nuestra banda sonora compartida, el listado de canciones que rodean cada edición de este espacio y que pueden escuchar o seguir por acá. Esta semana se celebró San Valentín y, como todos los años, las plataformas de streaming estrenaron comedias románticas o destacaron en sus catálogos algunos clásicos del género (por acá hice un repaso de diez, entre novedades y esas películas a las que siempre estoy volviendo). Como me pasa siempre para esta época, me lancé con mucha ilusión a estos lanzamientos. Lo pasé bastante bien mirando A quien solía conocer (más allá de la traducción un poco insólita al español de Somebody I Used To Know), la que presentó Amazon Prime. Pero con Tu casa o la mía, la producción que impulsó Netflix, me choqué contra una pared.

De lo poco rescatable (¿se puede hacer una película floja con Reese Witherspoon y borrarle de un plumazo todo su carisma? Se puede) me quedé con algunas canciones del grupo The Cars, la música que escucha todo el personaje que interpreta Ashton Kutcher. Se suman a nuestra selección.

Un poco más. Rihanna deslumbró con su reciente presentación en el Super Bowl y me pareció una buena excusa para elegir también algunas de sus canciones. Por último, hablamos arriba de Yoko Ono y de John Lennon, algo de ellos se agrega también.

Posdata. Muchas gracias por los mensajes que me mandan cada semana. En especial los últimos, en los que se refirieron a distintos puntos ciegos de sus vidas y sus lecturas, a partir del libro de Javier Cercas que comentamos acá.

¡Hasta la próxima!

AL

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