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Un fenómeno creciente

Narcofemicidios: el cuerpo de las mujeres como mensaje en la disputa criminal

Los narcofemicidios, un fenómeno que crece en la Argentina

Claudia Regina Martínez

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El hallazgo de los cuerpos de Brenda Del Castillo, Morena Verdi y Lara Gutiérrez en una vivienda de Florencio Varela puso en primer plano la crueldad de un femicidio que excede el esquema “íntimo” –la pareja o expareja como agresor– para insertarse en otro circuito, más complejo y menos explorado: el de la criminalidad organizada.

Las tres jóvenes, de 20 y 15 años, estaban desaparecidas desde el viernes 19 por la noche. Fueron vistas por última vez al subir a una camioneta blanca con patente adulterada con la promesa de asistir a una fiesta. Cinco días después, la policía encontró sus cuerpos enterrados en una casa.

La brutalidad del hecho se agiganta por dos circunstancias: la transmisión en vivo de los asesinatos a través de redes sociales -que según el ministro de Seguridad bonaerense, Javier Alonso, fue presenciada por al menos 45 personas- y el mensaje explícito del líder de la banda: “Esto le pasa al que me roba droga”. La violencia, en este caso, no fue solo hacia las víctimas, sino hacia toda la comunidad: un mensaje ejemplificador que utilizó el cuerpo de las mujeres como vehículo de disciplinamiento.

Marcha para reclamar justicia por las jóvenes asesinadas en Florencio Varela

El crimen como mensaje

Para la jurista Daniela Heim, directora de la especialización en Género y Teorías Jurídicas Feministas en la Universidad Nacional de Río Negro, el triple femicidio de Florencio Varela concentra elementos clave de esta modalidad criminal: la desaparición previa, la crueldad del asesinato, la espectacularización de la muerte y la cosificación del cuerpo femenino. “Se utiliza el cuerpo de las mujeres como herramienta para enviar un mensaje. Es la deshumanización total”, señaló al Diario de Río Negro.

Heim subraya que se trata de un femicidio no íntimo, categoría poco trabajada en la agenda pública: “Es un femicidio en contexto de narcotráfico, un delito predatorio, una herramienta de negociación y de disuasión”. En este esquema, los cuerpos femeninos se convierten en botín o moneda de cambio en disputas territoriales y venganzas narco.

La investigadora alerta sobre el regreso de patrones de violencia que parecían haber quedado en el pasado: el cuerpo de las mujeres como “campo de batalla” o “instrumento de guerra”. En este caso, se suman además la edad de las víctimas -todas muy jóvenes, una de ellas menor de edad- y su situación de vulnerabilidad social.

Lo que dice la pericia

En paralelo, el análisis forense permite ordenar lo que, en la conmoción inicial, suele quedar atrapado en el terreno de la conjetura. Los informes preliminares confirmaron que las tres chicas fueron asesinadas el mismo viernes en que desaparecieron. La escena, marcada por intentos de ocultamiento y entorpecimiento -desmembramiento, uso de lavandina, enterramiento-, evidenció una planificación logística que abre la hipótesis de participación múltiple.

Los especialistas destacan que la figura de femicidio se aplica desde el inicio de la investigación por protocolo: no es una etiqueta ideológica, sino una forma de preservar evidencias y considerar el contexto de género en muertes violentas de mujeres. El ensañamiento, la alevosía y el inciso 11 del artículo 80 del Código Penal (cuando un hombre mata a una mujer mediando violencia de género) son agravantes que deberán probarse con pericias definitivas, que incluyen estudios toxicológicos, histopatológicos y de ADN.

La violencia, advierten peritos consultados, tiene características instrumentales: hubo planificación, mensaje a terceros y un patrón de crueldad que excede el ataque individual. La espectacularización del crimen en redes sociales no solo refuerza esa hipótesis, sino que revela una dinámica inédita: la conversión del femicidio en espectáculo digital, transmitido en tiempo real para garantizar su carácter ejemplificador.

Un fenómeno con estadísticas propias

Aunque todavía en etapa de investigación, el caso de Florencio Varela se inscribe en una problemática que ya cuenta con estadísticas en el país. Entre 2020 y 2025, se registraron 196 femicidios vinculados al narcotráfico, 128 de ellos en Rosario, según el observatorio Mumalá. En Santa Fe, el 65% de los femicidios ocurridos en los últimos años se dieron en contextos de criminalidad organizada.

Las cifras generales también son alarmantes: en Argentina, cada 35 horas una mujer es víctima de femicidio. En 2024 hubo 247 asesinatos de mujeres, que dejaron a más de 200 niños sin madre. Hasta agosto de 2025, la Casa del Encuentro registró 164 víctimas y 143 hijos e hijas huérfanos.

En contextos de narcotráfico, la violencia adquiere un carácter diferencial: secuestros, incomunicación con familiares, suministro de estupefacientes y desapariciones prolongadas antes del hallazgo de los cuerpos. En estos escenarios, las mujeres aparecen como blanco privilegiado de venganzas y como parte de la exhibición del poder de las bandas.

Rosario, un laboratorio crítico

El Observatorio de Mumalá identifica a Rosario y su área metropolitana como epicentro de este fenómeno. Allí convergen factores económicos y sociales: un modelo agroexportador con puertos privatizados y escaso control estatal, connivencia de sectores políticos, judiciales y policiales, y un entramado de desigualdades que expone a los barrios más pobres a la violencia narco.

La combinación de relaciones de poder asimétricas, misoginia institucional, ausencia del Estado y circulación de armas agrava la vulnerabilidad de mujeres, niñas, adolescentes y personas trans. Muchas veces, los vínculos familiares o afectivos con varones ligados a organizaciones criminales determinan que ellas se conviertan en blanco directo de represalias.

La magnitud de los casos en Santa Fe convierte a esa provincia en un laboratorio para comprender el cruce entre violencia de género y crimen organizado. “El análisis no solo permite visibilizar la especificidad de estos femicidios, sino también aportar insumos para políticas públicas urgentes”, advierten desde el Observatorio.

Retrocesos estatales y desprotección

El panorama se agrava por la falta de políticas públicas. Desde 2017, la Argentina había sostenido un Plan Nacional de Acción contra las violencias de género. Pero este año, por primera vez, no se implementó. Tampoco se renovó el Programa Acompañar, lo que redujo en un 98,7% la asistencia a mujeres en situación de violencia. La Línea 144, principal canal de contención, perdió más del 40% de su personal y carece de presupuesto específico en 2025.

A la ausencia de recursos se suma la pérdida de sistemas de medición: ya no se releva información nacional sobre violencia de género, lo que impide diseñar políticas basadas en datos. “No se puede abordar un fenómeno tan complejo sin información, recursos materiales y humanos formados”, advirtió ELA (Equipo Latinoamericano de Justicia y Género).

El cuerpo como botín

En este marco, el triple femicidio de Florencio Varela no es un hecho aislado, sino la muestra visible de un fenómeno devastador: el cuerpo de las mujeres reducido a botín en disputas criminales. La violencia machista se entrelaza con las lógicas del narcotráfico, donde el mensaje disciplinador se impone por encima de toda humanidad.

Heim lo sintetiza con crudeza: “La desaparición de una mujer es la antesala de un femicidio. El cuerpo despojado y cosificado es el vehículo del mensaje”. Ante ello, insiste en que la prevención de la violencia contra las mujeres no puede pensarse sin atender al contexto económico y social: la pobreza, la falta de oportunidades y la precarización obligan a muchas a estrategias de supervivencia -como la prostitución- que las colocan en mayor riesgo.

La pregunta que queda abierta es cómo enfrentarlo. Sin políticas públicas, sin Estado presente, sin recursos ni información, los femicidios en contexto de narcotráfico seguirán multiplicándose en silencio, mientras las organizaciones feministas advierten que el país se convierte en terreno fértil para una violencia cada vez más cruenta, ejemplificadora y devastadora.

CRM

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