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Una Navidad diferente
Víctor y Jorge viven en Córdoba y hace un año adoptaron a seis hermanos: “Las complicaciones están como en cualquier familia”

La familia Elías Sajoza en el teleférico de Salta

Celeste del Bianco

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Para esta Navidad, la segunda que pasan en Córdoba, probablemente los seis pidan juguetes. No como en la anterior en la que no escribieron ninguna carta. En diciembre de 2021, decidieron no pedir nada porque recordaron la Nochebuena de 2020 y el deseo de tener una familia. “Papá Noel cumplió, se portó bien con nosotros”, dijeron y no hicieron lista de regalos. Los seis hermanos de entre 7 y 11 años llegaron desde Salta a la zona de las Sierras Chicas, a 35 kilómetros de la capital cordobesa, el 17 de diciembre de 2021 y pasaron las fiestas con Víctor Sajoza y Jorge Elías, sus padres adoptivos.

“Fue todo un revuelo porque ellos venían muy ansiosos por conocer la casa, las mascotas, la familia, los amigos y no querían perderse un instante de hacer todo eso que habían planificado. Fue conmovedor y movilizante verlos”, recuerda hoy Víctor Sajoza, un año después de ese primer día. Él tiene 52 años y es profesor de francés en la Universidad de Córdoba y Jorge tiene 53 y es productor de seguros. Están juntos hace 22 años. La primera vez que escucharon la convocatoria pública de adopción en la televisión frenaron un instante, se miraron y siguieron con sus cosas. Ninguno dijo nada. Un mes después, a fines de julio de 2021, el mismo informe en la pantalla. Esta vez sí: frenaron, se miraron y hablaron. Días después, enviaron un mail para postularse para adoptar a seis hermanos, cuatro nenes y dos nenas, que vivían en un hogar de la capital salteña y no querían ser separados. El mes siguiente tuvieron la entrevista de despeje y a los pocos días viajaron al Norte para completar la inscripción en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (RUAGA). Todo pasó muy rápido: la jueza los citó en octubre y les habilitó el proceso de vinculación. “Veníamos escuchando mucho de los tiempos que transcurren entre una etapa y la otra, pero de repente a las 10.30 de la mañana ya estaba la decisión tomada y al ratito nosotros salimos para el hogar para conocerlos”, cuenta Víctor Sajoza.

Los chicos los estaban esperando. Habían planeado esconderse y sorprenderlos, pero la estrategia no funcionó. Apenas Víctor y Jorge entraron, empezaron a saltar, a correr alrededor de ellos, a abrazarlos. “¿Van a ser nuestros papás?”, les preguntaron. Ese fin de semana estuvieron juntos: miraron películas, fueron a la plaza, jugaron y conversaron. “Sobre todo los más chicos nos preguntaban si íbamos a ser sus papás o no. Había que contener mucho esa ansiedad que tenían. También hacíamos tarea, debutamos como papás-maestros. De a poquito fuimos tratando de que ellos se soltaran, que empezaran a confiar en nosotros”, dice Víctor.  Después, se sucedieron algunos encuentros más en Salta y videollamadas diarias. A fines de diciembre de 2021 la vida cambió para los ocho.

En Argentina, solo el 0,13% de las personas que deciden adoptar aceptan grupos de niños tan numerosos. Según los datos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, solo 3 en un total de 2430 postulantes tienen disponibilidad para adoptar a más de cuatro niños, niñas o adolescentes. En lo que refiere a las edades, solo el 1.89% de los postulantes aceptan chicos mayores de 11 años. Víctor y Jorge integran la campaña #AdoptenNiñesGrandes, un colectivo de personas que visibiliza sus historias en las redes sociales y que busca que la adopción no se limite solo a bebés. Según el último reporte del RUAGA, hay 2430 familias inscriptas en todo el país y 2199 niños, niñas y adolescentes que esperan ser adoptados. Sin embargo, casi el 90% de las familias prefieren niños y niñas pequeñas.

“Tomar la decisión de adopción no es simple, es hora de romper los mitos o las expectativas de adoptar hasta los tres años. En Argentina hay cerca de 2000 niños que están por encima de los 6 años que están esperando tener una familia. Es muy lindo y gratificante pensar en niños mayores. Las complicaciones están como en cualquier familia, pero muchas veces se habla negativamente y la verdad es que hay que animarse porque tienen tanto adentro para dar y para entregar y agradecer y para recibir de estas familias que se van armando. El desafío vale millones de veces”, dice Víctor.

El desafío ahora también es multiplicar todo por ocho. La comida, las actividades, el tiempo. Son las primeras semanas de diciembre y en la casa se mezclan los disfraces para la peña de fin de año de la escuela: hay polleras, gargantillas, lazos, telas, tul, panderetas y maquillaje. “Estamos con el acto de fin de año: tres que bailan la tarantela, una tango y la otra la chacarera. Unos días atrás no sabíamos si nos faltaba o sobraban pañuelos, si la tanguera tenía su gargantilla con la rosa lista. Fue lindo ver como ellos por primera vez tenían esa familia que esperaban. Que estaba esforzándose para que vayan bien caracterizados y también haciéndolo con ellos. Lo vivieron de forma muy especial”, describe Víctor. Subieron los trajes a la camioneta Van y se fueron hasta La Granja, el pueblo vecino en el que está la escuela pública en la que cursan.

Además de cambiar el auto, Víctor y Jorge ampliaron la casa. Ya están listas la habitación y el baño de los varones y en construcción la de las nenas. Ahora el freezer tiene un lugar central, no como antes que solo se usaba para las fiestas. Ahí guardan provisiones en caso de emergencias, hay Plan B y Plan C.  Hay cronogramas con actividades extracurriculares: algunos van a fútbol tres veces por semana, otros a cerámica, otros a aikido, otros a artes plásticas. Todos van al grupo de Scouts. “La vida te cambia 360 grados porque tu agenda pasa a segundo plano y vas marcando actividades que te van informando en la escuela y en otras actividades. Cada uno va eligiendo lo que les gusta hacer y nosotros por atrás corriendo cosas de la agenda, tratando de poder trabajar cuando están en el colegio y concentrando ahí todas las actividades posibles”, cuenta el padre. La pareja dice que “es un gran tetris”, pero que sobrevivieron al primer año. 

En 2017, fueron familia de acogimiento de una bebé que se quedó 14 meses hasta que fue restituida a su familia biológica. “Fue una experiencia maravillosa, pero muy dolorosa. Las despedidas de ese tipo duelen, seguimos en contacto, para ella seguimos siendo papás. Cuando nos preguntan, no decimos que somos 8 sino 9. Siempre nos gustó construir la familia desde la adopción. Tenemos alrededor gente que ha optado por otros mecanismos, pero a nosotros nos daba vuelta esto de que hay muchos niños que tienen esta necesidad de familia y que tienen el derecho de recuperar esa infancia que por culpa de terceros la estaban perdiendo”, dice.

¿Cómo es tener dos papás? Sobre eso también conversan. “Hablamos mucho. Sobre cómo eran sus días antes, de cómo la estaban pasando y también sobre cómo se han posicionado en esto de que tener dos papás hoy día es tener familia. Ellos son los guardianes de todo aquello que diga algo que no corresponde sobre la situación de sus papás”, cuenta Víctor. 

El desafío más fuerte, dicen Víctor y Jorge, quizás sea dejar de soñar con esa familia tan idealizada y animarse a pensar en la familia que contiene. “Una familia que restituye derechos a esos niños de ser niños, que están en hogares o en instituciones alejados de gente que le de afecto y que eso está marcando su vida. Por demoras en la justicia o por no haber familias que se postulen son chicos que del hogar salen a la calle. Es muy duro pensar en esas realidades. Hay mucha gente que puede estar dando una posibilidad de proyectar un futuro mucho mejor”, cierra Víctor.

CDB/SH

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