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Entrevista

María Apólito, subsecretaria de Economía del Conocimiento: “Hay que proteger a los trabajadores del sector, pero no se puede resolver sindicalizando”

María Apólito, subsecretaria de Economía del Conocimiento

Delfina Torres Cabreros

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“Hay que romper el paradigma tradicional”, dice María Apólito, subsecretaria de Economía del Conocimiento dentro del Ministerio de Desarrollo Productivo, y la consigna aplica en varios niveles. Este sector, que ella define como “actividades intensivas en el uso de nuevas tecnologías y que requieren de recursos humanos altamente calificados” representa hoy el tercer complejo exportador de la Argentina, solo por detrás del agro y la industria automotriz, y promete una expansión acelerada en los próximos años. 

El límite que encuentra es la falta de personas capacitadas en el área, lo que se intenta destrabar con cursos cortos y focalizados, que desafían a las modalidades más tradicionales—y culturalmente valoradas— de la formación, pero ofrece recompensas muchas veces superadoras. En el contexto general de un mercado de trabajo deprimido, Apólito asegura que hay 9.000 posiciones vacantes vinculadas al software, que se duplicarán en la medida que la transformación digital avance y “cualquier pyme” necesite “un equipito de dos programadores”. 

Por las potencialidades del sector y su particularidad, Apólito considera que hay que pensarlo con su propia lógica y no tratar de extrapolar estructuras tradicionales tal como existen. También admite la necesidad de pensar herramientas innovadoras para detener la salida de talentos del mercado local, la principal preocupación de las empresas tecnológicas.  Aunque, asegura, es difícil por la falta de diagnóstico. “Sabemos que existe la fuga, pero nadie nos dice cuántos son o cuántos dólares estamos perdiendo”, señala. 

—Cuando decís que la economía del conocimiento requiere “recursos humanos altamente calificados” ¿en qué tipo de calificación estás pensando? ¿Ingenieros, desarrolladores?

—La educación formal universitaria es sumamente importante, nadie duda de eso, el dinamismo de las tecnologías pone a prueba si lo que uno está enseñando en las universidades o en una escuela media es lo que tendríamos que aprender para enfrentar un mundo del trabajo hoy o en cinco años. Ese dinamismo nos muestra que lo altamente calificado no debería ser sinónimo de una carrera larga de muchos años. Hablamos de perfiles que en un tiempo más corto que lo que dura una carrera tradicional se puede preparar para enfrentar con herramientas nuevas problemas y soluciones que las empresas o el mercado laboral plantean. 

Ustedes lanzaron hace poco la segunda etapa del plan Argentina Programa y hay muchas iniciativas públicas y privadas para formar masivamente programadores en los niveles iniciales. Sin embargo, esos no son los perfiles que más se necesitan hoy en la industria sino gente con cierta experiencia. ¿Cómo se hace para adaptar los recursos que se forman a las necesidades de la industria? 

—Somos conscientes que iniciativas como Argentina Programa resuelven una parte del problema, que es ampliar la base de recursos. Nosotros aspiramos a que después las empresas los terminen de formar, por eso trabajamos juntos. Pero el desafío no es solo formar sino también retener talentos en las empresas y en las universidades para que las sucesivas generaciones se formen. En las universidades tenemos el problema de que muchos profesionales que enseñan se van a la industria por los sueldos y tenemos las universidades vacías de docentes en este tema. Somos conscientes de que con generar solamente los talentos no alcanza; tenemos que retenerlos. Para eso estamos viendo alguna estrategia. 

¿Qué estrategia? 

—Estamos pensando en un esquema de financiamiento a proyectos que realicen universidades u organismos del sistema científico donde haya un resultado de alguna licencia o algún resultado patentable o de derecho de autor y demás. Serían proyectos que se realicen en conjunto con empresas. Entonces, por proyecto, tratar de pagar un incentivo a las personas que participan para ayudar a completar de alguna manera algún salario que al docente universitario o al investigador le sea atractivo para seguir quedándose en la universidad. Esa es una estrategia para el lado de no tener esta deserción y esta fuga masiva al sector privado.

¿Y respecto de los profesionales seniors que se van de las empresas privadas para trabajar de forma remota para el exterior, esa “fuga” que preocupa tanto al sector, se puede hacer algo?

—Ese es un fenómeno global. Si bien tenemos una mesa de diálogo donde está el Banco Central, el Ministerio de Trabajo, la AFIP, creemos que la solución no es perseguir a nadie, porque también está el debate de si esto que se hace es legal, si es ilegal; cómo cobrás, si ingresan los dólares al país o no. Consideramos que la persecución no daría resultado. Creemos que hay que lograr que las empresas tengan sueldos en este sector un poco más acordes al mercado global. Para eso también tienen la ayuda de un 70% de descuento en las contribuciones patronales [dentro de la Ley de Economía del Conocimiento] y estamos revisando algún esquema que todavía no tenemos cerrado de incentivo a las empresas que exportan. Porque también nos estamos perdiendo exportar; un senior que se va y trabaja para afuera, más allá de cómo ingresa el dinero o no lo ingresa, significa exportaciones que perdemos porque esa persona está trabajando para otro país y podría estar trabajando con una pyme argentina para una empresa argentina. Entonces estamos viendo si podemos sacar algún incentivo que vaya directamente ligado al pago a una mejora en los sueldos de estos seniors para acercarlos a los salarios globales, pero atado a la exportación. Pero no es nada que tengamos cerrado porque hoy no hay números como para definir una medida. Sabemos que existe la fuga, pero nadie nos dice son 10.000, 15.000, 30.000, 20.000 o nos estamos perdiendo tantos dólares.

Además sería mejorarle el salario a un sector que ya tiene salarios mucho más altos que la media. Tal vez es contribuir a fragmentar más el mercado de trabajo.

—Es muy difícil, pero por eso decidimos que sería más atado a resultados. No sería un régimen tipo la ley que dura 10 años, sino que es algo casi proyecto por proyecto.

Para que la Economía del Conocimiento florezca se necesita infraestructura digital. ¿Cómo avanza el  tema 5G? Si entiendo bien se apunta a licitar el espectro en 2022. 

—No es un tema que dependa de esta subsecretaría, pero estamos participando de algunas reuniones donde planteamos la relevancia de contar con una mejor conectividad. 

Es un tema complejo también por la puja entre proveedores...

—Sí, es muy geopolítico; tenés dos o tres proveedores mundiales. Pero no es mi área, más allá de que la economía del conocimiento es un usuario calificado de estas tecnologías y que obviamente es un recurso súper importante para que se consolide el sector en todo el país.

De acuerdo con el diálogo con el sector, crees que el decreto 690/20, que declaró a las telecomunicaciones servicio públicos, afectó en algo a los planes de las empresas tecnológicas?

—Creo que es una decisión que está totalmente alineada con lo que piensa nuestro espacio político. Nosotros creemos firmemente que para salir de esta situación y tener una Argentina desarrollada de manera sustentable primero hay que igualar oportunidades. Si nosotros tuviéramos un país donde no hay pobreza, un país donde todo el mundo tiene empleo, un país donde todo el mundo puede acceder a lo mismo partiendo del mismo lugar, seguramente este decreto no sería necesario. Pero en un país donde tenemos 40% de pobres y donde acceder a internet sirve hasta para buscar empleo, yo estoy totalmente de acuerdo. Por otra parte, no tengo datos de que afecte el crecimiento del sector.

Cuando se piensa en sectores estratégicos todavía se tiende a asociar actividades más tradicionales, como la hidrocarburífera en Vaca Muerta. ¿Cuesta instalar esta agenda dentro del gobierno y en la sociedad en general?

—Este Gobierno asumió el compromiso desde el momento cero, asignándole un área con un rango importante dentro del Ministerio de Desarrollo Productivo, con una impronta de favorecer el desarrollo de toda la matriz productiva del país. Me parece fundamental que el sector pueda tener diálogo directo con un área del Estado que sabe lo que necesitan. Cuando a veces se habla de que el Estado es un impedimento, que obstaculiza o que tiene cargas impositivas altísimas… creo que en este sector no sucede nada de eso y en muchos sectores se ha demostrado que el Estado está y sostiene. 

Sin embargo los empresarios del sector de la economía del conocimiento, con el ejemplo emblemático de los unicornios, tienen otro discurso en relación con el Estado. Una cosa más meritocrática, distinta tal vez al empresariado tradicional con el que están más acostumbrados a lidiar. 

—Nosotros acá nos reunimos con todos. Se reunieron los ministros con Mercado Libre, con Ualá, yo me reúno todas las semanas con todos los unicornios, con las cámaras. Acá se sientan absolutamente todos con sus problemas, con sus propuestas, con los desafíos, con las inversiones y sus planes a futuro. Y la verdad que es distinto el diálogo, porque tienen otra agenda, pero es un diálogo sumamente constructivo. Y creo que también es importante que las empresas grandes, medianas, pequeñas, unicornios, cuando piensan de dónde vienen y cómo llegaron a donde llegaron sepan que muchas de ellas tuvieron durante años una ley de software que los benefició con los mismos incentivos que hoy tienen la Ley de Economía y Conocimiento en la que siguen inscribiéndose. O sea que de algo les sirve a Mercado Libre, Globant o Tiendanube. 

Hay sectores que buscan avanzar con la conformación de sindicatos y convenios colectivos de trabajo en el sector, algo a lo que las empresas se resisten.  ¿Te parece acertado esta idea de llevar estas estructuras más tradicionales a la economía del conocimiento? 

—Me parece que tenemos que pensar una forma donde podamos proteger más los derechos de los trabajadores y trabajadoras de este sector, pero es un sector diferente con otras lógicas. Creo que no se puede resolver sindicalizado o con sindicatos y gremios como los que estamos acostumbrados, por así decirlo. Me parece que tenemos que tener una lógica distinta, donde claramente los derechos tienen que estar respetados y protegidos. Me parece que hay que romper un poco el paradigma tradicional, dejando por supuesto en claro que se lucha por este colectivo de trabajadores aunque a lo mejor la palabra “lucha” no va. A lo mejor es un sector donde no hay tanta lucha porque está en una posición distinta. Pero me parece que hay un espacio para la discusión de estos temas y que la tenemos que dar.

¿Cuánto creció el sector en el último tiempo?

—Hay 4.800 empleos nuevos respecto de 2020. O sea, es una industria que no perdió empleos durante la pandemia. Tenemos 9.000 búsquedas activas solo en el sector de software y estimamos que con el avance de la transformación digital de las pymes, en la que cualquier pyme va a necesitar un equipito de dos programadores o desarrolladores, van a duplicarse en breve.  

De los 11 unicornios ninguno está liderado por una mujer, que son minoría en todo el sector. ¿Cómo se mira esto? 

—Lo miramos como se mira la brecha en casi todos los sectores, aunque en éste se agudiza un poco más. Tenemos brecha en la participación y tenemos brecha también en los salarios. Nosotros acá tenemos un gabinete de género que es transversal a todo el Ministerio y es un un tema en el que le ponemos atención. Hemos puesto en la ley incentivos extras para las empresas que contraten mujeres o personas de géneros disidentes y si la inversión en capacitación que hace una empresa está dirigida específicamente a mujeres o adultos vulnerables se computa por el doble de la inversión. En Argentina Programa también hacemos un esfuerzo para que las vacantes se asignen de manera equitativa y varias otras iniciativas. Más allá de eso, la brecha en el sector es también un fenómeno mundial.

DTC

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