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Una caravana de kayaks llega desde Rosario para reclamar que se protejan los humedales

Los kayakistas que vienen de Rosario para reclamar por una ley de humedales.

Alejandro Rebossio

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“Ojo que esto es barrio privado, ¿eh?”, tiró un conductor de una moto náutica cuando decenas de kayaks avanzaban ayer por el canal Villanueva, en Tigre, en su recorrida de ocho días desde Rosario para llegar esta tarde a la plaza del Congreso para protestar por los ocho años de demoras en la aprobación de una ley que proteja los humedales. Las motos de agua suelen ser el azote de los remadores en el Delta, pero esta vez su conductor era quien temía que la caravana se internara efectivamente en uno de los barrios privados que le ganaron tierra a los pantanos. Pero a los militantes de la Multisectorial de Humedales ni se les pasaba eso por la cabeza: su intención es que se apruebe una ley que elabore un inventario para conservarlos y se destine presupuesto para mantenerlos frente al avance de los negocios agrícolas, ganaderos e inmobiliarios que los acechan.

“Los humedales son grandes reguladores ambientales, filtran el agua, contienen una gran diversidad biológica y es allí donde viven muchas personas”, comenta Fabián Lugones, programador informático de 29 años que se unió este año a la Multisectorial después de que en 2020 su casa como la de todos los rosarinos se llenara de humo por las quemas de campos del otro lado del río Paraná, en la provincia de Entre Ríos. “También corrieron peligro las casas de isleños”, recuerda. Los humedales, que ocupan el 20% del territorio argentino, sirven para regular las inundaciones y las sequías, como la que ahora sufre el Paraná, y proveen de alimentos y agua a animales y personas, pero enfrentan desde los incendios intencionales hasta la construcción de barrios cerrados. “Los fines de estas quemas son limpiar la zona para que sea rentable ya sea con fines agroganaderos o inmobiliarios. Se quiere sacar provecho a estas tierras, entre comillas, improductivas”, añade Fabián, que remó desde Rosario hasta Zárate, donde una tendinitis en la mano lo obligó a dejar el bote y a seguir con el equipo de apoyo por tierra. 

Eran las 7.30 de la mañana de ayer y Fabián despedía a sus compañeros de travesía en el barrial de la costa del Club de Remo y Náutica de Escobar. Allí habían acampado antes de su penúltimo día de travesía. Unos 20 botes completaron todo el trayecto de Rosario a Buenos Aires, pero otros 60 se fueron sumando en diversas etapas del derrotero por el Paraná y en el Delta, por el arroyo Correntino, el río Luján y el de la Plata. Antes de partir, una entrada en calor entre bromas, como cuando uno de ellos propuso saltar como los “oligarcas” y todos imitaron a los gorilas golpeándose el pecho. A pocos kilómetros de allí se ponían en marcha grúas, camiones y autos que trabajan en la construcción del country El Naudir o en la segunda ciudad pueblo de Consultatio (la empresa de Eduardo Costantini), Puertos, un nuevo Nordelta como el de Tigre pero en Escobar. 

Constanza Scelfo, docente de arte de 41 años, es otra rosarina que se sumó a la Multisectorial de Humedales a partir de la humareda de 2020. Participó del equipo de apoyo a los kayakistas, entre los que había desde jóvenes hasta canosos que sorprendían por su jovialidad. Constanza recuerda el “olor a muerte de flora y fauna” que entraba el año pasado en su casa y destaca que la travesía les sirvió para conocer las distintas realidades que se sufren a la largo del litoral, pasando por San Nicolás, Ramallo, San Pedro, Zárate, Campana y el Delta. En algunos lugares los esperaban cientos de militantes. En otros menos de diez. “Ya se prendió fuego un quinto de los humedales del país”, advierte Constanza.

Una de las kayakistas iba pregonando a los gritos mientras llevaba la pala a un costado y otro del bote, abriéndose camino entre ríos de Tigre cercados por una vegetación frondosa pero en peligro: “Para que dejen de quemar, para que dejen de tirar glifosato, para que dejen de tirar aceite de motor. Hace siete días que remamos el río porque venimos a manifestar con preocupación que necesitamos urgente leyes que amparen este territorio. Hemos navegado hasta el cansancio por una ley de humedales”. “¡Ley de humedales, ya!”, respondían y repetían sus compañeros, que también notaron la contaminación del agua vertida por industrias a lo largo del Paraná.

Desde 2013 que se presentan en el Congreso proyectos para proteger estos pantanos, pero han ido perdiendo estado parlamentario. En 2020, ante las quemas que tanto conmovieron a Rosario, diputados del oficialismo, de Juntos por el Cambio y de Consenso Federal, entre otros bloques, unificaron posturas y lograron aprobar un proyecto en la Comisión de Recursos Naturales y Conservación del Ambiente, pero está trabado en otras comisiones. Se resisten legisladores del Frente de Todos y de la principal coalición opositora. Los apoyos y los rechazos son transversales. 

La diputada radical entrerriana Gabriela Lena, una de las impulsoras del proyecto, lo explica: “En la Comisión de Agricultura se mueven a veces otros intereses que tienen que ver con las prácticas agropecuarias que quizás no son cuidadas o que tienen miedo de avanzar con estos temas por que se pueda perjudicar nuestra actividad agropecuaria. En Entre Ríos vivimos del campo, pero nuestra economía tiene que ser cuidadosa con el ambiente”. Lena advierte también contra la extracción de arena para Vaca Muerta. Su colega Hernán Pérez Araujo, del Frente de Todos en La Pampa, apunta directo: “El extractivismo, la deforestación y los desarrollos inmobiliarios son los lobbies que están obstruyendo”. También advierte que la destrucción de humedales de las últimas décadas ahonda los impactos actuales del cambio climático, que torna más graves las habituales inundaciones y sequías. 

AR

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