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Demografía post pandemia: empleo precario para la mayoría y escape a los suburbios para una minoría

Los grandes eventos dejan cicatrices en la organización de las ciudades: nuevas geografías, hábitos, sensibilidades

Delfina Torres Cabreros

4 de enero de 2021 22:19 h

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La fiebre amarilla dejó una nueva distribución de la población en la ciudad de Buenos Aires: los ricos abandonaron sus casonas en el sur infectado y se refugiaron en la zona norte, configurando un reparto que se mantiene hasta hoy. La epidemia de poliomielitis se prolongó en árboles pintados de cal y en la costumbre de llevar bolsitas de alcanfor en los bolsillos con la misma fe en el antídoto con que hoy cargamos botellas de alcohol en gel. El atentado a la AMIA instaló de manera definitiva pilotes de hormigón en las veredas de las instituciones judías y el aumento de la inseguridad urbana de los 90, la propagación de barrios cerrados en los suburbios. Si bien la reciente llegada de la vacuna al país ilusiona con un progresivo retorno a la normalidad previa, los grandes eventos dejan cicatrices en la organización de las ciudades —nuevas geografías, hábitos, sensibilidades— y es de esperar que la crisis del coronavirus, de rasgos medievales por su origen y virulencia, deje a su paso las suyas. 

El homeoffice, una práctica con la que hasta marzo solo estaban familiarizados algunos sectores de punta y empresas de gran tamaño, se volvió la regla desde que el presidente Alberto Fernández instauró la cuarentena obligatoria el 20 de marzo pasado y le dio un impulso definitivo a la digitalización de la vida cotidiana. Con más o menos soltura, empleadores públicos y privados adoptaron el formato de trabajo remoto, que se instaló como un elemento ya difícil de retrotraer a sus niveles previos y que estará en las próximas mesas de negociación laborales.

¿No hay vuelta atrás entonces, el teletrabajo será la nueva normalidad? El economista Eduardo Levy Yeyati, autor de Después del trabajo: el empleo argentino en la cuarta Revolución Industrial (Sudamericana), tiene sus dudas. “El teletrabajo puede sonar glamoroso, pero difícilmente se masifique sin una mejora de la conectividad y la formación digital, dos asignaturas pendientes de la Argentina”, dijo.

Según un informe de Cippec, el porcentaje de trabajos totales del país que tiene el potencial para realizarse desde el hogar se encuentra entre un 27% y un 29%, ratio que se reduce si se considera la disponibilidad de computadora y conexión a internet en los hogares, llegando a una estimación de piso de 18%.

Según Levy Yeyati, en países en desarrollo como la Argentina la post pandemia vendrá con una caída del empleo y del salario y un aumento de la precarización: más trabajo independiente e informal. “Más que un cambio, veo la aceleración de tendencias previas a la crisis, por el impulso a la automatización en la pandemia, por empresas que aprendieron a operar con menos gente, por cambios de patrones de consumo hacia lo digital y por efectos remanentes del distanciamiento”, detalló el economista, para quien el Estado debería diseñar nuevos regímenes normativos que acompañen la transición y reemplacen a los de monotributo y autónomo. 

El mercado ya está ejecutando sus propias formas de transición. Con la actividad deprimida, las grandes empresas del país sortean la prohibición de despedir y ajustan sus plantillas entre un 10% y el 20% mediante otras herramientas legales disponibles como retiros voluntarios y jubilaciones anticipadas. En muchos casos, acompañan las propuestas con la oferta de “nuevos vínculos”. “Muchas compañías ofrecen a los empleados sacarlos de la plantilla formal de la compañía, de la nómina permanente, pero que se queden como proveedores externos, lo que genera un ahorro muy grande de cargas sociales y de beneficios a la firma y le permite al empleado, que ganó autonomía con el trabajo remoto, dar servicio a más de una empresa”, explicó Gustavo Aguilera, director de la división de consultoría Talent Solutions de ManpowerGroup Argentina. 

Después de los primeros tres meses de cuarentena, Yamile Fernández, arquitecta de 29 años, recibió la oferta de la empresa constructora de la que era empleada desde 2017 de continuar trabajando desde su casa pero ya sin horario fijo de ocho horas y sin relación de dependencia, facturando proyecto por proyecto. Fernández, que en sus tiempo libre realizaba algunos diseños 3D para clientes particulares, aceptó. “Da un poco de vértigo dejar la seguridad, pero ya tengo una rutina armada y, aunque termino trabajando más que antes y tengo que pagarme el monotributo y la prepaga, creo que en el mediano plazo puede darme más libertad y posibilidades”, aseguró. 

El economista Ernesto Schargrodsky da por sentado que una parte de la migración al trabajo remoto será “irreversible”, porque las empresas ya hicieron las inversiones necesarias para adaptarse. En su artículo “Teletrabajo: ¿asalariado o cuentapropista?”, incluido dentro del libro Pospandemia. 53 políticas públicas para el mundo que viene, editado por el Centro de Evaluación de Políticas basadas en la Evidencia de la Universidad di Tella, señala que el modo virtual diluye muchas de las ventajas de mantener a los trabajadores en forma asalariada dentro de una empresa —al hacer difícil el control de cuántas horas trabaja y el uso que le da a los materiales de la compañía, por ejemplo— y facilita las ventajas del trabajo independiente al permitir medir mejor la producción individual.

Por este motivo, Schargrodsky considera que es probable que la migración del modo presencial al teletrabajo se vea acompañada por una “sustitución de trabajo en relación de dependencia como empleado a trabajo por cuenta propia como proveedor”, lo que “implicará una precarización de las condiciones laborales de algunos trabajadores y, eventualmente, mejores posibilidades para otros, por ejemplo, al facilitar su globalización”.

Las empresas apuestan a que el espacio físico requerido por sus empleados en el futuro sea menos y mueven sus fichas en ese sentido con la devolución de oficinas e incluso pisos completos de alquiler. Según Marcelo Zuliani, arquitecto y director comercial de la firma de servicios inmobiliarios Colliers, actualmente hay una vacancia del 14,2% en las oficinas de la Ciudad de Buenos Aires, cuando la tasa promedio suele ser de la mitad: el 6% o 7%.  

Incluso el Estado rescindió contratos de alquiler. Ana Castellani, secretaria de Gestión y Empleo Público de la Nación, detalló que se hizo  para ahorrar costos mientras los espacios no están en uso o porque se reacondicionaron oficinas propias que permitieron abandonar otras rentadas, pero advirtió que el Estado nunca podría prescindir de sus delegaciones físicas. 

Según Castellani, en la órbita nacional el 65% de los trabajadores pasó a trabajar de manera remota de un momento a otro, ayudados por los sistemas de digitalización impulsados por la gestión anterior. El Estado fue el empleador que más personas envió a sus casas —los trabajadores públicos representan cerca del 18% de ocupados de la Argentina— y, sin embargo, es probable que sea al que más le cueste internalizar la experiencia. La funcionaria explicó que cualquier cambio en las condiciones laborales de la administración pública se debe hacer en una mesa paritaria, en acuerdo con los gremios, pero el tema no se incluyó en la discusión de diciembre —en la que se acordó con ATE y Upcn un aumento escalonado del 25% de los salarios— y quedó pendiente para retomar este año.

“Yo creo que vamos hacia un híbrido: tenemos que diseñar un esquema mixto en donde se contemple la posibilidad de que determinadas tareas se realicen de modo remoto, pero de ninguna manera me imagino una administración pública en donde todo eso se haga a distancia, porque hay algo de la instancia presencial que es clave. Las reuniones eternamente por Zoom no se pueden hacer”, apuntó Castellani.  Además, dijo que poner a disposición de los hogares ciertas bases de datos en algunos casos no es posible por su volumen, como en Anses, o no es seguro. “El equipo que maneja las transferencias presupuestarias millonarias a las provincias, proveedores y demás tiene que trabajar de manera presencial; no podés hacer un desvío para que en sus casas manejen esa botonera”, argumentó.

Para el diputado de Cambiemos Fabio Quetglas, magister en Gestión de Ciudades y director de la Maestría en Ciudades de la UBA, una de las cosas que cambiará a partir de la digitalización de la vida cotidiana es el paradigma de la movilidad urbana. “Creo que, tanto en el plano laboral como personal, el fenómeno del encuentro físico va a ser un fenómeno elegido, especial. La reunión rutinaria, de paso de información, va a ser virtual y la presencial va a quedar para ocasiones en que lo amerite”, sostuvo. 

También consideró que la pandemia dejará huellas en la arquitectura y, así como en un momento las casas de clase media sumaron cocheras y en otros habitaciones para servicio, en el futuro se contemplará algo que gran parte de los hogares no tenía cuando se desencadenó la pandemia: una habitación específica para trabajar. Quetglas imagina profusión de enchufes, buena conexión a internet e incluso una preparación acústica que intercepte ladridos, voces, el zumbido de los electrodomésticos. 

Mientras que muchos debieron enfrentar los largos meses de confinamiento en viviendas sin espacios verdes, otros pudieron migrar temporal o definitivamente a casas de fin de semana en los suburbios de las ciudades o incluso en pueblos del interior. Marcos Marini, periodista gráfico de 35 años, dejó Buenos Aires apenas comenzó la pandemia con destino a Santa Rosa, La Pampa, donde vive su familia. Es paciente de riesgo y, además de la posibilidad de seguir trabajando desde allá, La Pampa le ofrecía espacios abiertos para mantener la exigente rutina de ejercicio físico con que mantiene a raya a la fibrosis quística. 

“Quise vivir el encierro con mayor libertad y como mi trabajo no requiere de presencia en un lugar físico, me vine. Pensé que venía por 15 días y me fui quedando, conseguí otro trabajo acá y ya son ocho meses”, contó. Aunque todavía no definió si su estadía será definitiva, las posibilidades de su nueva vida lo tientan. “Puedo tener un ingreso como si estuviera en Buenos Aires, con una vida en el interior mucho más económica”, ilustró.

La cuarentena en la Argentina, combinada con el bajo costo de la construcción en dólares y la presunción de que vivir a 60 o 100 kilómetros del trabajo no es problema si ya no es necesario asistir físicamente todos los días, disparó también el interés por la compra de lotes en barrios privados. Algunos inmobiliarios identifican, incluso, el movimiento como la tercera ola de gente que abandona la ciudad de Buenos Aires, luego de los hitos de la década de los '90 y la crisis de 2001. Con la particularidad de que los countries ya no representan un edén solo reservado a las familias de mayor fortuna, sino que cada vez más son la aspiración de las clases medias. 

Según aseguró José Rozados, presidente de Reporte Inmobiliario, en septiembre se registraron niveles récord de reservas, ventas y reventas en barrios privados, con sábados de largas filas de autos esperando para ver lotes. “No hablo de los más tradicionales como Nordelta, Santa Bárbara o Tortugas, pero por lo que vale un departamento de tres ambientes en Belgrano te construís una casa en un barrio privado como San Sebastián, con el lote incluido. Esto hasta hace un año atrás o antes incluso de la pandemia no era posible”, explicó.

Nicolás Moro, abogado de 36 años, está terminando de cerrar su mudanza desde Caballito a un barrio privado del Gran Buenos Aires. “Tengo la posibilidad de agrandarme sin necesidad de invertir la cantidad de dinero que implicaría la compra de un tres ambientes de Capital y, al mismo tiempo, de cambiar el estilo de vida por uno de mayor tranquilidad en un entorno agradable”, explicó Moro, que junto a su pareja espera a su primer hijo. Según sus cálculos, por US$10.000 se puede acceder a un terreno de 800 metros y por US$50.000 construir en pocos meses una casa de 90 metros cuadrados con el método de construcción en seco. “Ya con que un día a la semana no tenga que viajar al centro, donde trabajo, me cambia absolutamente la ecuación”, dijo. 

¿El interés de las clases medias altas por los suburbios y la posibilidad de trabajar de manera remota desde cualquier parte del país puede contribuir a alterar la matriz de hiperconcentración de la Argentina? Para Quetglas, no. “Eso alcanza solo a un pedacito de la sociedad. Si el Gobierno quiere reordenar demográficamente la Argentina es otra cosa y requiere políticas públicas de largo plazo que aborden el problema de la pobreza y de la emigración de personas pobres del NOA y el NEA, que llegan en busca de servicios públicos y empleo en las áreas metropolitanas”, señaló. Los grandes flujos poblacionales que aumentan la concentración en las ciudades no están integrados por personas a las que el teletrabajo pueda retenerlas en su lugar de origen porque están fuera del ecosistema digital; trabajan en la construcción, en el servicio doméstico, en las fábricas. 

Las medidas de confinamiento también consolidaron otra tendencia que ya se venía esbozando: la preferencia por comprar en los comercios de cercanía o por internet, con la visita esporádica a algún local para probar el producto. De hecho Zuliani, de Colliers, señala que las grandes marcas piensan en dejar solo un flagship (una tienda insignia), donde ir a interactuar con los productos y canalizar las ventas por internet. “Hoy para un comerciante es más atractivo lograr que la persona que vive en el barrio se haga habitué que lograr que el que pasa ocasionalmente consuma”, apuntó.

Según señaló, los hipermercados que se visitaban como un paseo fastuoso de fin de semana y fueron el sueño de consumo de los 90 están ahora en un proceso de decadencia, cediendo terreno en venta o alquiler a otros jugadores. “La tendencia son los centros comerciales en espacios abiertos, que entremezclan comercios con oficinas y viviendas -aseguró-. Esas cajas cerradas, oscuras, con el efecto pollito de que te meten ahí y te prenden la luz para que consumas, no van más”.

El aumento de contagios de coronavirus que comenzó a registrarse a mediados de diciembre y que revirtió la tendencia descendente del virus hace difícil anticipar si el país se encamina a una segunda ola o si, con la ayuda de la vacuna, ingresará paulatinamente en un estadio de “nueva normalidad”. En cualquier caso, la pandemia dejará a su paso marcas definitivas, que ya comenzaron a esbozarse. 

DT

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