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Análisis

Elecciones regionales, con baja participación del padrón: histórica derrota de la derecha en Chile

Claudio Orrego, de la coalición la coalición Unidad Constituyente (que reúne a los partidos de la ex Concertación, democristiano y socialista) ganó la gobernación de Santiago por la afluencia de votantes de las comunas más ricas.

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Desde la muy federal, en comparación, República Argentina, es difícil entender a los países vecinos unitarios, como Uruguay, Chile y aun, también en términos comparativos, Bolivia. Un derecho que el electorado argentino puede ejercer desde 1853, el de elegir gobernadores para sus provincias, pudo ser ejercido por el chileno recién al siglo siguiente, este domingo 13. En la segunda vuelta de las elecciones regionales, el pueblo de trece regiones dirimió, finalmente, quién las va a gobernar. La oposición de centro-izquierda gobernará en doce, sólo en una gobernará el oficialismo de centro derecha del presidente Sebastián Piñera. Y en primera vuelta se habían dirimido 3 de las 16 regiones chilenas: tres triunfos izquierdistas. La derrota electoral de la derecha es histórica, de una extensión y dimensión desconocida en el país, e incluso en la región.

Esa primera oportunidad histórica del electorado chileno de elegir gobernadores entusiasmó sin embargo sólo a 1 de cada 5 votantes en el padrón. Junto con la derecha, fue derrotada la democracia. No hay tampoco registro en la historia de Chile de una elección con tan baja participación: menos del 20% del padrón. 

Curiosamente, o no, donde fue alta la asistencia el domingo por la tarde, multiplicando el promedio nacional, fue en el Oriente santiaguino:  es decir, el sector más rico de la capital chilena. Aparentemente, habían oído en la mañana a Daniel Jadue, el precandidato presidencial comunista en las primarias del Frente Amplio (FA) y del propio Partido Comunista (PC). Quienquiera que se le oponga, parecía ser el principio orientador de esas filas de votantes que fueron únicas en tener que esperar para sufragar en todo el país, está bien para nosotros. La región de Santiago fue esa sola victoria de la derecha crepuscular de la derecha cuando los Andes ya se disponían a ocultar a la luz del sol. Aunque no fuera la victoria de un candidato de un partido de derecha, sí fue una victoria de un electorado de derecha que logró imponer su decisión.

La victoria de Claudio Orrego en la región metropolitana se debió al voto de la derecha que prefería un gobernador de la Democracia Cristiana (DC) antes que el triunfo de la izquierda comunista. Esta historia sí se repetía: el socialismo y el comunismo empujando a un electorado de derecha hacia el refugio centro-izquierdista de la DC. En Vitacura, en Las Condes, hasta en el más mesocrático barrio de Ñuñoa, votaron por la DC para frustrar al PC. Al tiempo que el electorado de la DC se corría a su vez a la izquierda: en las llamadas ‘comunas propias’ de la DC, la candidatura de Orrego fue repudiada. Cuando Carmen Frei Ruiz-Tagle, la presidenta interina de la DC, hija de aquel presidente Eduardo Frei Montalva que en 1964 había ganado una mayoría absoluta con su lema de ‘Revolución en Libertad’, hermana del presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, critica a Jadue y encuentra ofensivos los dichos del alcalde de Recoleta y precandidato del PC, respecto a que en un eventual gobierno bajo su administración pediría un estatuto de garantía a la Democracia Cristiana (DC) y a las FF.AA. para que no colaboren con un gobierno extranjero, y dice que “la ciudadanía ha vuelto a confiar en nuestras ideas”, no ofrece una descripción que se caracterice por la justeza de su adecuación a hechos más brutales en su índole reactiva y reaccionaria. Ganó con votos repudio a una figura del futuro, no ganó con votos propios Orrego.

Mientras que la derecha oficialista perdió con votos repudio, ante una izquierda que no sólo ganaba gracias a estos, sino a votos que sí le correspondían positivamente, en ese enorme resto del país donde la inasistencia electoral fue la norma aplastante. La candidata derrotada Karina Oliva (FA) lo fue por la diferencia en participación que se tradujo en caudal de votos: sencillamente, quienes no la querían fueron a votar, mientras que el electorado propio se le quedó en su casa. La candidata de Daniel Jadue perdió en la región de la capital de Chile. Hay que decir que en poco contribuyeron a ganarle votos el tono flamígero del triunfalismo del precandidato presidencial del PC en las últimas semanas y aun aquella mañana del súper domingo de la ‘batalla de Santiago’.  Tampoco le sirvió a Oliva el sustraerse a un debate público con su rival. Hay algo en lo que Orrego sale, en este juego de trasvasamiento de votos, favorecido: no puede decirse que el gobernador metropolitano electo le deba nada una derecha cuyo voto jamás pidió y al que jamás aludió.

En menor escala, en las restantes 15 regiones donde venció la izquierda, también se reitera esa constante de corrección de la izquierda más a la izquierda y torsión hacia el centro gracias al voto o tradicionalmente de derecha (como en Araucanía, donde muchas comunidades mapuches votan a la derecha) o unido a caudillos locales dominantes (como el senador socialista Juan Pablo Letelier -hijo del diplomático Orlando Letelier asesinado en Washington DC en 1976 por orden de Augusto Pinochet- en O’Higgins).

La derecha de Chile Vamos solo obtuvo el triunfo en una región, la Araucanía, dejando al presidente Piñera en una debilitada posición para la finalización de un mandato que es ya también el más debilitado de la historia chilena. Regularmente, en su segunda presidencia, Piñera -ante cada nueva encrucijada problemática que se suma a las anteriores de las que escapó sin resolver- emprende una nueva fuga. Su decisión de emprender, precisamente ahora, una gira europea, ha sido recibida con más agotamiento y desprecio que críticas o indignaciones por una opinión pública gastada y cansada y una oposición para la cual ya no hay rédito en golpear a La Moneda. A estas huidas de Piñera corresponde, en el espacio político de la derecha, de Renovación Nacional (RN, el partido de Piñera) a la Unión Demócrata Independiente (UDI, el partido de la esperanza presidencial derechista, Jaime Lavín) una complacencia que asombra a la izquierda.

De la seguidilla ininterrumpida de derrotas abrumadoras que acumula desde 2019 -de la cual la más definitiva ocurrió el sábado 15 y domingo 16 de mayo al resultar excluida la derecha de las decisiones de la Convención Constitucional que redactará para Chile una nueva Constitución-, nadie se hace cargo: no hay renuncias de las presidencias partidarias, ni llamados urgentes a la renovación total de discursos, campañas y comunicaciones. Convencionales de partidos de izquierda e independientes de izquierda decidirán todo, sin oposición, en el texto de la Ley Fundamental que remplace al que la dictadura pinochetista consiguió hacer aprobar en su plebiscito de 1981. También la división del país en regiones fue una decisión temprana de Augusto Pinochet: en 1974 hizo desaparecer por decreto a las 25 provincias (divididas en departamentos) para sustituirlas por regiones. Estas nuevas unidades territoriales tenían trazados nuevos, que no seguían los históricamente asentados. Con el tiempo, estas regiones fueron adquiriendo identidades propias:  aun la elección del domingo estuvo determinada por la fisonomía política con que la dictadura reconfiguró a un país que, cada vez, se aleja más de ella.

AGB/MGF

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