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Las crisis humanitarias pudieron más que la pandemia: nuevo récord mundial de refugiados

Pese a la pandemia, hubo un récord de refugiados en 2020: más de 82 millones

Florencia Fazio/Télam

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Pese a la pandemia, el cierre de las fronteras y la multiplicación de restricciones a la circulación en todo el mundo, la cifra de refugiados y desplazados siguió creciendo el año pasado y superó la barrera de los 82 millones, el doble que hace una década, lo que demuestra que los conflictos existentes se agravan, surgen nuevos y la gran mayoría de las personas expulsadas continúa sin poder volver a sus casas.

“Un 1% de la población mundial es desplazada, es decir una de cada 95 personas. Uno podría preguntarse: si esta tendencia se mantiene, ¿a dónde podemos llegar? Muy posiblemente en los próximos años llegaremos a más de 100 millones de personas desplazadas, pero la pregunta es ¿cuán pronto?”, alertó en diálogo con Télam Juan Carlos Murillo, representante regional para el sur de América Latina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).

Pese a su preocupación, Murillo reconoció que esperaban “que la cifra fuera aún más alta”

“La pandemia ha hecho que el número, aunque subió, no lo hizo en proporción a la situación humanitaria que tenemos en distintas partes del mundo”, advirtió.

De los 82,4 millones, de los cuales un 42% son menores de edad, 26,4 millones son refugiados -es decir personas que debieron abandonar su país de origen-, mientras que 48 millones son desplazados internos y, aunque se vieron forzados a dejar su hogar, su trabajo y sustento, se mantienen dentro del mismo territorio, según el último informe global del Acnur publicado el viernes.

Además, hay 4,1 millones que pidieron asilo en el mundo y 3,9 millones de venezolanos que cruzaron las fronteras para escapar de una situación económica calificada por la propia ONU como una crisis humanitaria. A ellos se los llama desplazados en el exterior porque salieron del país pero no pidieron asilo para ser reconocidos como refugiados.

A contramano de las polémicas desatadas en los últimos años en varios países de la Unión Europea por la llegada de refugiados y, más recientemente, la ley sancionada por Dinamarca para enviar solicitantes de asilo fuera de Europa, los países ricos apenas acogen a un 27% de los refugiados en el mundo.

En otras palabras, todos los países desarrollados acogen en la actualidad cerca de 3,7 millones de refugiados, el mismo número que registró solo Turquía para finales de 2020, lo que representa la mayor concentración de población refugiada en un solo territorio, compuesta principalmente por sirios que escaparon de la guerra vecina.

“Tiene que ver un poco con dónde se están presentando las crisis humanitarias y también cuán receptivos o no son los países a efectos de recibir refugiados. Indudablemente cada vez es más difícil llegar a los países en desarrollo que están un poco más lejos de donde suceden las crisis humanitarias, en particular con Siria, Venezuela, Afganistán, Sudán del Sur y Myanmar”, explicó Murillo.

Como los sirios en Turquía, en general, quienes escapan de la violencia, guerras o pobreza extrema tienden a buscar protección en países vecinos, una característica que expone la vulnerabilidad del refugiado, que no tiene acceso a un traslado seguro y suele recorrer kilómetros a hasta alcanzar el primer destino detrás de la frontera; muchos se desploman en el camino. También significa que muchos de los que escapan lo hacen con la idea de que es algo temporario y que pronto podrán volver.

Por todas estas razones, la mayoría de los venezolanos que dejaron su territorio se fueron a los países vecinos -solo en Colombia hay más de 1,7 millones-, mientras que Pakistán, el tercer Estado receptor en el mundo, recibió un gran afluente del fronterizo Afganistán, en constante conflicto armado desde hace más de 40 años.

Uganda, hogar de más de 1,4 millones de refugiados, recibió de varios países vecinos en conflicto interno, entre ellos Sudán del Sur, y la mayor parte de los refugiados de la minoría musulmana rohingyas que escaparon en los últimos años de Myanmar, fueron a parar a la vecina Bangladesh. Algo similar sucede con los refugiados palestinos, la gran mayoría de los cuales siguen viviendo en campos en los territorios ocupados por Israel y los países árabes vecinos.

El único ejemplo significativo que rompe con esta tendencia es Alemania, con 1,2 millones de refugiados de diversas crisis y guerras de todo el mundo.

Murillo destacó que aún en pandemia, la comunidad internacional -léase mayormente los países ricos- mantuvieron “una respuesta generosa”. “Lamentablemente los recursos que se requieren siempre son mayores a los que recibimos”, aseguró.

La dificultad de volver

La problemática de los refugiados tiene una cara urgente que es la protección y garantía de los derechos básicos de la persona que dejó todo atrás, muchas veces solo con lo puesto. Pero la otra cara, la más estructural, es el trabajo para que pueda retornar a su tierra o, de ser imposible en el mediano o corto plazo, que se integre en una sociedad de un tercer país.

Según el informe global de la Acnur, el retorno de los refugiados se convierte, con el paso del tiempo, en una idea cada vez más difícil: en 2020 solo 251.000 personas pudieron regresar a su país.

“En muchos casos, particularmente en África o Asia (ser refugiado) implica vivir en una situación de campamento. Afortunadamente en el caso de las Américas, las personas están conviviendo en comunidades de acogida, en tanto la práctica de los campamentos fue erradicada desde mediados de los 90”, explicó Murillo.

“Existen mejores oportunidades para la integración local y agradecemos tanto a los países y a las comunidades de acogida de las Américas que la práctica se mantenga, que haya políticas de recepción de refugiados y de protección directamente en las comunidades a las cuales llega”, agregó y destacó que “Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay y Bolivia, han garantizado acceso a los planes de vacunación sin discriminación e igualdad de condiciones para todas las personas refugiadas y migrantes”.

En este contexto, la llamada relocalización en un tercer país, donde el refugiado recibe protecciones y puede integrarse realmente, se convierte en una perspectiva necesaria para el futuro de esta población vulnerable.

Murillo, sin embargo, destacó un dato “decepcionante”: “El año pasado por primera vez Acnur registró solamente 34.000 personas reasentadas, pese a que la cifra debería haber superado las 150.000. Esto equivale a casi un 70% en el descenso con respecto al reasentamiento que realizamos en el 2019”.

CB con información de Télam

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