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Las elecciones estaban decididas hasta que las urnas dijeron: no tan rápido

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Pedro Sánchez celebra los resultados de su partido ante la sede de Ferraz.

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Todas las noches electorales dejan tras de sí un reguero de cadáveres. Lo que no sabíamos es que con el 23J algunos que creían que estarían viviendo la vida loca antes de las diez de la noche empezaron a quedar más y más pálidos al poco de comenzar el escrutinio. Pensaban que la campaña de Txapote, de las mentiras de las pensiones y de las noticias falsas del voto por correo iba a conceder al Partido Popular (PP) una mayoría arrolladora o al menos una que sólo requeriría el apoyo de Vox. El planchazo se oyó en toda España.

Hacia las nueve y media de la noche, DJ Pulpo se bajó de su cabina en la calle Génova con la que pretendía poner a bailar a los seguidores del PP hasta que apareciera en el balcón el gran triunfador de la noche. El juego de las expectativas había estallado en toda la cara de Alberto Núñez Feijóo. Después de marear con distintas cifras, terminó por ajustar el tiro en 150 escaños que Feijóo esperaba que le dieran de una forma u otra la entrada a La Moncloa. Otro aspecto que lo convertiría en vencedor indiscutible era que la suma de PSOE y Sumar se quedaría por debajo de su partido.

Ninguna de las dos cosas ocurrió. El PP se quedó a catorce escaños de esa cifra mágica con 136. La suma con Vox estaba a siete de la mayoría absoluta. PSOE (122) y Sumar (31) reunieron 153, diecisiete más que el PP.

El PP no consiguió la victoria que creía estar rozando con los dedos y con la que borraría el llamado sanchismo de la faz de la historia. Se lo había garantizado su consejero especial en encuestas, Narciso Michavila. “Pedro Sánchez va a perder las elecciones por goleada”, asegura el presidente de GAD3 antes de las elecciones autonómicas y locales de mayo.

En la última semana de campaña, Michavila aventuró que el PP podría llegar a 160 escaños y que en ese caso Sánchez no llegaría a septiembre como líder socialista. Al final, tanto su empresa como Sigma 2, que ofrecieron los resultados de las ocho de la tarde, se estrellaron con sus pronósticos.

Andalucía se empeñó en anular esas previsiones. Después de la victoria de Juanma Moreno en las autonómicas, Feijóo decidió que esa era su meta. De ahí que dijera en sus mítines que el resultado de las elecciones andaluzas “es el que quiero para el 23J”. Los andaluces le dijeron que no. El PP sacó 25 escaños y los socialistas resistieron mejor de lo esperado con 21.

Obligado a convocar elecciones de forma precipitada y en malas condiciones y con un partido aún en estado de shock por los malos resultados del 28M, Sánchez necesitaba que todo le fuera bien en la campaña. Muchas cosas le funcionaron, pero su debate con Feijóo le frenó en el peor momento posible. Parecía que ya no podían pasar más cosas que le resultaran favorables.

Yolanda Díaz se estrenó como candidata a la presidencia en unas elecciones nacionales y le resultaba complicado asomar la cabeza en una campaña dimensionada para un duelo entre Sánchez y Feijóo. El debate a tres le dio mucha vida, aunque pareció que le llegaba tarde, que muchas cosas le habrían ido mejor si hubiera saltado antes de los tacos de salida.

Todo eso puede ser cierto, pero los resultados les sonrieron, en especial al PSOE. Cuando salió a un practicable frente a la sede de Ferraz con su camisa vaquera que ya es un tótem de su campaña, Sánchez destacó que su partido sacó más votos y más escaños que en 2019. “España fue clara. El bloque involucionista fracasó”, dijo. Los militantes socialistas se volvían locos de alegría, como si su partido hubiera sido el más votado. Señal de que no esperaban el resultado del domingo.

Al final, en Génova también quisieron mostrarse eufóricos. Habían disfrutado de un espectacular aumento de votos y escaños, tres millones de votos más que en 2019, y tenían derecho a su fiesta. Feijóo se subió al balcón para comenzar describiendo las cifras de la victoria, momento en que la gente reunida le interrumpió con el eslogan extraoficial del PP, es decir, “que te vote Txapote”.

También le cortaron para gritar en favor de Isabel Díaz Ayuso. Todos los demás dirigentes del PP iban vestidos de blanco. Ayuso apareció de rojo sangriento consiguiendo destacar de forma dramática, quién sabe con qué intenciones.

Feijóo dijo que el primer puesto le concede el poder de “abrir el diálogo e intentar gobernar”. De ahí que reclamara “al partido socialista que perdió las elecciones y a las demás fuerzas políticas que no bloqueen el Gobierno de España una vez más”. Quiere que le regalen el puesto partidos que rechazan totalmente su programa. En resumidas cuentas, que no hagan lo que hizo el PP en abril de 2019 que ni siquiera amagó con prestar su apoyo a Sánchez para que gobernara sin mayoría absoluta.

Ni Feijóo ni Sánchez cuentan con un camino viable hasta la formación de un nuevo Gobierno. El PSOE y Sumar necesitarían no sólo el apoyo de ERC, que se hundió en las urnas, sino también el de Junts, y eso no lo va a tener. El PP necesita que los partidos a los que ni siquiera considera realmente constitucionalistas le apoyen en la investidura. Tendrían que estar un poco locos para hacer eso.

Al igual que en 2015 o 2019, lo más fácil es que haya que volver a votar en seis meses. Es posible que para entonces, partidos, medios de comunicación y empresas de encuestas esperen al día de la votación para estar seguros del resultado. Es posible, pero no lo demos por hecho.

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