Sin familia, sin nadie: el alto el fuego evidencia el drama de los niños huérfanos en Gaza

En pocos meses, la guerra en Gaza ya había aportado su propia contribución al vocabulario de asistencia médica de emergencia con las siglas más desgarradoras del mundo: WCNSF, “niño herido sin familiares supervivientes”.
Tras más de dos años de bombardeos y hambruna, el problema ha empeorado, aunque en el caos constante es difícil hacer un seguimiento de los niños separados de sus familias.
La agencia de protección infantil de la ONU, Unicef, citó estadísticas del Ministerio de Salud de Gaza de principios de septiembre que registran 2.596 niños que han perdido a ambos padres y otros 53.724 que habían perdido al padre (47.804) o a la madre (5.920).
No hay datos sobre cuántos niños huérfanos también han resultado heridos, pero Gaza tiene la tasa más alta de amputaciones infantiles de cualquier conflicto moderno.
Imagínese el impacto que tiene en la salud mental de un niño que, cada vez que intenta volver a caminar o ponerse de pie, lo cual es un reflejo, recuerda el momento en que perdió las piernas y a los miembros de su familia
El 13 de agosto, una niña de tres años, Wesam, dormía junto a su hermano de cinco años, Zuheir; su madre embarazada, Nour; su padre, Moatassem; y sus abuelos cuando su casa familiar en Ciudad de Gaza fue bombardeada. Wesam fue la única superviviente, pero sufrió graves heridas en la pierna y el abdomen, incluyendo laceraciones en el hígado y el riñón y un grave trauma psicológico.
Unicef dice que Wesam necesita “urgentemente ser evacuada al extranjero para recibir tratamiento avanzado, en particular para salvar su pierna izquierda del riesgo de amputación”.
“El primer conflicto donde se ha necesitado un término así”
La ofensiva israelí sobre Gaza ha dejado a su paso miles de niños como Wesam: solos y gravemente heridos. Hay tantos niños en esta situación que los cirujanos traumatólogos, sobrecargados de trabajo, se limitan a garabatear WCNSF en sus expedientes.
“Es el primer conflicto en el que se ha necesitado un término así”, afirma Kieran King, responsable humanitario de War Child, una organización benéfica con sede en Reino Unido y una de las organizaciones que tratan de proteger y cuidar a los huérfanos heridos en Gaza. “Surgió de los equipos médicos de emergencia, personas que han trabajado en todos los conflictos desde siempre, y acuñaron el término WCNSF porque nunca antes habían tenido que hacer frente a un reto de protección infantil a esta escala”.
Jacob Granger, coordinador de emergencias de Médicos Sin Fronteras, actualmente en Deir al-Balah, al sur de Gaza, dice que llegaban constantemente niños heridos a los hospitales de campaña de MSF sin sus familiares.
“Intentamos estabilizar su situación y tratar sus heridas, pero después de tratar a alguien, a menudo no hay ninguna estabilidad para esa persona. No es que haya un tejido social o una institución social capaz de apoyar a los niños. Existe un mecanismo comunitario, personas que se ocupan de los niños que han perdido a sus padres, o hay otras agencias que pueden intentar encontrar a la familia, si queda alguien, o una institución que pueda acoger a los huérfanos, pero es una gota en el océano”, dice.

Unicef afirma que ha proporcionado “atención de emergencia a corto plazo a niños en situación de alto riesgo —niños perdidos, huérfanos y separados de sus familias— para garantizar su seguridad inmediata tras un incidente, mientras los trabajadores sociales localizan a familiares que puedan proporcionarles cuidados a largo plazo”.
En busca de personas que los acojan
War Child es una de las pocas organizaciones humanitarias que recibe llamadas de las clínicas de emergencia sobre casos de WCNSF, y sus trabajadores sociales peinan los campamentos de desplazados en busca de niños no acompañados y luego tratan de emparejarlos con personas del campamento que estén dispuestas a cuidar de ellos.
Entre los niños de uno de los centros comunitarios apoyados por War Child se encuentra Radeh, de 13 años, que presenció cómo un francotirador mataba a su madre, tras haber perdido antes a su padre en la guerra.
2.596 niños han perdido a ambos padres y otros 53.724 han perdido al padre (47.804) o a la madre (5.920)
“Esto le provocó síntomas de shock, como retraimiento y ansiedad, además de dolores de cabeza, dolor de estómago, pesadillas y ansiedad”, señala un informe de War Child, que indica que Radeh está recibiendo apoyo de especialistas para “gestionar sus emociones abrumadoras” y que encuentra cierto consuelo en actividades como el dibujo.
“En una situación de conflicto habitual, eso implicaría a los familiares y nosotros proporcionaríamos apoyo de seguimiento y nos aseguraríamos de que se tuviera en cuenta y se evaluara la protección”, dice King. “Eso a menudo no es posible en Gaza, donde los niños no suelen tener familiares vivos, o al menos ninguno que pueda identificarse o localizarse, porque es un caos. La gente está en campos de desplazados y es evacuada constantemente por la fuerza. En el caso de Gaza, es necesario encontrar soluciones alternativas de acogida y existe una base de datos de familias que están dispuestas a acoger a otros niños, a los que luego se podría evaluar, apoyar y supervisar”.
Encontrar esas familias es extremadamente difícil cuando hay tanta escasez de alimentos. Los niños gravemente heridos, a menudo con miembros amputados, tenían por ejemplo pocas posibilidades de realizar el viaje hacia el sur de acuerdo con las sucesivas órdenes de evacuación israelíes emitidas a los aproximadamente un millón de residentes de la Ciudad de Gaza.
Encontrar un coche que transporte a un niño herido podía costar cientos de dólares, a menudo en efectivo, por lo que había que pagar una prima de alrededor del 40%, muy por encima de las posibilidades de la mayoría de las familias de Gaza. El Ministro de Defensa israelí, Israel Katz, calificó a quienes permanecieron en Ciudad de Gaza como “terroristas o simpatizantes del terrorismo”, lo que implica que eran considerados objetivos militares legítimos.
Los niños, y especialmente los varones, se agrupan cada vez más para sobrevivir, buscando en los montones de basura cualquier cosa que puedan comer o vender, o utilizando su fuerza numérica para agruparse en los puntos de distribución de alimentos, una táctica extremadamente arriesgada que refleja su absoluta desesperación. La entrada de ayuda humanitaria a raíz del acuerdo de alto el fuego pretende aliviar esa situación.
Daño mental incalculable
“Hay muchos niños en la calle durante el día, pero es difícil saber si aún tienen familia”, dice Granger, señalando que las consecuencias del trauma infantil y la destrucción de las familias están empezando a hacerse evidentes. “Lo que vemos es que el comportamiento de estos niños es anormalmente agresivo. Así que a veces te encuentras con un niño de seis u ocho años gritándole a nuestro coche como si fuera un hombre enfadado de 40 años”.
El daño mental infligido a esta generación de niños en Gaza es incalculable, incluso para aquellos que aún tienen familia.
Antes de resultar herido, Ahmad Abu Hilal, de 12 años, complementaba los escasos ingresos de su familia vendiendo café en el extenso campamento de al-Mawasi, en la costa sur de Gaza. “Tenía grandes ambiciones”, recuerda su madre, Sabreen Abu Hilal. “Soñaba con hacerse rico, comprarme un Jeep y convertirse en un gran médico capaz de tratar a los heridos. También le encantaba el fútbol y soñaba con convertirse en un jugador talentoso. Siempre trabajaba duro para hacer realidad sus sueños”.
Todas esas aspiraciones se vieron truncadas por un proyectil israelí lanzado contra una multitud en la cercana Jan Younis, donde Ahmad había ido a visitar a su tía. La metralla le arrancó la parte posterior de uno de los muslos. Ahmad sigue dependiendo de analgésicos y necesita que le limpien la herida con regularidad.
“Los médicos dicen que su lesión es muy grave y que tardará mucho tiempo en recuperarse”, explica su madre. “Mi mayor temor es que nunca vuelva a caminar o que la herida no se cure”.
La confusión y la angustia que acompañan a una lesión grave son exponencialmente mayores para los niños que carecen de una red de apoyo familiar.
“Imagínese el impacto que tiene en la salud mental de un niño que, cada vez que intenta volver a caminar o ponerse de pie, lo cual es un reflejo, recuerda el momento en que perdió las piernas y a los miembros de su familia”, dice Granger. “Y esto es para el resto de su vida, sabiendo que, física y mentalmente, los requisitos previos para superar el trauma son imposibles para las personas que viven aquí. No hay ningún lugar seguro en Gaza”.
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