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Alcira, mensajes de una imprescindible

Alcira Argumedo.

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¡Qué tiempos tan oscuros éstos, tiempos en los cuales transitamos cada vez más el obituario, ya no como sección secundaria sino como género central! Este domingo 2 de mayo se nos fue una militante e intelectual imprescindible. “Imprescindible”: ése fue el adjetivo que más se repitió en las redes sociales desde que circuló la noticia que la gran y querida Alcira Argumedo había fallecido.

Argumedo era una rara avis; reunía diferentes perfiles como académica y militante política. Como socióloga comprometida, gran docente, investigadora y académica, se instaló en el poco visitado campo del latinoamericanismo y de la geopolítica. Su huella quedó estampada en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (la “Cátedra Argumedo”) y en libros ya clásicos como “El silencio y las voces en América Latina. Notas sobre el pensamiento nacional y popular”, publicado en 1993. 

En tanto intelectual pública, Argumedo siempre adscribió a las filas a la izquierda nacional (desde las célebres “cátedras nacionales”), camino que transitó desde dentro y desde fuera del peronismo, en compañía de Fernando Pino Solanas y de otra reconocida socióloga como Norma Giarracca, también fallecida. Su perfil de intelectual militante es polifacético. Fue docente y formadora en diferentes organizaciones sociales de corte popular, desde los piqueteros a las economías populares, a quienes daba clases sobre historia argentina, geopolítica e imperialismo, soberanía nacional y defensa de bienes comunes. Fue asesora y co-guionista de varios de los documentales que Pino Solanas realizó durante los 90, que analizaron en detalle el rol destructor del neoliberalismo, así como de aquellos que colocaron la cuestión ambiental en el centro. Fue co-fundadora de Proyecto Sur, una experiencia de construcción de una izquierda nacional y ecologista, que se inició en 2007 y que durante un tiempo generó gran expectativa en el campo de las izquierdas nacionales. Fue varias veces diputada de la nación, una banca que utilizó para sostener grandes debates y dar visibilidad a esas voces bajas y silenciadas; para ir más allá del peronismo oficial y conformista, sin renegar nunca de sus posiciones de izquierda. 

Participé en varios de esos debates en el Congreso Nacional. Uno de los últimos fue una audiencia en la cual había invitado organizaciones sociales de todo el país e incluso del Brasil, que denuncian la explotación de hidrocarburos no convencionales a través del fracking. La crítica de Alcira al neoextractivismo abarcaba todas las variantes, desde la sojización, la megaminería, la expansión de las megarrepresas, e incluía la defensa de los pueblos originarios. Así, sus banderas se multiplicaban, cuando de derechos humanos se trataba. No por casualidad formaba parte de la comisión de APEMIA, invitada por Laura Ginsberg, que promueve desde hace años la creación de una Comisión Investigadora Independiente para esclarecer el crimen todavía impune de la AMIA. 

Guardo numerosas anécdotas e historias forjadas con Alcira, pero una de ellas me toca en lo más personal. En 2013, acompañé a Pino Solanas en el rodaje de “La guerra del fracking”, en la cual aparece Alfredo Svampa, mi padre, chacarero de Allen. Meses más tarde, Alcira vio el material provisorio que trajimos de la Patagonia y sin decir palabra se encerró en una habitación con un colaborador. Buscaba más imágenes de mi padre, pues le había impactado como personaje, y quería que Pino le diera más espacio en el documental. Pino le tuvo que explicar que no había otras imágenes; la represión feroz que hubo en las afueras de legislatura de Neuquén en agosto de 2013, cuando se aprobó el contrato de YPF con Chevron, no le había dado tiempo para hacer más reportajes. 

Somos muchos quienes recordaremos a Alcira como una intelectual pública íntegra, cálida y sensible, dueña de un humor cáustico que alcanzaba a todos, y de una generosidad tan amplia como su inefable sonrisa. Al igual que Pino Solanas, Alcira Argumedo tampoco pudo irse de este mundo alejada del peronismo, dentro del cual había crecido política e intelectualmente. En los últimos años, decidió volver al peronismo, urgida en su cambio de posiciones mucho más por el espanto de una posibilidad de perpetuación del macrismo, que por amor al kirchnerismo realmente existente, al que nunca le otorgó el beneficio de la solidaridad automática, como sí lo hicieron otros intelectuales. 

Primero con la muerte de Pino Solanas, ahora con la de Alcira Argumedo, el Frente de Todos perdió no sólo dos intelectuales críticos que incomodaban al poder, sino también dos personalidades imprescindibles que supieron insistir en la centralidad que hoy tiene la crisis climática, la geopolítica de los bienes comunes y los conflictos socioambientales. Es bueno recordarlo cuando asistimos al encarcelamiento de ambientalistas que se oponen a la minería –como en Andalgalá, Catamarca-, y cuando sectores del oficialismo buscan desvirtuar la lucha democrática en Chubut en defensa del agua.  La partida de Alcira nos advierte también de este riesgo de cancelación, que ella nunca avalaría. No es casual que uno de sus últimos tweets, el pasado 26 de abril, fuera sobre la Hidrovía  Paraná-Paraguay, a la que bautizó como “la autopista del contrabando”,  y en el cual lanzó esta advertencia: “Las decisiones que se tomen con la Hidrovía y los puertos privatizados van a signar la suerte del FdeT. Es la oportunidad para cerrar el ciclo diabólico de saqueo iniciado con la dictadura y promovido por Cavallo y el poder eco-financiero”.

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