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Opinión Ensayo general

Un amuleto nuevo

Tamara Tenenbaum Ensayo general rojo

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Cuando yo era chica no festejaba Año Nuevo. Este año pasé ambas fiestas en casas en Once y vi por la calle a los judíos como era yo, vi la terquedad en sus cuerpos: juro que hay algo en el gesto, en la manera de caminar, que delata la intención de tratar a estos días como días que son iguales a todos los días: que quede bien claro. Mi mamá solía hacer guardia en el hospital, nosotras mirábamos televisión. El resto de mis amigos estaba en la misma así que no me molestaba. De adolescente empecé a ir a las Navidades de mis amigos no judíos. Me gustan las familias ajenas, todavía me gustan, pero fue un poco sumarse un problema: había que tener un lugar donde pasar las fiestas, había que organizarse en un compromiso con otros, asegurarse de llegar a diciembre con al menos una persona que te quisiera lo suficiente como para pensar que ese momento tenía que pasarlo con vos.

Mi amiga C me pregunta sobre qué voy a escribir. Le digo que no sé, que no se me ocurre nada, que tengo la mente en blanco desde ayer, que lo único que me rebota en la cabeza es lo de la plancha. “Lo de la plancha” no es nada: es que me compré un conjunto de camisa y short de poplín de algodón para Año Nuevo, estrictamente me lo mandé a hacer a medida, y el 31 me quedé sin luz, estrictamente el 30, pero el 31 la luz todavía no había vuelto, así que fui a pasar esa tarde a lo de un amigo y le pregunté si tenía plancha, porque el poplín, especialmente si no es sintético, hay que plancharlo, si no, no tiene sentido ni que te lo pongas. Sé los nombres de las telas porque nací en el Once, y sé cosas sobre ellas porque es un interés que me quedó y lo investigo, sobre todo me gusta el vocabulario, siempre termino usándolo para algo, en todo lo que escribo hay telas. No suelo hacerme ropa a medida, hacía años que no lo hacía, pero conozco una chica que lo hace, y me hizo acordar a cuando era chica también, porque mi mamá siempre me estaba mandando a hacerme cosas con la modista, que era la hermana de la señora que trabajaba en mi casa, porque era más barato y más lindo y más fácil que comprarse cosas hechas. Por supuesto que yo lo odiaba, solo quería tener la ropa que tenía el resto de la gente, pero en el fondo sabía que mi pollera del uniforme era la más linda de todo el ILSE, todo el mundo me lo decía. La conversación sobre telas también la odiaba. Mi mamá no me dejaba comprarme esa ropa de adolescentes toda de modal y polyester que yo quería, me decía que todo era shmate, que es una palabra que usan los turcos para decir que algo es berreta, que es un trapo, no podés llevarte eso Tami, es muy shmate, no dura dos lavados, y la ropa de buena calidad me parecía aburrida.

No miro hacia adelante ni hacia atrás, no tomo resoluciones, no hago balances, pero tampoco tengo opinión sobre quien lo hace, solo me parece de otro planeta

Esto tengo. No es mucho. C me dice que escriba algo sobre el derecho de dj, llegar a una fiesta donde no conocés a nadie y tratar de imponer tu música. Me cuenta que fue a una comida en la que quiso pasar cumbia pero una mayoría logró imponer música electrónica toda la noche. Una música sin historia, le digo, porque para mí la mitad de la gracia de la cumbia, te guste más o te guste menos, es que a todos nos hace acordar a algo. Sin vida, me dice ella.

Mi amiga N me dice que haga algo con nuestras ideas sobre fin de año, los balances, las resoluciones, la ficción del nuevo comienzo. Le digo que me embola, pero no es propiamente eso. Es que sencillamente no logro pensar en el tema en esos términos, nunca lo logré. Lo que me angustia del fin de año, lo que me gusta o lo que me angustia o lo que me pasa, es una cuestión del presente. No tengo expectativas para el tiempo redondo, solo me interesa pasar estos días, días raros en los que comemos con desconocidos y les abrimos nuestros corazones, días en que si tenés una cita es medio fantasma, medio en joda, como que no pasó, días de conversar con gente a la que no le hablás en todo el año. Todas mis esperanzas son esas, superar el tramo. No miro hacia adelante ni hacia atrás, no tomo resoluciones, no hago balances, pero tampoco tengo opinión sobre quien lo hace, solo me parece de otro planeta; supongo que esas cosas se sellan en la infancia, me repito, un poco es la historia que conté al principio, pero es cierto.

Mi amiga V me dice que está ligeramente preocupada porque medio que se colgó o se equivocó con todas sus tradiciones de Año Nuevo, preparó las doce uvas y no se las comió, en lugar de comprarse un vestido blanco se compró uno negro que ni siquiera le gusta mucho. Además, me dice, los años pares nunca le salen bien, a ella le va bien en los impares. Me pregunta si yo tengo alguna cábala de esas o si no creo en nada, como sospecha, supongo. Sus sospechas son ciertas, no tengo nada y no sé en qué años me va bien o me va mal, ni me acuerdo en qué años pasan las cosas, pero este año le pedí un deseo a un amuleto. El último día que pasé en Ciudad de México comí con una escritora muy dulce y sentí que el encuentro había estado marcado por algo. No nos cruzamos en la Feria de Guadalajara aunque las dos estuvimos ahí y llegamos a vernos la última noche casi sin planear, así medio de casualidad, y me parece que a las dos nos sirvieron las conversaciones de esa noche: a mí me sirvieron de mucho. La escritora me regaló un amuleto, un corazón tejido en blanco y negro, y me dio una serie de instrucciones para pedirle un deseo en Año Nuevo. Escuché con atención pero no retuve porque no soy de eso, pero esta semana no me sentía bien y lo encontré entre mis cosas, así que le escribí y le pedí que me repitiera el procedimiento. Me dijo que la ponía contenta habérmelo regalado, porque los amuletos no se pueden comprar, te los tienen que dar. Que lo tomara con la derecha, porque las cosas se dan con la derecha y se reciben con la izquierda, y el amuleto hay que darlo al universo, que lo pusiera en mi altarcito y que si no tenía altarcito cualquier lugar donde guardara cosas que me importan estaba bien. Que le contara cuando se me cumpliera el deseo, porque se me iba a cumplir, que idealmente fuera algo sin nombre y apellido sino algo que deseara yo, y que cuando se me cumpliera lo cambiara de lugar. Hice todo el circo para escribir una canción, me pareció buen material para una canción, y porque quería, sobre todo. Así que tuve esto del amuleto este fin de año, le dije a V, pero es algo nuevo para mí, no es una costumbre. Trato de pensar en cosas que me conecten con una tradición. Vuelvo a pensar en la plancha y lo de las telas. Busco en google alguna explicación de por qué en épocas y lugares tan disímiles los judíos han trabajado con telas. No hay ninguna explicación metafórica de ningún tipo, no todo lo que pasa pasa por una razón. Mi tradición en realidad es esta, supongo, el Año Nuevo como algo que hacen mis amigos, como algo que miro hacer a otra gente, algo que me recuerda la vida que elegí y que porque la elegí y no me tocó nunca es del todo mía.

TT

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