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Análisis

Una carnicería para salvar al Gobierno

Sergio Massa, Alberto Fernández, Cristina Kirchner

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Si ninguna otra cosa cambia, Alberto Fernández tendrá en algunos días más su foto en el Salón Oval de la Casa Blanca con el presidente de los Estados Unidos. Será una de las pocas gratificaciones personales que esperan a un presidente vaciado, rendido, no a Cristina Kirchner, que también, sino ante la realidad del fracaso del dispositivo de poder surgido hace casi tres años del ingenio político de la expresidenta. La experiencia del Frente de Todos que despertó otra vana ilusión se confirmó finalmente fallida, incapaz de pegar los pedazos de peronismo dispersos desde hace una década y de dar un rumbo de recuperación a la economía y a una sociedad estragada. El mayor perjuicio de ese fracaso lo sufre la figura del presidente, para esto sí el primero. 

Lo que viene es una segunda experiencia de ese mismo frente, de destino igual de incierto aunque renovada por el largamente anunciado desembarco de Sergio Massa. El comienzo no luce muy auspicioso.    

El ingreso de Massa al gabinete dejó como resultado una carnicería. El Gobierno debió deshacerse de la ministra de Economía que había designado apenas 24 días antes y a quien se había encomendado retomar el diálogo con el Fondo Monetario, es decir con la comunidad financiera internacional, y con el Tesoro de los Estados Unidos, principal accionista del organismo acreedor de la Argentina. Silvina Batakis cumplió con su cometido, de acuerdo con las crónicas de su viaje a Washington, del que acababa de regresar ya renunciada.  Allí habló con crudeza de la situación económica y anticipó las dificultades que tendrá el país para hacer frente a las metas comprometidas con el FMI, pese a no haber renunciado aún a ellas. Batakis pareció en esos pocos días en Washington haber entrado en perfecta sintonía con la búlgara Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo, que habló de la necesidad de “acciones dolorosas”. Eso mismo sin embargo había ido anticipando Batakis a los gobernadores peronistas que días antes le fueron reuniendo en el quinto piso del ministerio de Economía. 

Lo que venía imponiéndose es que Con Batakis llegaba un ajuste. En los últimos meses ha sido un lugar común escuchar que la oposición le perdió el miedo a decir lo que piensa hacer si regresa al poder. Con el reemplazo de Batakis con Guzmán ese temor parecía ir desapareciendo también en el oficialismo. Las palabras pierden su verdadero sentido cuando se las repite varias veces, como en un juego de chicos.

Desde el cristinismo se deslizó hace apenas una semana que Batakis tenía el apoyo de la vicepresidenta Kirchner. El dólar blue ya estaba en $300. En el bloque de Unidad Ciudadana en el Senado se oyó decir incluso que Batakis tenía la capacidad y la entereza para estabilizar la economía mediante un “shock, corto, indoloro”. Allí no ocultaron el efecto recesivo sobre la economía de un programa de esa naturaleza. Se arriesgó incluso una estancia breve de Batakis en el ministerio, una vez terminada su tarea. Aunque no tan breve como resultó. Ese apoyo tímido nunca se tradujo en un compromiso público.

¿Qué cambió desde entonces? Todas son dudas. ¿La crudeza con la que Batakis habló frente a sus interlocutores, aquí y en EEUU? ¿La aceleración de la corrida cambiaria, imparable? ¿El abierto desafío de los movimientos sociales alineados, o más claramente, que forman parte del Gobierno? ¿Algún tipo de extorsión de los gobernadores? ¿Las amenazas fraticidas de hombres como Grabois? ¿Una epifanía del abismo?

Si las espaldas de Batakis se revelaron muy estrechas para cargar con todo esto, resulta razonable que la opción haya sido Massa, aquel proyecto ambicioso que el tigrense llevó a Olivos el fin de semana de la renuncia de Guzmán y que, todo indica, fue vetado por los socios mayoritarios del frente.

Massa llega con el supuesto del apoyo de parte del mundo empresario, un respaldo gracias al que permanece en pie en política en la última década, además de, por qué negarlo, su tenacidad. Si hay alguien que ha aprendido las lecciones de Kirchner no es el Presidente, para pesar de Alberto Fernández, sino Massa, acaso el político que más se parece al expresidente muerto hace ya más de una década.

¿Qué alternativas tiene Massa para equilibrar las cuentas públicas como no sea una suba en la recaudación, una restricción severa en el gasto o la reducción de los subsidios? Hay momentos en que la economía no tiene grandes secretos. ¿Hay que pensar en la primera opción, con la designación de Carlos Castañeto en la AFIP? Massa no consiguió ocupar ese espacio, que anhelaba cuando su principal objetivo era la jefatura de Gabinete (además del Banco Central). ¿Renunciará a su historia asociada a los beneficios para la clase media en materia de ganancias y al alivio fiscal? 

El “relanzamiento” del Frente de Todos implicó otros actos sacrificiales. Daniel Scioli es un hombre que suele estudiar cuidadosamente sus movimientos, que acredita una vasta experiencia y una difícil -para él- convivencia con el matrimonio Kirchner: fue sorprendido como un novato. No completó 50 días en el ministerio de Desarrollo Productivo, una nominalidad asociada a su propio nombre. Regresa con un puñal en la espalda a la embajada en Brasilia, donde recompuso el vínculo con el principal socio comercial de la Argentina, una relación que no encontró ni a Fernández ni a Jair Bolsonaro a la altura. No trascendió a la hora de escribir esta crónica el contenido de su charla con el Presidente antes de la despedida.

Julián Domínguez es otro de los alcanzados por el cuchillo. Un interlocutor calificado del peronismo para el sector más dinámico de la economía. Asumió personalmente el compromiso de que no serían aumentadas las retenciones a la producción de soja, contra la presión de la secretaría de Comercio cuando era manejada por el cristinista Roberto Feletti. Perdió credibilidad con la creación del fideicomiso para el trigo, que administró el mismo Feletti. 

Entre los leales a Fernández que dejan el Gobierno hay que contar a Gustavo Beliz, secretario de Asuntos estratégicos de la Presidencia. Beliz presentó su renuncia “harto de todo”, como admitieron fuentes de su cercanía, probablemente cuando supo que debía resignar a manos Massa la relación con los organismos multilaterales de crédito. Ex funcionario del BID, aspiró a ocupar la presidencia del organismo pese a un mal cálculo de Fernández de los equilibrios estratégicos en la región. El cargo quedó para Mauricio Claver Carone, una de las herencias que dejó Donald Trump.

El peronismo ha decidido apostar a una nueva reconfiguración del poder con vértice aparente en Sergio Massa. El próximo ministro de Economía tuvo una amarga despedida, en la noche, cuando dejó el edificio del Congreso: una andanada de insultos lo obligó a tragarse la sonrisa. Es difícil predecir además qué clase de relación establecerá un Massa empoderado con quien ha sido la principal fuente de inestabilidad de Fernández. Nada indica que Cristina Kirchner actuará de modo contrario a su naturaleza. El pacto que selló hace casi tres años con Fernández fracasó. El que cerró con Massa en la tarde de ayer apenas si lo conocemos.

WC

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