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COLUMNA NÓMADE Opinión

El corazón salvaje en el Valle de UCO

Luca Prodan.

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“Estoy inquieto. Sumo toca a diez cuadras de mi casa. El ticket del festival, en el que figuran además de los nombres de otras bandas que comparten el escenario -Soda Stéreo, Virus, Autobús y La Torre- tiene un dibujo de estrellas que ilustra la reunión como especial. Al menos eso me parece a mí. Con una tipografía más chica, sobre un costado, dice Taller 4, el local donde se imprimió y no un grupo telonero, como creí al principio. Se trata de una fiesta de dos días, 10 horas de rock por jornada, es un acontecimiento musical para la Zona Sur del Gran Buenos Aires. Igual que La Falda o el Chateau Rock, referencias inevitables de nombres cortos y contundentes”.

Este es el comienzo de Luces calientes, una novela hermosa que escribió Damián Damore en diciembre del 2006 y que publicó la editorial de la Fadu. Me gusta el comienzo: “Estoy inquieto. Sumo toca a diez cuadras de mi casa”. La estructura de la novela es sencilla, un grupo de amigos van a todos los recitales de su banda preferida: Sumo. Los siguen a dónde sea: bares chicos, sótanos, canchas, estadios, recitales compartidos con otras bandas. Lo importante es ver a Sumo, una banda que –a pesar de tener cuatro discos- es esencialmente aurática. Cada capítulo tiene la fecha y el lugar donde toca Sumo. Y mientras leemos lo que sucede en el recital, lo que les sucede a los chicos que siguen a Sumo, se nos va armando una época -mediados de los ochenta hasta la muerte de Luca- inolvidable, por lo trágica y por lo dionisíaca. La época inflamable del fin de Alfonsín y la convertibilidad de Carlos. 

Damián Damore, el Colo, se empezó a sentir mal hace varios días. “Era como si un mono tití se me hubiese subido por la espalda y me presionara hasta taparme la respiración. Una mochila de melones”, me dice en lo que él denomina como el Valle de Uco -porque los enfermeros la llaman UCO a la unidad coronaria de un sanatorio de alta complejidad de Colegiales-. Estoy parado a los pies de su cama. El UCO a mí me parece más bien como los camarotes de un barco ballenero. Estamos en un subsuelo, con muchas camas enfrentadas, cada cama separada por un biombo y en las paredes todo un sistema eléctrico que monitorea la presión sanguínea, que puede drenar oxígeno: luces y perillas que se prenden y apagan. Hay un ruido en el Valle de Uco que no cesa nunca. Acá no se mide la inflación, se miden los latidos del corazón, el sube y baja de la respiración. 

Me dice el Colo que hoy se levantó sofocado por la calefacción y que pidió poder caminar hasta una ventana para recuperarse. Es verdad, hace un calor de los mil demonios. El Colo se sentía mal porque tiene tres arterias que van directo al corazón semitapadas y los médicos después de evaluar la situación , decidieron no hacerle stents sino un by pass la semana que viene. “Me da un poco de miedo el by pass”, me dice Damián. Al Colo lo quiere mucha gente y tuvo visitas casi todo el día, se había armado una larga fila de amigas y amigos. Los enfermeros le dicen “Coldplay”, por la cantidad de gente que trae. 

Mientras me cuenta las peripecias que lo trajeron hasta acá, a UCO, viene un enfermero que habla con cierto tono cubano y le pide el brazo para tomarle la presión. También le inyectan cosas. “Cuando estoy en casa me gusta estar en absoluto silencio”, nos dice el enfermero. “Porque acá suena todo, las paredes hablan”, nos dice. El Colo me cuenta que ayer vino un enfermero que lo bañó en la cama, sin tener que llevarlo al baño . “Pero quién era, Copperfield?”, le digo. “Si, es increíble, te agarra con toallas mojadas, te levanta, las pasa por debajo y la cama no se moja nunca, es un genio”. Le cuento que Olmedo, un amigo de mi viejo, hacía un truco muy difícil que era tirar del mantel de una mesa y que las cosas que estaban arriba del mantel no se cayeran. “Como este enfermero”, dice el Colo. En UCO uno escucha lo que sucede en las otras camas: está el papá de un futbolista que ahora es comentarista, tiene Alzheimer y lo tienen que atar para que no salga caminando a cualquier hora. En la cama de al lado de Damián hay un hombre al que la obra social le demora la entrega de stents -porque son caros- y el tipo no ve la hora de que lo operen y lo saquen de ahí. “Es la obra anti social”, le digo al Colo. 

Club Los Andes, Lomas de Zamora, 20 de diciembre de 1987. “Imprevistamente hace frío en diciembre y y postergo el estreno de la vestimenta pensada para usar hoy: unos pantalones de bambula color verde agua y una remera azul de mangas cortas marca Thriller –como el álbum de Michael Jackson- que me compró mi mamá en Munro”. Luces calientes logra transmitir a la perfección los momentos previos de nerviosismo y libertad antes de salir para ver a tu banda favorita. Los rituales, la ansiedad por encontrar una entrada. También es un canto a la zona sur, esa parte de la provincia de Buenos Aires con ramales de trenes, bares precarios, alcantarillas por donde, en las noches de frío, sale humo, un humo expresionista, como el que usa Francis Ford Coppola en Rumble Fish

Le dejo unos libros al Colo para que lea en el valle de Uco: una biografía de Laiseca, libros de poemas. Le digo que como ahora somos vecinos -el sanatorio queda a tres cuadras de casa- lo voy a venir a visitar todos los días. Le recuerdo un verso de Sumo -inspirado por los biombos que separan las camas del barco ballenero-: “Soy un biombo/ no miren detrás”. El Colo se ríe. Lo veo mejor. Le digo que mañana le voy a traer una banana para el mono que se le trepó en la espalda y le causó el dolor cardíaco. Me lo agradece. 

Después en mi casa, me entrego al pensamiento mágico: hago una promesa. Quiero que Damián se cure. Quiero ir a un recital con él, a cualquier recital. Para eso, digo, me voy a levantar todos los días a las cinco de la mañana -como si estuviera en un monasterio budista- y me voy a pegar una ducha de agua fría ahora que es pleno invierno. Necesitamos despertarnos, como te despierta la prosa de un poema genial. Volver a sentir esa emoción que sentí cuando escuché en el Fénix de Flores a Luca cantar unos versos increíbles: “¡Basta! Me voy, rumbo a la puerta / Y después a un boliche a la esquina / A tomar una ginebra con gente despierta / Esta sí que es Argentinaaaa”. 

FC

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