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Del debate de ayer a la disputa de hoy

En el debate presidencial brasileño en la red Globo previo al balotaje del último domingo de octubre de 2022, Lula le pide a Bolsonaro que responda por sí o por no a sus preguntas.

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La Argentina gusta verse como el Canadá de Brasil. Nadie dudó ni sufrió, sin embargo, por admitir cuánto habían podido aprender del último debate brasileño previo al balotaje presidencial de octubre de 2022 los contrincantes del último debate argentino siete días anterior al balotaje presidencial de noviembre de 2023. No sin agudeza, una de las moderadoras que actuaron en la Facultad de Derecho porteña, la periodista Luciana Geuna, marcó un contraste en la dinámica del enfrentamiento en la UBA con respecto al del estudio de la red Globo. A pesar de que las reglas eran las mismas, en el debate precedente al triunfo de Lula sobre Bolsonaro, los rivales brasileños aprovecharon la libertad, pactada, de caminar, moverse, desplazarse por el espacio. En cambio, los argentinos permanecieron parapetados en sus atriles.

Brasileños que se tocan, argentinos intocables

A diferencia de Luiz Inácio Lula da Silva y de Jair Messias Bolsonaro, fueron renuentes los candidatos argentinos Sergio Massa y Javier Milei para explorar y explotar la posibilidad, que sus equipos habían pactado de antemano con firmeza, de moverse por un perímetro más amplio que el de sus atriles. Más bien, quedaron acantonados a la defensiva en sus 'ciudadelas', sin salir a 'poner el cuerpo'. 

Sin embargo, había una razón para este aparente desistimiento de la pasión. Más que miedo general por la circunstancia se trató de una meditada profilaxis muy específica. 

En 2022, en el último debate pre balotaje brasileño, esa misma regla permisiva había sido pactada y resultó inconveniente para Lula. Hay problemas de imagen incontrolables si hay contacto físico, si se tocan los candidatos, especialmente si se tocan 'bien'. 

Bolsonaro le ponía la mano sobre el hombro a Lula, y le decía: 

-Mire, señor Lula, usted se vacunó con vacunas que hice comprar yo. 

Lula subía la apuesta:

-Usted, golpista, es un genocida. 

Esto le decía el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) al ex capitán del Ejército, al paulista que fue por 19 años diputado carioca en el Congreso federal de Brasilia. Y Bolsonaro, de mayor estatura, apoyaba su mano sobre el hombro de su adversario.

En suma, la movilidad no le sumó a Lula, y sí a Bolsonaro. 

Es así que el mayor riesgo para los candidatos al bajarse del atril no es el de exponerse (ante el país); es el de contactarse físicamente (los contrincantes). 

Paradójicamente, es el contacto amigable el peligroso. Si el acercamiento fuera choque, y a un si el vecino cara a cara resulta violento, entonces saca ventaja la víctima, como le ocurrió al demócrata Joe Biden con el republicano Donald Trump en el último debate de ellos en 2020.

Bolsonaro se movía muy bien en escena. (Lula no se movía, propiamente: más bien, se corría de lugar, iba cambiando de ubicación). No siempre son aves de paso inexpertas en los medios estos políticos de las nuevas derechas rampantes. Al contrario. Nunca se mueve tan bien Trump como ante las cámaras encendidas. Lo mismo vale para Silvio Berlusconi, para Boris Johnson, para Keiko Fujimori, para los líderes de Vox en España y de Chega! en Portugal, para Matteo Salvini en Italia, para el presidente paraguayo Santiago Peña y para el ganador de la primera vuelta chilena José Antonio Kast, para el presidente electo ecuatoriano Daniel Noboa-que ganó la presidencia gracias a su desempeño en el debate inaugural antes de la primera vuelta- y para el futuro presidente panameño. En cambio, para el mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) su 'lugar en el mundo', su 'espacio de máximo confort', es el atril de su cotidiano magisterio. 

En los casos de Trump, de Bolsonaro, del difunto Berlusconi, lo hacen con tanta pero tanta desenvoltura, se mueven tan pero tan bien ante las cámaras -nunca se quedan quietos-, que eso hace perder votos, al fin de cuenta, a su partido. Porque la excelencia actoral de los Líderes hace deslucirse como impostores a los candidatos trumpistas a gobernador o legislador. Pueden decir los mismos disparates que el Jefe, pero son un plomazo, les falta esa gracia intransferible para guiñar el ojo payaso siniestro salido de la televisión chatarra. 

Lula al gobierno, Lira al poder

Vencedor de las presidenciales en segunda vuelta, el PT había sido vencido en las legislativas. La derecha hizo la mejor elección de su historia en el Congreso federal. Y lo esperaba a Lula, sin hostilidad, sin animadversión, con tranquila, codiciosa expectativa, en Brasilia.

El abogado, ganadero, empresario, diputado del partido Progresistas (PP) por el norteño estado de Alagoas, Arthur Lira sabe pedir. Quiso ser presidente de la Cámara de Diputados de la primera (y única) presidencia de Bolsonaro. Logró ser elegido en la en la tercera presidencia de Lula. Se presenta como centrista; es derechista. Sabe cómo alinear el voto de otros partidos que componen la mayoría del mayoritario Centrón (Centrão), partidos como Republicanos e União Brasil. Lula y el PT habían prestado su apoyo, disciplinado sin que pueda llamarse determinante, a la candidatura de Lira para asegurarle con mejor holgura la presidencia de la Cámara baja en la actual Legislatura. Lira fue el primer congresista en reconocer la victoria de Lula en el balotaje del último domingo de octubre. Hasta el 30 por la noche, Lira había hecho campaña por la reelección del candidato presidencial derechista, cuya política había acompañado en el Congreso.

La más gráfica imagen del presidente de la Cámara baja es la de ser el diputado que tiene la lapicera de firmar impeachments. A él toca decidir cuándo dar curso a un proceso de destitución presidencial. Era el cargo de Eduardo Cunha, que inició su carrera política en el mismo partido PP que Lira, y que promovió el juicio político de Dilma Rousseff en 2016. En el Congreso, la oposición hoy tiene votos parar iniciar un proceso destituyente a la mañana del día que lo decida y votar la exoneración por la tarde de ese día. La primera victoria legislativa de Lula habría sido imposible, y cada una de las que sigan tampoco será posible, sin la onerosa cooperación, tanto más disponible cuanto menos desinteresada, de su suspenso verdugo. Como se decía en el siglo XVIII en el Parlamento británico, puede decirse ahora en el Congreso federal de Brasilia. El Centrón no es la oposición a Su Majestad el Presidente: es la oposición de Su Majestad.

AGB

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