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A la espera del Whatsapp de su señoría

Estibadores del puerto de Rosario ya lo habían paralizado en junio pasado.

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25.12 Navidad, Arroyo Seco ¿Alguien sabe dónde queda? Cerquita de Rosario. Ahí tiene su sede Dreyfuss. Es un gigante. Te aplasta de solo verlo. Una planta inmensa, con puerto propio. Las vías del tren entran hasta adentro y terminan justito donde tienen que terminar para descargar el grano. Además, llegan cientos de camiones con toneladas y toneladas de porotos de soja. Los trabajadores aceiteros los convierten en aceite y lo meten en un barco; de ahí, pasan por Bahía Blanca a completar la carga del nuevo oro para llevarlo al viejo mundo.

Los obreros habían pasado Nochebuena en la puerta de la planta y ahora empezaban a juntarse para compartir la Navidad. Van dieciséis días de una huelga que paralizó la actividad en todo el país. El epicentro del movimiento está en el complejo portuario San Lorenzo por donde pasa el 70% de los granos antes de abandonar la patria sojera. Un buen número de trabajadores, algunos con reposeras, otros en el suelo, me invitan a conversar. Mucha firmeza, mucha convicción, mucha claridad.

Los aceiteros son un gremio de altos ingresos… Bueno, 67 mil pesos. Que en la Argentina ese sea un buen salario es indicativo de la degradación social y el retroceso en la puja distributiva. Piden 93 mil porque entienden que esa es la cifra que a una familia le permite cubrir sus necesidades básicas (subsistir) y buscar la felicidad (vivir). Recuerden que no estamos hablando de una PyME sino de empresas que venden en dólares y para las cuales el costo laboral representa alrededor del 1% de la facturación.

Hago algunas cuentas en mi mente, pienso en los cartoneros, en los costureros, en las doñas de los comedores… y como leyéndome el pensamiento uno me dice que lograron superar la vergüenza de pedir un salario digno. ¿Por qué vergüenza?, pregunté intuyendo la respuesta. Porque nos acusan de ganar más que el resto y no conformarnos. Entonces te hacen sentir vergüenza, porque vos ves que es verdad, que los maestros ganan miseria, que otros laburantes ganan miseria y que además hay un montón que ni laburo tienen. Pero logramos superarla porque entendemos que todos deberían ganar lo necesario para vivir. Entonces tratamos de dar el ejemplo.

La verdad es que son un ejemplo. Se enfrentan a los malos de los malos. El hermano más gordo de la famiglia agroexportadora que tiene una rama semifeudal y una rama ultracapitalista. El secretario general de los aceiteros está ahí, uno más, muy respetado por los compañeros. Los mato a preguntas. Que cuántas toneladas entran por día, cuántas se procesan, dónde van los granos sin procesar, cuál es la escala salarial, dónde se pesan los productos, qué controles hay, por qué puertos pasan, a qué destinos van.

Ellos saben. Los trabajadores saben. Saben mucho más que muchos tecnócratas que giran por oscuros ministerios haciendo la parodia del Estado. Deberían escucharlos más. A los trabajadores, a sus representantes sindicales, tan demonizados, tan subestimados. Los trabajadores aceiteros saben, pero no saben. Ellos saben cuánto entra, cuánto sale, cuánto se procesa, sí, pero no saben cuánto entra y cuánto sale. Parece una contradicción lógica. Es una contradicción lógica. Porque lo que entra y sale en la realidad no es lo que entra y sale en la papeleta. La papeleta que presentan bajo juramento sin que nadie, absolutamente nadie se anime a desconfiar de los altos valores éticos de las trasnacionales. Hablo nomás de los granos y sus derivados, si entra alguna otra cosa camuflada, eso sí que los aceiteros no lo saben. Alguna otra cosa sale, no sé si de ese puerto en particular, pero de algunos de los tantos puertos privados descontrolados de Argentina. No es casual que Rosario sea el epicentro del narcotráfico.

En dieciséis días de huelga, nadie los fue a ver. Ni ministros, ni secretarios, ni subsecretarios. Mirá que no es una huelguita. Es un paro prolongado en el corazón del mayor complejo económico del país. Los oligopolios pierden algo con la huelga, pero en definitiva, el grano ahí está, se acopia, los precios suben, en algún momento lo van a vender… ¿No debería el Gobierno estar terciando febrilmente para resolver el conflicto? Los muchachos dicen que hasta ahora no ven mucha pasión por resolver. Ellos, igual, están forjados en la terca paciencia de la lucha.

Los aceiteros no tienen un pensamiento meramente corporativo; al menos, no los trabajadores con quienes conversé esa tarde de Navidad. Tienen conciencia nacional, piensan en los demás, piensan en el país. Estaban muy interesados en el plan de desarrollo humano integral que venimos promoviendo junto a otros sindicatos y organizaciones sociales. Mientras expongo mi visión sobre la devastación que produce el desmonte y sobre el avance de la frontera sojera, Daniel Yofra, el secretario general, me hace una difícil. “Sin soja no tenemos trabajo”. Hablamos entonces de la necesidad de una planificación armónica, productiva, territorial, laboral…. Y nos reímos, para no llorar, de lo lejos que estamos de eso y nos ilusionamos con que los trabajadores, el pueblo humilde, la juventud, algún día lo podamos hacer.

26.12, Paraná. Por ahí pasan las barcazas llenas de grano. Muchas triangulan con Paraguay para no pagar impuestos, cargan quién sabe qué cosa en los puertos privados de esa zona de pastizales incendiados por la ambición depredatoria del ser humano. Hace unos días confimaron la condena de Varisco, el ex intendente cambiemita de Paraná, socio de Etchevere, partícipe del narcontráfico.

Son las 12.00 hs. El Juez había dispuesto que se entregue a Dolores Etchevehere una propiedad del acervo hereditario de su padre. Una casa para vivir. El juicio sucesorio del viejo Etchevehere está ahí hace diez años, un expediente acumulando polvo, nadie se anima a cortar el bacalao. Lo administran Leonor Etchevehere, una suerte de María Julia Alsogaray entrerriana. Doña Leonor e hijos. Hijos en masculino. La nena desobediente, afuera. Sólo ellos usufructúan el patrimonio familiar, lo administran a piacere, lo utilizan para todo tipo de negociados, mientras la hermana está casi en la indigencia.

El Juez toma la primera resolución a favor de Dolores en una década de batalla desigual. Le entrega la casa y con buen criterio, establece medidas de protección. El Juez reconoce que Dolores ha sufrido y sufre violencia de género. Una buena. Una casita. Una de las tantas que tienen los Etchevehere, un pedacito de tierra para vivir entre miles de hectáreas. El ex ministro, ex presidente de la Sociedad Rural es un símbolo del poder, la impunidad, la riqueza. Nunca pierde. Se robó una escuela, ganó. Se robó un frigorífico, ganó. Se autoconcedió un préstamo millonario, vació una empresa, dejó en la calle a los trabajadores, sometió a los peones en condiciones de esclavitud. Todo probado, todo documentado. Pero siempre ganó. ¿Le tocaba perder esta vez?

Entonces va el cerrajero, la policía, el oficial de justicia y le dan la casa a Dolores. Bien. Pero no. Mal. No por nada son los Etchevehere. Gobierne quien gobierne, mandan. Son dueños de los diarios, dueños de la tierra, de las vacas, de los puertos, de los juzgados, de los gobernadores. Quién pudiera. Llega Luis Miguel. Que le van a dar algo a esta negra traidora. La madre, los hijos, algún adlátere de traje aparecen en patota. A los gritos, como siempre. “Puta”, “vaga”, ándate de acá. Dolores con su hija, importante, ya sabe cómo termina la historia. Son patrones, estancieros, los ricos no piden permiso y ellos son ricos, asquerosamente ricos. Conocen su poder. Son impunes.

Y ahí la policía baja la cabeza, sí señor, sí señora, sí patroncito. Un Etchevehere pela el celular superpoderoso. Llaman al Procurador, al Gobernador, al Comisario. Con un grito a cada uno, los acomodaron. Una hora después el juez revoca su propia medida... qué ilusos que somos, pensar que algún día la Justicia va a hacer justicia. Las hacen salir a Dolores y a su hija. Le dan lectura a la revocatoria. Váyase señora.

Qué cosa seria estos Etchevehere. Fuman bajo el agua. La verdad, tienen la vaca atada. Tienen tan agarrado de las pelotas al gobernador Bordet y tan disciplinada a la Justicia entrerriana que lograron algo realmente inverosímil: que un juez revocara su propia sentencia el mismo día que la dictó. El argumento es que no puede cumplirla, literal. Que no puede garantizar la integridad física de Dolores, porque los violentos, los ricos, los impunes... son demasiado fuertes para un Estado que no puede poner en caja al poder real.

Pero resulta que Dolores no se va, se queda en la calle, con su abogado, con los militantes del Proyecto Artigas y empiezan a denunciar la situación inédita. Exigen la presencia del Juez. Entonces, el Juez, en un acto de coraje, se apersona en el lugar. “Qué pasa acá”, dice el Magistrado, intentando recuperar la dignidad. “Señor Etchevehere, cumpla la sentencia”. Pero el ex ministro macrista conoce su oficio de patrón. Le dice con voz de mando: “Mire, juez, si usted quiere cumplir esa medida, me va a tener que meter preso. Dese el gusto”. Lo desafía y desde luego el Juez se va al mazo. Sabe que la policía del gobernador Bordet juega para el estanciero.

Ahora, dice el Juez, voy a intentar mediar. Mi amor. Mediar. Pero usted es juez, no mediador, usted ha dictado una sentencia: ¡hágala cumplir! Pero si este juez hace once años que tiene esa sucesión sin inventario, sin partición… ¿porque ahora se le va a animar? Desde luego, la mediación dura un rato, Etchevehere se sigue envalentonado cada vez más haciendo de macho alfa frente a mini rugbiers de su progenie rubicunda que filman desde distintos ángulos con sonrisa ganadora al tío rico.

Finalmente el Juez dice: “Voy a resolver”. Se mete en un cuartito con su secretaria. Ahí está unos veinte minutos. Sale y cuenta su resolución. “Voy a ir al juzgado a pensar, los notifico… por Whatsapp”. Estamos esperando el mensajito cuando cierro esta nota pero nos imaginamos el desenlace. Los pactos de poder no se rompen de un día para otro. 

JB

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