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OPINION

Esas garantías que no te gustan hasta que te faltan

El último liberado. Roberto de la Cruz Gómez fue detenido por efectivos de las fuerzas de seguridad por protestar contra la ley Bases.

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Hace unos días un artefacto incendiario de baja intensidad llegó a la oficina del presidente de la Sociedad Rural. Afortunadamente no causó heridas graves, pero es de todos modos un hecho alarmante. Sea o no un atentado real, contribuye al clima de violencia política que viene en crecimiento.

El gobierno trató el hecho con su chapucería e irresponsabilidad habituales. El funcionario del área de comunicación conocido como El Gordo Dan, mantenido con nuestros impuestos, se apuró a decir que fue la izquierda, que “empezó a poner bombas otra vez”, como en los años setenta. Hashtag #VolvieronLosMontoneros. Increíble. De paso, utilizó el hecho como prueba de que esos fondos cuantiosos para que la SIDE use sin rendir cuentas a nadie, que Milei se autoconcedió por decreto, son indispensables. La izquierda nos amenaza, necesitamos más de esos agentes de inteligencia fuera de control, claro que sí. Justo lo que nos hace falta.

En cambio, y también sin una sola prueba, Patricia Bullrich se apuró a culpar a “sectores anarquistas y extremistas veganos”. Veganos, anarquistas, montoneros, zurdos: lo importante es agitar algún fantasma de terrorismo para justificar el clima represivo. Y los fondos reservados, claro. A propósito, ¿alguien lleva la cuenta de cuántas falsas amenazas de “terrorismo” lleva denunciadas Bullrich? Ya deben superar las dos decenas. Su impunidad es total: los medios siguen dando por buenas todas las nuevas que va sacando de la galera.

Con una velocidad sorprendente, a horas del hecho la Policía de la Ciudad de Buenos Aires anunció que había capturado al responsable. Según reportó la prensa, las pruebas eran indudables. Como explicó el diario Clarín, el que dejó en el correo el paquete explosivo se llama Alberto Santiago Soria. La policía lo identificó a través de reconocimiento facial gracias a las cámaras de seguridad que lo captaron en Barracas y por un análisis de los movimientos de su tarjeta SUBE. Según informaron al diario, con esos datos hicieron un “detenido y exhaustivo análisis comparativo científico (antropométrico) tanto de rostro como de postura corporal”, que dio como resultado un “único perfil probable”. Contundente. Por si quedaban dudas, el diario informa que la policía allanó el domicilio de Soria y encontró “varios elementos de prueba”, entre los que se destacaba una vieja “Guía T” de la Ciudad de Buenos Aires, en la que aparece una inscripción manuscrita: “La Rural”. Y encima el hombre tenía antecedentes por amenazas. Imposible dudar: con todos estos elementos estamos frente a un caso resuelto. ¡Que se pudra en la cárcel! ¡Y está perfecto que el diario haya difundido su nombre, así pesa sobre él el escarnio para siempre!

Para nuestra sorpresa, dos días después del circo el juez de la causa liberó a Soria por falta de mérito. Todas las supuestas evidencias “científicas” de la Policía se desvanecieron. El “único perfil probable” no era correcto. Es que Soria estaba en otro lugar en el momento en que las cámaras registraron a vaya a saber quién en Barracas. Y justo en el evento en el que estaba, tuvo la suerte de que lo filmaran otras cámaras de seguridad y pudo demostrar que no tenía nada que ver. Además, Soria tuvo la precaución de no ser de izquierda, ni peronista, ni anarquista, ni vegano, ni nada de eso. De hecho, era antikirchnerista. Y también tuvo la suerte de que le tocara un juez decente. Si en lugar de todo eso, si en lugar de haber estado donde estuvo hubiese estado en su casa viendo televisión, o en Barracas caminando al sol, su vida estaría ahora destruida y enfrentaría una prisión de vaya a saber cuántos años, mientras se realiza el juicio correspondiente que, vaya a saber, quizás lo hubiese declarado inocente. O no. Porque en teoría las pruebas de la Policía eran “científicas” y contundentes.

Te invito, lector, a ponerte por un momento en el lugar de Soria. Imaginate que estás en paz haciendo tu vida, cuando te cae un allanamiento y terminás preso durante años por algo que no tiene nada que ver con vos. Por culpa de policías demasiado entusiasmados por el uso de sistemas de reconocimiento facial que ya en todo el mundo advirtieron que no son confiables. O de políticos que necesitan presentar un culpable capturado rápidamente. Tu vida destruida. En un minuto. Al azar: te tocó a vos. Fin. Chau libertad, chau vida.

Estamos en tiempos tan embrutecidos que hay que volver a explicar lo obvio. La presunción de inocencia, las garantías civiles, el debido proceso, los límites a los procedimientos policiales, las pautas éticas en el manejo de la información por parte de la prensa y de los funcionarios públicos: todo eso es lo que nos separa de la barbarie, de la arbitrariedad despótica del Estado. Sin eso no hay libertad, ni República, ni nada. Sin eso, nos puede tocar ser Soria en cualquier momento y pasar el resto de nuestra vida presos.

Hay que explicar todo de nuevo: las garantías civiles sirven si rigen para todos. Hoy cuesta que parte de la población lo entienda, pero las personas que elegimos no ser de derecha también tenemos derechos. También somos merecedores de la presunción de inocencia, de las garantías del debido proceso y de un tratamiento justo por parte de los oficiales del Estado y de los medios de comunicación.

Digo esto porque en estos días fue liberado, luego de casi tres meses preso y sometido a toda clase de apremios, el último de los 33 detenidos de la manifestación contra la Ley Bases. Esas 33 personas fueron detenidas de manera arbitraria, hoy sabemos que al voleo, sin haber cometido ningún delito, por el mero hecho de estar en una manifestación de las que el gobierno no aprueba. (Porque cuando la gente de derecha marcha la policía los tiene entre algodones). Tuvieron que aguantar entre 48 horas y casi tres meses de prisión preventiva sin haber hecho nada. Peor aún: los hechos que ocurrieron en la manifestación y que podrían configurar delitos –resistir un arresto, incendiar unas bicicletas, agredir a un oficial– son excarcelables. Es decir: incluso si hubieran cometido alguna de esas faltas, la ley dicta que tienen derecho a esperar su sentencia en libertad. 

Si fueron presos, contra toda razonabilidad, es porque un fiscal como el inefable Stornelli, animado por Patricia Bullrich, inventó una acusación absurda de “sedición y terrorismo” para poder retenerlos. Y porque la jueza de la causa decidió aceptarlo. En este caso, a diferencia de Soria, las filmaciones no alcanzaron. Está registrado en las cámaras que varias de las personas arrestadas no estaban haciendo nada y que la acusación policial es falsa. Pero no alcanza porque, a diferencia de Soria, esas personas no tuvieron la prevención de no ser de izquierda o sencillamente gente que piensa que las políticas de este gobierno son equivocadas. Ahora ya todos libres, deben soportar de todas maneras un proceso judicial absurdo que demandará años.

Para quienes somos de izquierda pesa la presunción de culpabilidad. Esa es la realidad. Es cierto que no es algo nuevo, aunque hoy haya empeorado mucho. Pero permítanme decir una última obviedad: cuando permitimos que a una parte de la sociedad le arrebaten las garantías civiles elementales de la manera tan grosera en la que lo hace el gobierno actual, abrimos la puerta para que lo hagan con todas las demás. Es una verdad tan vieja como el mundo. Pregunten si no a los peruanos, que acaban de librarse, finalmente, de la sombra siniestra de Fujimori.

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