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Opinión

Messi y el camino del héroe

Messi, campeón del mundo.

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Cualquier persona que vea películas debía saber de antemano que, para cerrar la historia de manera perfecta, la Selección tenía que llevarse la copa.

El guión fue muy claro: empezamos abajo. El país entero deprimido después de un partido que muchos no vimos porque apagamos la alarma a las 7 de la mañana.

“¿Dónde está Messi?”, gritaba un árabe, mientras (casi) un mundo entero se reía de Argentina.

Pero se volvió cábala: a partir de ese momento, los partidos había que verlos, sí o sí.

El primer acto continuó: después de un golpe duro, empezamos a revivir. Le ganamos a México y las redes sociales se llenaron de memes y de videos musicales como si los jugadores fueran personajes de una historia ficticia.

Países Bajos cerró el segundo acto: pasamos a semifinales. Pero con sufrimiento: ¿era posible que el guión no tuviera esos niveles de drama a esa altura? A Messi, sus detractores lo burlaron después de los árabes y lo villanizaron después de los neerlandeses.

Con Croacia abrió el tercer acto de manera muy tranquila, para sorpresa de todos, que ya estábamos acostumbrados al estrés. ¿Pero la final? ¿El clímax de la historia? Somos Argentina, nos persigue el drama.

Todos éramos conscientes de que estábamos viendo una historia muy bien relatada, incluso con videos circulando por las redes en las que veíamos a los personajes de los Avengers reemplazados por nuestros jugadores: Julián Álvarez como el Hombre Araña, Scaloni como Doctor Strange, y Messi como Capitán América, preparándose para guiar al equipo al triunfo.

Sufrimos. Francia, nuestro final boss, nuestro antagonista, nos dio vuelta el partido más de una vez en un espectáculo extraordinario e infartante, a pesar de que estábamos peleando la batalla final jugando mejor que nunca.

En el clásico El Camino del Héroe, Joseph Campbell explica claramente en qué consisten las etapas de una estructura narrativa que siempre funcionó para los relatos de iniciación: el protagonista deja el mundo familiar, aprende de la vida en el camino, y al final, regresa a su mundo como una persona transformada.

Esta era una película con destino de vuelta olímpica y final feliz. Montiel metió el último penal y hubo Justicia poética. El villano fue vencido, los “buenos” ganaron, y en su último mundial, después de idas y vueltas, después de un guión digno de Hollywood, Messi, nuestro protagonista, pudo besar la copa, que ahora es la nuestra.

Montajista

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