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LOS CUADERNOS DE INVIERNO

El nene detective

Fabián Casas Cuadernos de invierno

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Cuanto más capacidad de frustración tengamos, más posibilidades de ser felices tendremos. Parece uno de esos textos que aparecen en el sobrecito de azúcar. Pero encierra una gran verdad. Porque la vida en sociedad, básicamente, lo que va a tratar de hacer es frustrarte. Mi padre siempre me contaba que él actuaba en una obra que se llamaba Deliciosamente amoral. La obra había llegado a la calle Corrientes y mi padre estaba en el pico de su carrera como actor. Pero algo falló. Algo sencillo. Era un mal actor. Y cuando la gente salía al hall del teatro después de ver la obra decía: Que buena obra, lástima el muchacho que hacía de dentista. Ese era mi viejo. Él lo contaba en las sobremesas del domingo y todos nos reíamos. No le daba un peso oscuro a haber tenido que abandonar su vocación. Ya que, como nos contaba, decidió siendo él un actor malo, y teniendo tres hijos que mantener, representar actores buenos. Y le fue bien. Mi padre era un hombre alegre y potente, algunos días.

Una vez estuve en un cumpleaños en el que el padre de un conocido brindó por “el futuro premio Nobel de literatura”. A la semana el padre murió de un infarto y su hijo se quedó con el peso de tratar de incidir en la Academia Sueca. Rápidamente se convirtió en una persona agresiva y resentida. En un personaje del Karma Sutra, ese libro en el que la vida te muestra diferentes posiciones en la que te va a coger , si no lográs separarte de los mandatos letales.

Es increíble todo lo que los padres le pueden hacer a un chico o a una chica, tratándolos como niños trofeos, haciéndole hacer cosas que a los hijos no le interesan para nada. Y no estoy hablando del papá de Michael Jackson o de Luis Miguel, hablo de padres comunes, sencillos, que quieren lo mejor para sus hijos, pero que no les preguntan que es, en realidad, lo que quieren esos hijos.

Crearse una reputación también puede ser un karma. Me acuerdo de Nicolás, un compañero del colegio que era distinto. “Un distinto”, decíamos. En la fiesta de fin de año vino vestido de mujer y la rompió. También escribía y dibujaba comics maravillosos. Los que íbamos a su casa quedábamos impactados porque la casa parecía La Factory de Andy Warhol. Su padre era escritor y su madre vestuarista. Todos estábamos de acuerdo en que Nicolás iba a ser un artista superior. Pero no pasó nada. Lo único que consiguió, a lo largo de los años, fue formar parte del séquito de Charly García. Pero nosotros pensábamos que él iba a ser Charly García.

Abe Applebaum fue como Nicolás un niño genial. Uno de esos niños Salinger que no se suicidaron y que vieron como sus años dorados pasaron sin esplendor. Por eso se dedica a dormir hasta tarde o tomar drogas y alcohol. Tiene treinta años y ya es -en un pueblo chico- un fracasado con todas las letras. Cuando era chico resolvió casos policiales -como quién se robó lo que se había recaudado en la escuela para fines altruistas- y la gente empezó a contratarlo por algunas monedas para que resolviera casos domésticos. Hasta el alcalde lo felicitó y solía salir en los diarios de la zona como el genial niño detective. Sus padres estaban orgullosos de él y el dueño de la heladería del pueblo, al que le resolvió un caso, le dijo que le iba a dar helados gratis por el resto de su vida.

The kid detective es como esa gente que vemos en una fiesta y que no nos resulta atractiva para nada, entonces nos perdemos conocer a alguien genial.

Tanto creció su fama que se puso una oficina con una niña quinceañera que era su secretaria. Entonces pasó lo peor. A la secretaria la secuestraron y todo el pueblo pensó que Abe la iba a rescatar, mediante sus especulaciones detectivescas, de un día para otro. La policía y el alcalde también lo esperaban. Pero eso nunca sucedió. El caso quedó irresuelto y Abe pasó de ser una estrella en su pueblo a ser un apestado. Ahora sigue ejerciendo como detective, pero a su oficina se le acerca gente que lo contrata para cosas de poca monta, como encontrar un gato o saber si alguien es o no homosexual. Hasta que llega una chica de catorce años y le pide que investigue el caso de su novio que ha sido asesinado de quince puñaladas. Es el primer homicidio que tiene que resolver Abe y decide hacerlo, gratis, para recuperar su reputación. Claro que antes le advierte a la chica: “Investigar un caso puede hacer salir a la luz cosas que no hubiéramos querido escuchar. Así que hay que estar preparado para eso”. La chica lo está.

The kid detective se estrenó en medio de la pandemia, en el 2020. No tuvo mucha repercusión. Nunca se pudo ver en cine. Pero yo creo que la película es difícil porque es una obra maestra solapada: una mezcla de géneros como el noir, el policial, las películas de maduración y la comedia. Tiene un guión perfecto y decisiones clave: en el film nunca llueve, aunque el que investiga es un detective, así que nos ahorran el impermeable. La fotografía de la película es luminosa y sucede en un pueblo, pero no sabémos en qué pueblo, nunca. Yo creo que la película es luminosa aunque trate de asesinatos, secuestros y todo lo que la lata de conserva de un pueblo puede guardar al estilo David Lynch, porque el que la mira es un niño, el niño que mira a su futuro yo deambulando en un existencia chirle.

Como no se tranquiliza nunca en un género, uno está a punto de cambiar de canal varias veces mientras la mira. Pero si tenemos suerte, la dejamos. The kid detective es como esa gente que vemos en una fiesta y que no nos resulta atractiva para nada, entonces nos perdemos conocer a alguien genial. Siempre buscamos lo empático, lo que nos reafirme, no lo que nos saque de las zonas de confort. Otra de las cualidades de la película es que, como la vida, tiene un humor negro letal, pero los gags no buscan la carcajada inmediata, sino que llegan con retardo. Y uno no está dispuesto a esperar por nada.

 El director y guionista de la película es Evan Norton. El actor que encarna a Abe Applebaum es Adam Brody -una actuación genial, no como la de mi padre-. La chica que le pide que investigue a su novio y se convierte en su codetective es Sophie Nélisse -la rompe también- . Préstenle atención al monólogo final del secuestrador. Es glorioso. Como es una película buenísima les puedo decir el spoiler: Abe consigue destrabar el caso de su vida. Pero el final es tremendo. Una vez que recuperó su fama y todos los vuelven a saludar en el pueblo y a tratar como a una estrella, algún mueble ya se movió en su cabeza para siempre. Retiró todos los cuadros con los que decoraba su oficina y mostraba sus proezas del pasado. Y cuando sus padres lo visitan -ahora reconfortados- y le preguntan cómo se siente, él se pone a llorar. ¿Por qué llora Abe? ¿Llora de emoción porque resolvió el homicidio? ¿Llora porque no puede creer que la gente cambie de opinión de un día para otro? ¿O llora por nosotros?

FC

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