El reciclador en su día
La historia había terminado; el capitalismo triunfante prometía un mundo de plástico, tecnología barata y comida chatarra para todos y todas. Habría, desde luego, ganadores y perdedores, pero el neoliberalismo permitía que cada cual, mérito mediante, fuera artífice de su propio destino, rompiendo las ataduras de un estado que limitaba la potencia del individuo y el Capital para privatizar todo lo que debía ser privatizado, es decir, todo. En ese contexto, creció una cultura muy peculiar, el “use y tire”, es decir, la cultura del descarte, que se extendía desde las mercancías hasta la naturaleza y los propios seres humanos. Ese paradigma impulsó la subcultura del packaging, envases atractivos que enmascaran productos muchas veces tóxicos que llevan dentro.
El ciclo de vida del packaging finaliza con un requiem que el consumidor promedio no escucha ¿Qué sucede con las 50 mil toneladas de envases después del “tire”? ¿Viene el rojo Papa Noel de Coca-Cola a llevárselas en su orlada bolsa al polo norte? Pues no. Tras un odisea logística que se lleva la parte del león de los presupuestos municipales, los residuos llegan a un lugar misterioso, una suerte de purgatorio del consumismo. Son los basurales a cielo abierto y los llamados rellenos sanitarios. El chiquero del sistema que siempre se instala en las barriadas de los trabajadores excluidos y sus familias, esos mismos que con su labor rescatan gran parte de esos residuos de su triste destino, ahorrando costos fiscales al Estado y costos ambientales a las futuras generaciones.
La irrupción masiva de los cartoneros es una consecuencia del neoliberalismo, ese superávit gemelo de envases descartados y miseria social. En 2002 eran legiones nocturnas de humanos excluidas recuperando las sobras de la globalización. Su aparición despertó al enano fascista de un sector de sociedad incurablemente anti-pobre, pero también la conciencia de miles de jóvenes de clase media que empezamos a cuestionar nuestros privilegios. Fue el encuentro con ellas, con ellos, lo que nos llevó a las periferias y nos enseñó lo que hay del otro lado del espejo. También permitió crear un bloque social que conquistó derechos. En estos días que las calles de Buenos Aires vuelven a albergar miles de cartoneros no organizados quiera Dios que surja otra camada de jóvenes que vaya a su encuentro.
Hoy es el día mundial del reciclador en memoria de los mártires de Barranquillas (Colombia), el eco posindustrial y subdesarrollado de aquella otra que protagonizan los Mártires de Chicago. Una suerte de Internacional Cartonera lo conmemora en todo el mundo. Es una historia triste: corría marzo de 1992, cuando se reveló que doce fueron asesinados en la Universidad Libre de Barranquillas, engañados con promesas de cartón, papeles y latitas. Un siniestro grupo de estudiantes, profesores y agentes de seguridad los masacraban para vender sus cuerpos a estudiantes de anatomía o a la propia universidad hasta que uno de ellos logró escapar. Al principio, nadie le creyó. Pero fue tal su insistencia que finalmente logró revelar la atrocidad padecida por sus compañeros.
Nuestra sociedad tiene una deuda pendiente con cientos de miles de hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, que recuperan con sus manos las sobras de las clases superiores. Su tarea evita el colapso de los rellenos sanitarios y abastece a la industria de material prima reciclada, mitigando así la tala de bosques, la producción de plásticos y otras prácticas industriales contaminantes. La Federación Argentina de Cartoneros y Recicladores ha logrado organizar más de 100 cooperativas de reciclado, unos 15000 trabajadores que hoy gozan de ciertos derechos laborales y mejores condiciones para la recolección, acopio, procesamiento y comercialización de los materiales que recuperan. Sin embargo, la inmensa mayoría de los 200.000 cartoneros, carreros y recicladores que trabajan en el territorio argentino continúa absolutamente desprotegido. Es de estricta justicia revertir esta situación, organizar, formalizar y dignificar la tarea de los cartoneros. Para lograrlo, es indispensable la sanción de una ley de envases que incorpore el reciclado social como práctica imprescindible.
Este año legislativo probablemente se debata la ley de envases. Los lobistas de las multinacionales impulsan un sistema privatizado en el que ellos mismos gestionan sus propios envases pos consumo a través de consorcios empresarios. Para ser más gráfico: Coca Cola y Unilever pretenden armar un fideicomiso, hacer un aporte dinerario allí y utilizan esos fondos en “sistemas de gestión” propios. La experiencia internacional muestra que en realidad se utilizan para realizar el denominado “greenwasihng”, es decir, adornan alguna ONG ambientalistas y contratan publicistas para mostrar ecofriendly que son y zafar de cualquier regulación pública.
La propuesta de las organizaciones cartoneras, movimientos populares y colectivos ambientales es totalmente distinta. Facultar a las empresas para que se supervisen a sí mismas es poner al zorro a cuidar el gallinero, reproducir la ideología neoliberal de autorregulación del capital. La autoridad pública debe articular en todo el país un mecanismo trasparente que permitan identificar, contabilizar y categorizarlos cada envase por el daño ambiental que generan sus compuestos. Las empresas deben hacerse cargo de sufragar el costo requiere la recuperación y reutilización de cada uno de los envases que ponen en el mercado mediante el pago de una tasa ambiental.
Si quiere pagar menos, achiquen los envases, háganlos menos contaminantes, apliquen sistemas de devolución y retorno, dejen de incentivar el “use y tire”. Caso contrario, deberán pagar por el daño ambiental que hacen y financiar sistemas públicos de cogestión entre municipios y coopertivas de cartoneros en todo el país porque, en definitiva, son ellos quienes hoy se están haciendo cargo de las irresponsabilidad ambiental de las multinacionales.
La propuesta cuenta con el respaldo del Ministro de Ambiente Juan Cabandié, pero un lobby empresario extremadamente activo ha logrado comprar conciencias parlamentarias durante años, evitando así el tratamiento de la ley de envases y reciclado social. Los cartoneros organizados están listos para dar la batalla, por su propia dignidad, por aquellos que aún no acceden a ningún derecho y por el derecho de todos a vivir en un ambiente sano.
0