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Opinión

Tehuel no tiene quien lo gobierne

¿Dónde está Tehuel? es la pregunta desde el 11 de marzo cuando desapareció.

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Los dos meses de la desaparición del varón trans Tehuel De La Torre -que dejó su casa en la localidad bonaerense de San Vicente el 11 de marzo, con destino a un posible trabajo temporario en Alejandro Korn- coinciden por estas horas con una nueva conmemoración del Día Internacional de la lucha contra el homo-lesbo-bi-trans-odio (17 de mayo), ocasión en la que activismos de casi todo el mundo recuerdan que hasta 1990, la Organización Mundial de la Salud incluía a la homosexualidad en su lista de enfermedades mentales. Sí, sí: hasta hace nada más que 31 años, la población LGBTTIQ+ era patologizada por muchos organismos centrales. Y periféricos. Sin embargo, frente a estos “locos de la guerra” y “enfermos de los nervios” hoy los Estados arman nuevas y no tan nuevas estrategias de aniquilación. La desprotección es una de ellas. El modo en que los gobiernos logran quedar desmarcados, es otra. 

Como nunca antes en la historia de los clamores diversos, Tehuel asoma en millones de tuits, posteos y videos. La magnitud del reclamo por su aparición no tiene precedentes: no pasó ni por asomo lo mismo con otras experiencias diferentes pero asimilables -a modo de ejemplo ultraemblemático, el travesticidio de la activista Diana Sacayán, asesinada en 2015 y protagonista de un proceso judicial que derivó en una sentencia histórica-. Aún ausente de medios masivos, el reclamo por Tehuel tiene la transversalidad del trending topic. Hace días, de hecho, logró esa ubicación. ¿Prueba de cierto aumento de la conciencia social alrededor de estas demandas? ¿Causa “suave” y poco molesta a la que subirse en masa? En cualquier caso, impacta cómo el poder político municipal, provincial y nacional quedan completamente afuera del grito por Tehuel. 

En cualquier caso, impacta cómo el poder político municipal, provincial y nacional quedan completamente afuera del grito por Tehuel.

En efecto, los hasthtags y las consignas acentúan un apotegma inclaudicable: “Las vidas trans importan”. Esto es, nunca importan. Hasta Tehuel, que tampoco importa pero importa más que nadie. No obstante, él materializa un empeño imperecedero que parece producto de una generación espontánea o de un territorio acéfalo. No hay en los pedidos asignación alguna de responsabilidad ejecutiva sobre el rumbo de ese cuerpo. Así, Tehuel corre ahora otro riesgo: el de devenir significante vacío, una identidad desprovista de Ministro de Seguridad. Pero el Ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires existe y se llama Sergio Berni. 

   

Verónica Alarcón, la hermana de Tehuel, asegura que Berni está. Y sí, Berni está y estuvo. Tras autodefinirse como un “optimista patológico”, el ministro articuló la recompensa de entre 1,5 y 2 millones de pesos. Por su parte, el Ministerio de Justicia de la provincia, a cargo de Julio Alak, hace lo propio y sigue los pasos de la fiscal Karina Guyot. El gobernador boanaerense también, la ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, Estela Díaz, también. Otres también. También y también. En la vida de Tehuel también ahora está el Equipo de Antropología Forense. También. En la vida de Tehuel también pero en la vida de Tehuel nada, nadie, antes y durante. 

Tras un peregrinaje asesino, la ley de cupo laboral travesti-trans de la provincia de Buenos Aires, estimulada por la mismísima Diana Sacayán y aprobada en septiembre de 2015 durante los estertores de la legislatura sciolista, fue consetudinariamente postergada por la gestión de María Eugenia Vidal hasta horas antes (horas, sí) del final de su gobierno, cuando firmó su implementación. En septiembre de 2020, Axel Kicillof finalmente elaboró el decreto y todes contentes. Pero Tehuel iba camino a hacer de mozo por unas horas; vale decir que el 1% de los puestos laborales del Estado y de las empresas proveedoras del mismo que esa norma reserva a las personas trans, no incluyó a Tehuel. 

¿Qué hacer con el Estado y cómo compartarse frente a sus sucesivas administraciones? El escritor y periodista Osvalo Baigorria, hace días, logró una síntesis: “Yo no estoy muy de acuerdo con un Estado proveedor y las expectativas que genera. Al Estado más bien hay que arrancarle cosas”. En minutos, las redes una vez más se pintarán de arcoiris e incluso el funcionariado aplaudirá las desobediencias sexogenéricas a más de tres décadas de haberse “liberado” del yugo de la OMS. ¿Qué hacer con el Estado “machazo”, jefe y jefa de un hogar que primero te quita y después te da? ¿Qué activar contra sus sucesivas administraciones? Conviene citar al activista intersex Mauro Cabral: “Los derechos no se agradecen”. Tehuel es, como Julio López, un desaparecido en democracia. Tehuel es víctima del terrorismo de Estado. 

¿Qué hacer con el Estado “machazo”, jefe y jefa de un hogar que primero te quita y después te da? ¿Qué activar contra sus sucesivas administraciones?

 En consonancia con el trabajo de ILGA -la mayor ONG de diversidad sexual del mundo, con sede central en Suiza y representación en Latinoamérica y el Caribe- el Reino Unido anunció esta semana que prohibirá las mal llamadas “terapias de conversión”, métodos religiosos, médicos y familiares tendientes a “curar” la identidad de género o la orientación sexual de las personas. Y lo anunció la Reina. La Reina, por las dudas, es la de la preocupación por el color de piel de su nieto. 

¿Qué hacer con el Estado? Exponerlo en su intento de pintar de rosa aquello que es sólo rojo sangre. Y sangre de su bala. 

FT

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