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Opinión

La voz argentina y el jurado evangelista

Franco Torchia

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“Yo creo en Dios, yo creo en el amor de mis hijos, en mi mamá, yo creo en los milagros y en el recuerdo de mis abuelos” sermonea el cantante Ricardo Montaner en “Yo creo”, el tema que siempre acompañó a su amigo personal Daniel Scioli ya desde su primera candidatura a gobernador bonaerense. En 2015, el venezolano volvió a interpretarlo en público en el acto de cierre de aquella campaña presidencial de la fe, la esperanza, la fuerza, el coraje, el aborto que el candidato le pidió hacerse a su amante Gisela Berger y la “seguida para adelante” a pesar de los obstáculos, con Karina Rabolini firme junto al Mesías. Esa tarde Montaner también cantó “Himno a la victoria”, el rezo oficial de aquella gesta que fusiona folklore, tango y coros celestiales para homenajear “al corazón obrero, la lealtad y el pensamiento”. Pensamiento, sí. Eran días en los que desde la agrupación Carta Abierta el sociólogo Horacio González se preguntaba si la política cultural del motonauta iba a ser Pimpinela. La respuesta era peor. 

Derrotado en las urnas y escondido en Brasil, Daniel Scioli parece gestionar aún hoy una política cultural que por estos días es estética dominante en la televisión: el evangelismo espectacularista y ultrafamiliarista que noche a noche despliega el ciclo “La voz argentina” en Telefe. Con números de audiencia dignos de una misa multitudinaria, el concurso de talentos tiene a Montaner padre y a dos de sus hijos varones, Mau y Ricky, en el jurado. Allí, ante el desfiladero de participantes y sus historias de vida, suelen asomar las referencias supraterrenales, el sentimentalismo sacrificial y la ponderación a un más allá en el que no hay ni ganadores ni perdedores: “en el reality del Señor”, el juicio final sólo depende de Él. A modo de ejemplo, el paso de la cantante Luciana Irigoyen. A comienzos de julio y ante la pregunta del intérprete de “Oye mi cachita”, Irigoyen se refirió a la reciente muerte de su madre, que falleció en sus brazos mientras ella le cantaba, justamente, “La gloria de Dios”. Grabado hace casi una década por Montaner y Eva Luna, su hija mujer, el tema en cuestión invita a militar por el supremo, garante del descanso y el pan abundante. Sólo en Youtube, el videoclip oficial del dúo entre padre e hija acumula casi 400 millones de reproducciones y cerca de 90 mil comentarios de fieles convencidos. 

Virgen hasta el matrimonio, el año pasado Eva Luna perdió el miedo que tenía a que su padre no la dejara casarse “hasta los 43”, como le dijo de niña a Susana Giménez, y convirtió su boda con el astro colombiano Camilo Etcheverry en un suceso de suma eficacia catequizante. No sólo por la virginidad frente al sacramento, sino también por la idea misma de un romance idílico, ideal consumado tras una puntillosa narración diaria en redes sociales. Ese recorrido glorificador fue a parar al hit “Por primera vez con Dios”. Matrimonio sin nada más, con barbas a lo hípster para distraer. Copular para concebir como meta porque el Señor bendice esa ideología. Del episodio, de hecho, participó un actor clave en este panorama de pentecostalismos de cabellos desmechados y cuerpos tatuados: el pastor Rich Wilkerson Jr

Líder de la iglesia miamense Vous, Wilkerson es conocido como el más heterosexy de los religiosos estadounidenses. En 2014 casó al rapero Kanye West con la multimillonaria Kim Kardashian y asesora espiritualmente a Justin Bieber. Su exitosa estrategia adoctrinadora es el modelo de la captación contemporánea de feligreses. Hijo, primo y nieto de líderes evangelistas, Wilkerson construye una imagen musculada de hombre libre, esteta, actual y secular, que alterna con una oda a la familia blanca como summum del alma. Está casado con otra descendiente de evangelistas, tiene su propio “La Voz Argentina” -un reality en tv-, recolecta efectivo en cada ceremonia (también acepta cheques y transferencias) y mientras suena música “hereje”, bautiza. Un culto en apariencia fresco, que elude definiciones sobre el aborto y la homosexualidad. Hace algunos años, Wilkensor se negó a responder sobre eso en un periódico de Miami y un tiempo después suspendió una entrevista con la BBC temiendo tener que enfrentarse a la misma agenda. 

Eva Luna contó en un video para Casa Church –“una iglesia para los que nunca irían a una iglesia”- que Camilo empezó a fascinarse con ir a misa los domingos y el padre suele decir que sólo son decisiones de su hija. Acaso en sintonía con el linaje salvacionista, Ricky hijo ya se comprometió formalmente -sí, como antes- con la actriz argentina Stefi Roitman. Iluminado y eterno, Montaner padre se convirtió a la religión después de rezar un padrenuestro frente a un niño entubado y comprobar cómo “resucitó” a los pocos días. Tras sus años en Valentín Alsina, en Maracaibo fue a una escuela católica y ahí le empezó a cantar a dios. “Jesús es mi único ídolo” dijo hace poco, cuando ante los numerosos casos de Covid 19 entre sus familiares, recordó en Twitter que “Dios tiene el control”.  

Montaner va por las pantallas tan enamorado del salvador como de las oraciones de Dante Gebel. Nacido en la localidad bonaerense de Billinghurst, Gebel es uno de los pastores latinos más populares, fundador de la concurridísima River Church en los Estados Unidos. Su hermano Diego falleció en 2010 y también era pastor: fue conocido como el “curador” de las prostitutas, las travestis y los gays y solía ir a predicar al boliche Cocodrilo. Dante, por su parte, declara cada vez que puede que Montaner es padrino de su accionar. Tras la aprobación de la ley de matrimonio igualitario en el país, Gebel escribió una carta memorable que todavía hoy cita en sus redes: “El matrimonio igualitario es una clara aberración, un retroceso (aunque los periodistas que la van de ´progres´ tienen el doble discurso hipócrita de llamarlo ´avance de un país democrático´), pero la mayoría rompería en llanto si su propio hijo le confesara su homosexualidad (…) Como evangelista y pastor siento la bronca que tenemos todos los cristianos que defendemos la integridad y los valores morales.” 

La mera autodefinición de Gebel revela el funcionamiento de estos cultos. En su biografía de Twitter, se describe como conferencista, influencer, actor y conductor de televisión. Que no parezca, esa es clave. O que parezca otra cosa. Vorterix, la radio de Mario Pergolini, aloja en el país el programa diario de Gebel, que también tiene un ciclo en la emisora de CNN y es propietario en California del mega ¿templo? ¿estadio? River Arena. En su página web aclara que los fondos de los voluntarios los recibe por correo, FedEx o UPS. 

En 2016, Montaner dijo en uno de los actos de Gebel siente “envidia sana” por él y que no hay “pareja estable ni coche soñado ni éxito profesional ni tarjeta de crédito” (sic) que calmen el vacío existencial de una vida sin dios. Secuestrar más y más benefactores depende de ese relato, el testimonio de un artista consagrado al que nada le alcanza porque nada es suficiente y todo es entrega. Nada es material e igual la materia se dona. Y aunque el intérprete de “Dejame soñar” apoyó a Ricky Martín tras su tuit desclosetado de 2010 y antes también al integrante del grupo mexicano RBD Christian Chávez, cuesta no interpretar sus intervenciones como aportes a un tipo de entretenimiento que debe ofrecer espiritualidad sanadora. 

Sanar en el show. En su libro Poder evangélico. Cómo los grupos religiosos están copando la política en América (Marea, 2020) el investigador argentino Ariel Goldstein señala que la fuerza de los neopentescostales reside más en aquello a lo que se oponen que en lo que afirman. Y en la capacidad de amplificación de algunos socios. No hay tanto pronunciamiento en contra. Impera otra astucia. A saber, allí donde detectan “pérdida de tradiciones”, aceleran en dirección opuesta.

 Por cierto, antes de la boda, Ricardo Montaner le escribió una carta al futuro esposo de su hija en la que le “aclaró” que ése sería también un matrimonio “con toda la familia”, hasta que la muerte los separe. 

FT

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