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La carta de Cristina Fernández: una “biopsia” de la Corte que dinamita los puentes políticos

Alberto Fernández y Cristina Kirchner el dìa de la asunción presidencial

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En la línea 57, cuando un lector desprevenido pudo creer que la carta era un compendio legislativo con una discreta enumeración de aciertos del gobierno nacional, apareció la frase que prologó lo demás: “Sin embargo, no se puede decir lo mismo del otro Poder del Estado: el Poder Judicial”.

Como nunca antes, por escrito, con menciones directas sobre nombres y mecanismos, Cristina Kirchner desgajó su opinión sobre la Corte Suprema, una biopsia política de sus integrantes en un movimiento que parece dinamitar todos los puentes políticos con el máximo tribunal al que en un tramo acusa de “condicionar o extorsionar” al gobierno “para hacerlo fracasar”.

Todo el fuego sobre la Corte, la que -escribió- “encabezó y dirigió el proceso de Lawfare”, en un texto que compone una crítica sin grises y de la que no estuvo exento ninguno de los cinco cortesanos aunque, en comparación interpares, Juan Carlos Maqueda tuvo un trato menos punzante.

A Ricardo Lorenzetti, que ingresó a la Corte tras el recambio que encaró Néstor Kirchner, le cuestionó que “se fotografiaba con (el brasileño Sergio) Moro y (el fallecido Claudio) Bonadío” y que, “en una reunión de jueces federales de Comodoro Py, les aseguró que todas las instancias superiores les iban a confirmar y convalidar todas las decisiones de primera instancia que dictaran contra los dirigentes y exfuncionarios kirchneristas. Lawfare al palo”.

Según la vice, con Kirchner comenzó “un proceso virtuoso que culminó con la Corte Suprema más independiente y prestigiosa de las últimas décadas” de la que “hoy no queda absolutamente nada”. 

A Elena Higton de Nolasco le reprochó que no se jubiló a los 75 años como hizo Eugenio Zaffaroni, mientras que de Carlos Rozenkrantz y Rosatti objetó que “quienes debían garantizar el cumplimiento de la Constitución y las leyes en todo el País, aceptaron ser designados por decreto”.

Dedica otro párrafo a Rosenkrantz: “uno de los dueños del estudio jurídico cuya cartera de clientes esta conformada por los principales grupos empresarios argentinos y extranjeros en el país, fue designado Presidente de la Corte Suprema Justicia de la Nación. No se recuerda algo semejante en la historia del Poder Judicial de la Nación”.

Tras la descripción de los integrantes, hace la observación más grave. “Tampoco deberíamos extrañarnos si esta Corte, que consintió alegremente el mayor endeudamiento del que se tenga memoria a escala planetaria con el FMI, empieza a dictar fallos de neto corte económico para condicionar o extorsionar a este gobierno… O lo que es peor aún: para hacerlo fracasar”.

Luego completa su apreciación y afirma que “sólo un Poder tiene la palabra final sobre las decisiones del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo”, un poder que es perpetuo, que no se somete a elecciones, y actúan “sin dar explicaciones a nadie ni estar sometidos control alguno”.

El cierre es con una advertencia: “Si esto sigue sucediendo en nuestro país, estaremos muy lejos de construir la República y la Nación que, estoy segura, anhelamos la inmensa mayoría de los argentinos y las argentinas”.

PI

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