Disputa abierta en el Gobierno por el costo electoral del acuerdo con el FMI
-- Si el FMI hizo lo imposible para que gane Macri, ¿por qué no haría lo imposible para que perdamos nosotros?
El razonamiento sintetiza, aunque la frase no salió de su boca, los temores de Axel Kicillof, uno de los pocos dirigentes del dispositivo K -otro fue Eduardo “Wado” De Pedro- que expuso en público su respaldo al acuerdo con el FMI. Pero, como otros, el gobernador habló más de la catástrofe que evita el entendimiento que sus hipotéticas virtudes que, hasta donde se sabe, se limitan a evitar el default. Entre tanto, en cuarteles próximos a Cristina Kirchner creen que, tarde o temprano, el default se producirá.
La vice se mantiene en silencio, un silencio que en Casa Rosada traducen como una contribución a la calma. En el menú de Alberto Fernández no figura la hipótesis de que Cristina salga a militar el acuerdo. Se conforma con que no profundice, con un rechazo airado la crisis que inició Máximo Kirchner con su renuncia a la jefatura del bloque de Diputados. El alerta del presidente de la bancada del FdT del Senado José Mayans sobre la falta de información y el reclamo a Martín Guzmán se tradujo como un mensaje de la vice aunque, con las horas, se reinterpretó como una táctica del formoseño para esterilizar otras rebeldías.
Queda, como capítulo abierto, lo que puede aportar la letra chica que Guzmán redacta contrareloj. Las lecturas en el Frente de Todos operan en dos sintonías antagónicas. Mientras, tal como detalló Matías Kulfas nadie festeja el acuerdo, por otro lado se expande el criterio entre los que orbitan a Cristina y que explicita Máximo Kirchner, sobre que el resultado no puede ser otra cosa que malo.
Ese diagnóstico apunta a la fragilidad endémica del acuerdo en un renglón puntual: las revisiones y los desembolsos atados al resultado de esas revisiones. La incertidumbre que supone ese proceso se agudiza con el alerta de que un cambio leve en el clima general puede alterar las estimaciones pero, sobre todo, que deja al gobierno en una situación de vulnerabilidad para proyectar, con autonomía, más allá de los tres meses.
Los negociadores argentinos desdramatizan ese riesgo: aseguran que el proceso permiten adaptaciones frente a cambios bruscos y que, en el peor de los casos, se podrán rediscutir parámetros y pautas. Una dinámica habitual del Fondo.
“Cualquier alteración mínima de la Economía nos deja expuestos a que nos hagan cambiar todo”, apunta un dirigente de diálogo fluido con Cristina que, precavido, evita poner esa lectura en boca de la vice pero refleja las reservas del dispositivo K. En ese territorio circula, también, la advertencia de que el FMI quedará con facultades extraordinarias para incidir sobre el rumbo del gobierno. “Es lo que quieren ¿alguien cree de verdad que ellos nos quieren ayudar?”, apuntó el referente y advirtió sobre la posibilidad de que el Fondo apueste a dañar al gobierno de Fernández y que la cesación de pagos pueda ocurrir en la previa electoral.
“Cerrando con el FMI se adivina difícil el 2023. Pero sin cerrar no hay 2023 posible”, se repiten en el búnker que defiende el acuerdo. En la calesita de los problemas de siempre, reaparece la discusión por las demoras para lograr un entendimiento y se menciona cerca de Guzmán que a principios del 2021 había un escenario para cerrar el acuerdo, pero existió una decisión política, que se atribuye a Cristina, para no hacerlo antes de las elecciones porque tendría un impacto negativo sobre el voto.
Calendarios
Los pronósticos sombríos aparecieron como insumo en el laboratorio electoral del FdT. La proyección negativa sobre el impacto del acuerdo es el soporte argumental de la idea que Máximo para contemplar un desdoblamiento electoral en la provincia de Buenos Aires. Surge de la tesis de que Alberto Fernández llegará deteriorado al 2023 -el albertismo, via Santiago Cafiero, salió esta semana a plantear la reelección- y que como ocurrió con Mauricio Macri su pretensión de reelegir arrastrará de manera negativa la boleta de gobernador. No es una situación novedosa ni, tampoco, una idea inédita: estuvo en la mesa de arena de la mesa chica de María Eugenia Vidal, sobre todo cuando se diluyó la hipótesis del plan V, es decir que Vidal sea la candidata presidencial.
Primero Macri archivó esa aventura y luego desechó la posibilidad de despegar la elección nacional de la bonaerense. El vidalismo trató de vender la idea de que no significaba renegar de Macri sino que Vidal podía ganar en la provincia y, con ese envión, ayudar a que el jefe del PRO se gane otro mandato en Casa Rosada. Como el desdoblamiento electoral no se ejecutó, el vidalismo abrazó la idea de que su derrota fue por el arrastre nacional.
Más allá de la negativa de Macri, el plan para anticipar la elección de gobernador chocó contra una traba legal, una cláusula que existe por Néstor Kirchner que cuando se discutió la ley de Primarias bonaerenses operó para que se incluya un artículo que fija que la fecha de la PASO provincial debe ser el mismo día que la PASO nacional. El proyecto original, que empujó el fallecido Alberto Balestrini, no contemplada ese candado que el expresidente hizo incluir con un solo objetivo: impedir que las elecciones se puedan despegar totalmente de la nacional.
Con la normativa actual, Kicillof podría poner una fecha propia para la elección bonaerense. Pero así y todo la primaria tendría que hacerse el mismo día que la PASO nacional. Es decir: sería un desdoblamiento a medias. Pero si se modificara esa ley, quedaría atado a otro problema: la ley bonaerense determina que la elección de gobernador se debe hacer entre 30 y 120 días antes de que terminen los mandatos. El calendario deja un margen reducido para despegarse porque acota la fecha al período que va entre el 10 de agosto y el 10 de noviembre.
Simple. La teoría de desdoblar la elección bonaerense, para hacerla en fecha distinta a la presidencial, tendría efecto si se hace varios meses antes de la elección nacional y, además, con suficiente anticipación para que no coincida con una eventual nueva crisis con el FMI. El Fondo actúa si se producen tres revisiones con incumplimientos, lo que ubicará ese conflicto en el inicio del 2023, el año electoral. Por lo pronto, la propuesta que se atribuye a Máximo requiere de dos reformas legislativas que, por los números que tiene el FdT en la provincia, deberían negociarse con Juntos por el Cambio.
Todo sobre Guzmán
Toda la lluvia ácida cae sobre el ministro de Economía, a quien le endilgan prometer algo que no parecía estar en los planes del FMI, pero sobre todo le reprochan desconocer la dinámica política y social argentina. “Desde Levingston que no traíamos a un argentino que estaba en EEUU a tratar de resolver los problemas”, apunta un dirigente que evita, en sus apariciones públicas, la crítica descarnada pero anticipa que el acuerdo con el FMI tendrá resultados dramáticos. Le pega a Guzmán, lo compara con Roberto Levingston, que era agregado militar en la embajada argentina en Washington cuando lo llamaron desde Buenos Aires para que se hiciera cargo de la presidencia de la Nación.
Más allá de la brutal ironía que expone la comparación, quizá a Guzmán no le desagrade la analogía con un argentino radicado en EEUU que termina como presidente. En la ruleta rusa electoral del FdT, Guzmán podría convertirse en el beneficiario político de un hipotético repunte económico post acuerdo con el FMI, que otros juzgan sino imposible, improbable. Lo dice, como descripción, pero también con algún interés un operador del FdT: “Ni Cristina ni Máximo pueden ser candidatos a presidente, Massa no logra revertir su negatividad y Alberto, por más que se recupere algo, difícilmente pueda. ¿Quién puede quedar parado si el acuerdo sale bien? Guzmán”.
PI
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