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De Narváez, el aliado inesperado del albertismo que quiere influir en la política

De Narváez entrando al Congreso en 2014, cuando todavía era diputado

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El almuerzo del martes pasado no fue el primer cara a cara de Francisco de Narváez y Alberto Fernández en La Rosada. El actual presidente y el empresario ya se habían reunido en la Casa de Gobierno. La cita previa ocurrió hace más de 16 años. En febrero de 2005, De Narváez pidió una audiencia con el presidente Néstor Kirchner. ¿Motivos? “Tengo unos estudios sobre el sistema previsional que quisiera poner a disposición del gobierno”, fue el argumento formal que el empresario le dio por teléfono al entonces jefe de Gabinete de Kirchner, Alberto Fernández.

El exdueño de Casa Tía coqueteaba con la posibilidad de saltar a la política desde hacía cuatro años. Su interés por la presentación pública se le despertó junto a su examigo Mauricio Macri, con quien para ese momento ya estaba distanciado. A principios de 2005, De Narváez ya tenía definido en qué partido e identidad política desembarcar. Pero aún no decidía en qué rama del peronismo iba a militar. En las presidenciales de 2003 había apoyado a Carlos Menem en el balotaje que no se concretó. Había respaldado al riojano como mecenas y potencial ministro de Desarrollo Social, en un hipotético gabinete menemista. Pero el dos veces presidente se bajó de la competencia contra Kirchner, ante una derrota segura. 

En diciembre de 2003, De Narváez ofrendó un mea culpa público al kirchnerismo través de la prensa. Desde la tapa de la revista Poder, al ex financista de la campaña de Menem se lo presentaba como “El primer arrepentido”. En la nota se explicaba que “en los noventa abrazó al neoliberalismo y vendió sus empresas. Financió la última campaña de Menem y hoy adhiere al kirchnerismo”. Y De Narváez completaba la explicación: “Conocí al presidente Kirchner a través de su gestión, como la mayoría de los argentinos. Convengamos que cuando lanzó su candidatura era básicamente un desconocido en la política nacional. En esta primera etapa me ha sorprendido mucho y positivamente. Coincido mayoritariamente con lo que está haciendo el gobierno, que tiene una propuesta casi revolucionaria al encarar cambios estructurales que van a hacer una Argentina diferente”.

De Narváez buscaba congraciarse con el gobierno en nombre de su doble condición: hombre de la política en ciernes y empresario aún activo. En 2004, estaba listo para poner 440 millones de dólares para comprar la cadena de supermercados Disco. Pero necesitaba que el oficialismo le aprobara la transacción. Para conseguirlo, había difundido una solicitada en los diarios que rebosaba de fe nac & pop. “Estoy dispuesto a invertir en una empresa como Disco, porque creo en nuestro país y creo que es posible reconstruir el empresariado nacional pensando en el bienestar de la población”, planteaba. Pero no hubo caso porque el grupo chileno Cencosud, dueños de la cadena de hipermercados Jumbo, se terminó quedando con Disco.

Si bien se cayó esa compra, su rama de intereses ya excedía largamente el supermercadismo y el retail. De Narváez sabía que para jugar a la política en serio necesitaba de un complemento: medios de comunicación. En 2002, cuando los canales estaban vulnerables en sus balances y listos para ser fagocitados por cualquier actor mayor, había hecho una oferta por Canal 9 (le ofreció a Marcelo Tinelli ser socios en la compra y mudar ahí sus programas), otra por Telefé y una última para entrar en Ideas del Sur, la productora de Marcelo Tinelli. Pero ninguna prosperó y, para 2005, su nuevo plan era apropiarse del canal América. Algo que lograría unos meses más tarde.

Así, en febrero de 2005, la reunión con Kirchner se concretó en el despacho presidencial. Lo recibió Alberto Fernández, y a la media hora apareció Néstor Kirchner. Esa era la dinámica habitual de las citas con el ex presidente. En el encuentro, el estilo atolondrado e informal de Kirchner contrastó con la solemnidad de De Narváez. “Señor presidente, le agradezco mucho su tiempo”, fue su línea de apertura, mientras le tendía la mano firme y miraba los ojos estrábicos de Kirchner.

En el almuerzo del martes pasado con Alberto Fernández, más un grupo de empresarios y los dirigentes Juan Manzur, Eduardo “Wado” De Pedro, Sergio Massa y Máximo Kirchner, De Narváez se volvió a mostrar bastante formal. Al presidente lo trataba sin falta de usted. Hasta que en un momento Alberto Fernández lo interrumpió: “Tuteame, Francisco, nos conocemos hace mucho”, pidió el Presidente. 

En el cara a cara de 2005 con Kirchner y Fernández, el empresario pelirrojo planteó algunas dudas sobre la estabilidad a futuro del sistema previsional argentino. Un sistema, el de las AFJP, que el gobierno estatizaría tres años después. El objetivo real de De Narváez era acercarse al oficialismo. Y así fue interpretada la escena por Fernández.

Dos meses después, De Narváez fue incluido en el seleccionado de empresarios que iba a acompañar a Kirchner y Cristina Fernández en una gira por Alemania. El objetivo del viaje era conseguir inversiones y renegociar la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional. Más de 15 años más tarde, Martín Guzmán acumula citas en Nueva York y Washington, el tironeo con el FMI volvió a ser tema de conversación durante las tres horas de lunch en La Rosada. Y existió otro déjà vu: el martes, De Narváez se ofreció para acompañar al Presidente y a sus ministros en alguna gira oficial próxima, a la pesca de inversores.  

“Destaco la convicción del Presidente de que va a haber un acuerdo con el FMI, el mejor acuerdo posible para los argentinos. Y cumplible. Porque no tenemos la mejor trayectoria en ese sentido”, comentó De Narváez en Radio Mitre el miércoles pasado. El actual dueño de WalMart ofició de vocero del encuentro. Se atrevió a contradecir la tapa del diario Clarín, en un gesto destacado por Alberto Fernández vía twitter. 

“'¿La señora vicepresidenta está de acuerdo’?. La respuesta fue ‘Sí'”, reveló además De Narváez sobre la charla reciente en La Rosada. La consulta, dirigida al presidente, buscaba constatar si Cristina Kirchner avalaba un posible acuerdo con el FMI.

En 2005, la comitiva se completaba con Julio De Vido, los ministros de Educación, Daniel Filmus, y de Economía, Roberto Lavagna; el canciller Rafael Bielsa; el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini; el vocero presidencial, Miguel Núñez; el gobernador de Jujuy, Eduardo Fellner; los senadores Miguel Ángel Pichetto y Carlos Reutemann. Por los empresarios, iban el presidente de Siemens, Matthias Kleinhempel, antes de que se confirmara el pago de coimas en la confección de DNI durante el menemismo; Víktor Klima, de Volkswagen; Carlos Wagner, de la Cámara Argentina de la Construcción, y Alfredo Roman, de Exolgan. 

Cuando Oscar Parrilli lo llamó para invitarlo, De Narváez le encargó a su asesor en economía que le preparara un discurso. ¿Quién era su voz autorizada en esa materia? El actual senador Martín Lousteau, quien todavía colaboraba en la fundación narvaecista Unidos del Sud. El empresario le pidió que le preparara un discurso de tipo keynnesiano para lucirse frente a los industriales alemanes y el presidente argentino. 

El 11 de abril de 2005, políticos y empresarios partieron en un Boeing enorme cedido por Aerolíneas. Fueron cuatro días de gira por Alemania. Una mezcla de lobby de alto vuelo y turismo social por el portal de Brandeburgo y el campo de concentración de Dachau. Ante la cámara de industriales de Munich, De Narváez dio su discurso en inglés, con letra de Lousteau. De Narváez ahora asegura que ya entonces Cristina Kirchner le había resultado soberbia.

“Durante el viaje lo mirábamos como lo que progresivamente fue dejando de ser: un parvenu, alguien que merodeaba la política por ocio, por esplín, una melancolía sin causa definida, una angustia vital. No se lo tomaba en serio como empresario, ni mucho menos como político. Era ‘apenas’ millonario”, recuerda poéticamente el entonces canciller, Rafael Bielsa.

Pese al gesto de acercamiento mutuo, De Narváez terminó jugando para el duhaldismo en las legislativas de octubre de 2005. Fue la elección que determinó el quiebre en la sociedad entre Kirchner y el expresidente Duhalde. El empresario nacido en Colombia integró, como candidato a diputado nacional, la boleta del lomense en La Provincia. Ocupó el cuarto lugar en la lista de diputados. Si bien su espacio perdió contra el que encabezaba Cristina Kirchner, De Narváez accedió a una banca. Fue su puerta de entrada a una carrera que tendría su pico de gloria cuatro años después, en las legislativas de 2009. 

Ahora, El “Colorado” ya no cuenta con ambiciones electorales. Aunque sí pretende ser un actor con juego propio en la mesa del poder. “No tengo ninguna aspiración de ocupar cargo político”, aclaró a la salida del encuentro con el presidente. “Pero sí quiero influir sobre las políticas públicas. Eso tiene que ver con mi rol de empresario. Salí muy entusiasmado de la reunión”, aseguró el dueño de Walmart.

AF

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