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CUMBRe del g20

En el “exilio” europeo, Fernández reconstruyó por un rato la burbuja albertista

Alberto Fernández con Santiago Cafiero y Cecilia Todesca, en el vuelo hacia Roma.

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Juan Manuel Olmos, el menos visible de los hombres del Presidente, se subió por pedido expreso de Alberto Fernández al Airbus 330-200 que trasladó a la comitiva oficial en un simbólico “exilio” europeo de cinco días. Con sus casi 2 metros de altura, Olmos es otro: perdió 25 kilos de peso, entre partidos de tenis, retiros periódicos en el centro Puiggari y recetas para modificar su metabolismo basal.

El hábito -y la constancia- hacen al monje: en Roma, casi de madrugada, Olmos hizo una caminata de 57 minutos, a paso rápido, recorrió Villa Borghese hasta la Piazza del Popolo. Aunque quiera, por su porte, el asesor presidencial no consigue pasar desapercibido.

Peronista y porteño, con teléfonos rojos en la Justicia y una cohabitación con Horacio Rodríguez Larreta que lo convierte en un blanco móvil de otros frentodistas, habita la mesa chica del albertismo desde la primera campaña del 2019 y continúa, luego de chispazos y períodos de lejanía con el Presidente, instalado en el micro mundo Olivos. Fue de los que sobrevivió a la tempestad que Cristina Kirchner generó luego de la derrota del 12-S.

Olmos integra el staff que Fernández seleccionó, en persona, para su gira europea. Fronteras afuera, en cierto modo reconstruyó su burbuja albertista. Solo falta Juan Pablo Biondi, el ex vocero presidencial cuya influencia opera, todavía, a través de Marcelo Martín y Juan Ross. Biondi desayuna, cada tanto, en Olivos, lleva y trae mensajes con empresarios, intendentes y dirigentes, interactúa a diario con varios ministros.

Pero no se subió al avión que trajo a Fernández a Roma, Italia, y donde se amontona todo el albertismo primer anillo. Olmos, el secretario general y portador de todos los secretos presidenciales Julio Vitobello, el ahora canciller, Santiago Cafiero y su segunda -antes su vicejefa- Cecilia Todesca Bocco, que se anexó al viaje –al igual que Cecilia Nicolini- sobre la hora, casi con el avión carreteando. En Roma, el scrum se completó con Jorge Argüello, embajador en Washington y sherpa del G20 y Gustavo Beliz que viajaron directo desde Washington.

La comitiva se completó con Martín Guzmán, que viajó 48 horas antes, Julián Domínguez, que hace el camino largo pero su agenda está en el COP26 de Glasgow, Escocia, y Gabriela Cerruti, la flamante portavoz presidencial.

Dominios

Reflejo de que son los asuntos donde mejor se siente, Fernández colonizó como ningún otro sector la política exterior. Con Cafiero en lugar de Felipe Solá en Cancillería, Beliz con agenda propia y Argüello como sherpa del G20, el presidente monopoliza el segmento al menos en lo que referido al hemisferio occidental. Existe, se sabe, una diplomática paralela, directa, que Cristina Kirchner parece centralizar frente a dos potencias globales: Rusia y China. En Roma, Cafiero tendrá una bilateral con el canciller chino.

El albertismo se atrincheró en la agenda externa. Puede ser un repliegue para, en algún momento, volver al centro de la escena. Olmos, una espada política de Fernández, pudo ascender en algún momento a un cargo mayor pero optó por el perfil bajo. Pero es de los pocos con visita periódica a Olivos, un lugar que perdió la dinámica de otros meses, cuando Fernández solía arrancar y terminar el día en la residencia con reuniones, o cenas, junto a su entorno más íntimo: Cafiero, Biondi, Vitobello y Olmos. A veces, Vilma Ibarra,

Cada discreción, esas charlas se mantienen con agenda política pura. Participan ministros orbitales a Fernández, sobre todo Gabriel Katopodis y Juan Zabaleta, aunque suele sumarse Jorge Ferraresi. La última sentada, casi secreta, fue pocos días antes del inicio de la gira, fue en Cancillería, donde Fernández almorzó con Cafiero, Ibarra, Zabaleta, Katopodis, Olmos y Todesca.

Existe, en todo eso, un asunto operativo de peso político: la relación del Presidente con su nuevo jefe de Gabinete, Juan Manzur, está en proceso de ensamble. Con dinámicas y métodos diferentes, Fernández y el tucumano no sistematizaron un formato de “mesa chica”, la intimidad política que deberían tener el presidente con su jefe de Gabinete, aunque ocupan despachos linderos apenas separados por dos puertas. Pero, cuentan en Rosada, todavía se mueven como gestores que se reparten roles y oficios.

Opera, como todo, en un estado de volatilidad: ese gap de tiempo, el suspenso hasta el 14-N cuando, se preanuncia, debería empezar otra película.

PI/WC

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