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El atentado contra CFK

En la multitudinaria marcha a Plaza de Mayo: “Esto es el 17 de octubre de Cristina”

La Plaza de Mayo, colmada.

Mauricio Caminos

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“Si salía la bala, era una guerra civil”. Las dos parejas reflexionan en voz alta mientras comparten un mate al costado de la Catedral. Casi que se gritan entre sí porque al frente de ellas, marchando desde Diagonal Norte, está pasando una columna del Frente Patria Grande. 

En la marea de gente se lo ve a Juan Grabois, campera de cuero rasgada, casi que arrastrado por sus militantes. Cantan, saltan, aplauden. 

Si la tocan a Cristina / Qué quilombo se va a armar. 

Ya no hay mucho lugar para moverse en Plaza de Mayo. Comenzó a llenarse a media mañana y cerca de las 15 los claros eran cada vez menos. Mucha bandera militante K, sí; pero mucha bandera argentina también, y manifestantes sin el paraguas de una organización. Dicen que vienen a defender a la democracia, que temieron que la bala de esa pistola Bersa hubiera salido. “Esto es el 17 de octubre de Cristina”, proclaman.

Pero estamos recién en septiembre y en las fuentes de la plaza no hay gente con sus pies ahí metidos. Entonces me acerco y meto una mano. El agua está helada. “¿Queres meter las patas, vos? Dale, metelas –me desafía un militante–. Sos joven vos, pero esto se parece mucho a aquella vez. Es un día histórico”.

Voy a otra fuente. Tampoco hay gente en el agua, pero sí están Rubén, de 61, y Guillermo, de 65. No se conocen, pero se ponen a hablar cuando me pongo a hablar con ellos.

“Si salía el tiro, hoy estaríamos todos contra todos”, dice Rubén, acá de Capital. Estuvo el sábado en Recoleta contra las vallas de Larreta. “Ellos se pensaban que habían ganado la calle. Se la prestamos un poquito. Ahora la recuperamos. Decí que no lo lincharon al que disparó, porque sino ahí nos iban a decir que nosotros eramos los malos”.

“Esto es un punto de inflexión. Tiene que ser un punto de inflexión”, le dice Guillermo a Rubén y me dice a mí. “No esperaban que con lo del juicio no íbamos a hacer algo. Acá estamos”.

Detrás suenan trompetas, redoblantes y bombos. Es la camerata popular del gremio de La Bancaria, haciendo los acordes de “Cerveza” de Rafaga.

Pooorque vos / Se nota que no me querés / Se nota que ya no hay amor / Entonces ya no hay más que hacer / Y yo me dedico al alcohol

La canto en la cabeza. Ahí cerca hay una chica fumando un churro. También un chico tomando un fernet. Como la del gremio de Sergio Palazzo, se ven otras banderas: Berisso, Alimentación, Gastón Granados - Ezeiza, Nuestra Patria. Atrás vienen los Soberanxs con Amado Boudou a la cabeza. “Gracias por haber jubilado a mi vieja, Amado”, escucho que le dice uno al abrazarlo y darle un beso. Después voy a ver de La Cámpora, del FPDS, La Poderosa. 

Imposible registrar a todas, pero sí algunas: hay una bandera ilustrada que cruza el cielo de la plaza, a pocos metros de la Pirámide de Mayo y el escenario que están armando para cuando se lea el documento al final: Perón, Evita, San Martín, Juana Azurduy, Néstor, Cristina, Francisco, Maradona, el Indio Solari, Estela, un pañuelos de las Madres, las Malvinas, el padre Mujica. El panteón popular.

Roberto es de Solano y vende banderas argentinas y banderas de “Gracias Cristina” abrazada a Néstor . Le quedaron de las elecciones pasadas. Entre 500 y mil cada una. “Fue muy feo lo que pasó anoche –opina–. Y eso que yo no soy peronista. Pero uno tiene madre, hijas y lo que pasó fue grave. Hasta las 3 de la mañana sin poder dormir”.

“¿Decime vos qué hubiera pasado si la mataban?”, me dice a mi Carlos. Habla con mucho ahínco, casi escupiendo. “Decime, vos”, le retruco.

“Imaginate un macrista que aplaudía. Aparecía un kirchnerista enojado y lo acuchillaba. Fue muy grave lo que pasó. Yo soy peronista, tenemos un presidente de cuarta, pero esto que pasó fue la gota que rebasó el vaso”.

Veo una chicas que está bailando, sonriendo. Dos niños están jugando con dinosaurios de plástico sobre una manta en plena plaza. Pienso en Charly García. Justo dinosaurios en un día como hoy.

Están Claudia y Hugo con vinchas de Argentina, una pancarta de Cristina y un paraguas de sombra. “Anoche la pasé muy mal. Doy gracias a Dios de que no salió esa bala”, me dice Claudia. Le pregunto si vio esa ilustración en las redes sociales donde está Néstor abrazando a Cristina y cubriéndola de la pistola.  Le tiembla la mano cuando toma mi el celular.

Otras personas están esperando con paciencia: una pareja de jóvenes, una señora con una mochila con una bandera argentina. Hay una nena con los dedos en V, flameando una bandera argentina y con uniforme del colegio. Hay una chica comiendo una bolsa de snack y una remera que dice: “El amor vence al odio”. Y hay un chico con un cartel de cartón con una declaración de principios: “Ley de medios contra el odio. Reforma judicial contra la impunidad. Amor contra el miedo”.

Entonces, cae la tarde, y al escenario suben dirigentes políticos oficialistas para acompañar la lectura de un documento sin firma, pero con un tono muy kirchnerista: se cuestiona el discurso del odio, también a parte de los medios y a la Justicia. La manifestación estalla en cánticos.

Che gorila che gorila / No te lo decimos más / Si la tocan a Cristina / Qué quilombo se va a armar

¿Lo de anoche fue ese “tocan a Cristina”? ¿Lo de hoy fue ese “quilombo”?

CC

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