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Coronavirus en el mundo: ya hay más de 100 millones de casos registrados

Ya son más de 100 millones los casos de Covid-19 en el mundo

Alfredo Grieco y Bavio

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El aniversario de la fecha de origen es tan redondo como el número, tan poderosamente simbólico, de hasta dónde llegó su crecimiento. Prácticamente un año después de que en Wuhan, China, declararan que se había identificado el primer caso de Covid-19, en el mundo hay 100 millones de casos de contagiados registrados por su vector,  el coronavirus. Y dos millones de personas murieron por la enfermedad, según el Johns Hopkins Coronavirus Resource Center, la base de datos estadísticos mejor establecida y sustentada del mundo sobre la evolución de la enfermedad desde que esta fue declarada pandemia. 

Hay de momento un consenso generalizado en la comunidad científica acerca de que los primeros casos se registraron 14 meses atrás en China. Acerca del origen, hay una disputa todavía en curso entre dos grandes superpotencias económicas y militares, rivales estratégicos, Estados Unidos y China.

Desde que la enfermedad se volvió epidemia en Estados Unidos, en la primavera boreal del año pasado, Donald Trump, quien entonces ocupaba la presidencia, se refirió rutinariamente al coronavirus como “el virus chino”. Una variante deformada, y no verificada, de esta versión, difundida por redes sociales conspirativas, muchas de ellas afines a Trump,  asegura que el virus tuvo su origen en laboratorios chinos de investigación científica y/o militar. China hizo campaña para contraatacar esta versión con otra, tampoco verificada aún, acerca de que el virus tuvo nacimiento en centros de investigación militar de EEUU.

El miércoles 20, cuando el nuevo presidente Joe Biden juró como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas estadounidenses, Hua Chunying, vocera de la Cancillería de China, planteó que el virus del Covid-19 salió de un laboratorio militar de EEUU. En Weibo, una especie de Twitter chino, el #Forth Detrick fue cliqueado 900 millones de veces. 

Si la guerra acerca de la determinación nacional de los orígenes del virus no la viene ganando China, otra guerra, más importante y fatal, la está perdiendo EEUU. El coronavirus se ha abierto un camino de enfermedad y muerte en suelo norteamericano  y en el que nada ni nadie parece detenerlo. Johns Hopkins informó la madrugada del domingo que Estados Unidos tiene casi 25 millones de infecciones por Covid, con más de 417.000 muertes. Las dos cifras son las más altas del mundo: en EEUU, este mal ha demostrado ser más contagioso y más letal que en cualquier otro país del globo. 

Al privilegio de la economía sobre la salud, a lo tardío de las medidas de prevención y confinamiento, a lo breve, discontinuo, y esporádico de estas medidas, y la variación estadual y aun municipal de su decisión y aplicación en un país federal donde, cuando no hay una explícita coordinación de las autoridades desde Washington, la legislación se sanciona y reglamenta localmente, hay que atribuir estos números en Estados Unidos. Pero también a la ausencia de un sistema nacional de salud universal, gratuito, y de calidad. A esta dificultad del acceso a la salud hay que atribuir que la mayor parte de las muertes correspondan a los sectores de mayor pobreza y a las minorías étnicas no-blancas, principalmente las poblaciones negras e hispanas. 

No en vano el primer día en funciones de Joe Biden en la Casa Blanca estuvo dedicado a firmar decretos presidenciales con medidas activas y medidas preventivas en contra del avance de la pandemia. Medidas de distanciamiento social, de uso de barbijos en espacios cerrados, y la obligación de presentar un PCR negativo para quienes ingresen por vía aérea al territorio nacional son ahora disposiciones de carácter federal, obligatorias en todos los estados. Otras medidas están dirigidas a poner en marcha un plan de vacunación masiva que asegure que 100 millones de dosis serán aplicadas en los 100 primeros días de gobierno.   

India sigue al número de casos de Estados Unidos con 10,6 millones de infecciones y más de 153.000 muertes. Brasil tiene casi 9 millones de casos y más de 216.000 muertes. Tanto Trump como el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, llegados al poder al frente de movimientos insurgentes de derecha dentro las vidas políticas de sus países, y que adoptaron estrategias desafiantes frente a la enfermedad, ambas de minimización, y que oscilaron entre formas de negacionismo del coronavirus y formas de negacionismo de las medidas preventivas y medicamentosas que podían observarse para combatirlo, cayeron enfermos de Covid-19 pero se recuperaron con relativa rapidez. Este ejemplo que ofrecieron de manera involuntaria pero espectacular de que la enfermedad no era dañosa para sus vidas, contribuyó a la difusión y no a la contención del virus en sus respectivos países. 

En términos continentales o regionales, y no ya en el límite del Estado nación, Europa es la región más afectada, con más de medio millón de muertes, seguida, en los mismos términos, por América Latina, con casi medio millón. Sólo México, cuyo presidente Andrés Manuel López Obrador anunció el domingo que estaba infectado de coronavirus, registra 1,75 millones de casos y 150.000 muertes, cuarto país del mundo después de EEUU, Brasil e India. 

Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud, dijo que las vacunas contra el Covid podrían controlar la pandemia mundial. Ya hay campañas de vacunación en curso en más de 50 países. Sin embargo, todos esos países, con escasa excepción, son naciones de ingresos altos o medianos. “Debemos trabajar juntos como una familia global para garantizar el despliegue urgente y equitativo de las vacunas”, manifestó. 

De acuerdo con los datos de la Comisión de Estadística de las Naciones Unidas, el coronavirus ha afectado a 219 países y territorios alrededor del mundo. El mes de enero empezó con un nuevo pico de infecciones. Es lo que en Europa y Reino Unido llaman segunda ola. En cifras exactas, el promedio mundial supera los 700.000 nuevos enfermos registrados por día. El 7 de enero fue el día récord desde que se inició la pandemia, con un total de 841.527 nuevas infecciones. Hasta el 24 de enero, en el mundo se habían registrado 99.533.374 casos positivos. Al menos 25.860.885 son pacientes activos, de los cuales solo el 0, 4%, es decir 110.825 personas, se encuentran en estado crítico.

Por supuesto, el número de personas infectadas y el número de muertes por Covid-19 es mucho más alto que los números registrados. En EEUU y en todos los países con grandes números de muertes por Covid-19, los demógrafos sacan la cuenta de la mortalidad oculta. El método consiste en comparar las muertes día a día del año anterior con las de este año. De este modo, encuentran una franja de aumento de decesos, independiente de la ya registrada por las autoridades sanitarias, y atribuida explícitamente por ellas al Covid-19, que los cálculos demográficos consideran que debe sumarse a la de las cifras publicadas, a las que aumenta en proporciones variables que llegan a un 23 por ciento. 

Con una tasa de letalidad actual del 2,1%, , el Covid-19 se coloca como una de las principales pandemias en la historia, pues ha duplicado la cantidad de muertos de la gripe asiática en 1957, que dejó un millón de bajas en todo el mundo. 

En el momento actual, las campañas de vacunación nacionales se emprenden en todo el mundo con dos metas: empezar a vacunar cuanto antes y vacunar a cuantos más millones mejor. No debe sorprender que los gobiernos de cada país se atrasen en una u otra, cuando no en ambas, de estad dos carreras. Llegar a vacunar requiere de habilidades del Estado por completo diferentes  e independientes de la capacidad de reprimir que empleó para disciplinar las conductas que la epidemiología desaprobaba.

Las vacunas más utilizadas hasta ahora entre las que ganaron aprobación de urgencia por las autoridades sanitarias, como la del laboratorio norteamericano Pfizer, se puede usar para todas las edades. En donde ya se la ha aplicado más o menos masivamente, en donde se planea aplicarla, como EEEU, el plan trazado es vacunar en primer lugar a trabajadores de la salud y otros esenciales, y después a las personas con más riesgo, las de más años. En cambio, las vacunas de otros laboratorios, como las del chino Sinovac, sólo es eficaz en personas entre 18 y 59 años. En un plan de inmunización con vacunas del primer tipo, se vacuna a quienes más posibilidades tienen de contagiarse y morir; con las del segundo, a quienes contagian mucho pero es enferman poco. 

Aquí está la clave mayor que diferencia a la actual pandemia de una gran mayoría de las pestes, epidemias y pandemias que asolaron a la humanidad –diferencia en los hechos, y diferencia en los mundos imaginarios que suscitan. Antiguamente, las pestes eran imágenes democráticas: mataban a todos por igual, ricos y pobres, niños y ancianos, jóvenes y adultos. En cambio, con el coronavirus,  para el grupo etario joven, si enferma, el Covid-19 es asintomático, y si es sintomático, no es mortal. Y -en los grandes números-, si no son de la tercera edad, las víctimas fatales pertenecen a otro grupo que tampoco goza de favoritismo social, el de las personas obesas (en Perú, por ejemplo, cerca del 75% de las muertes por Covid-19 son de este colectivo).

El grupo joven es aquel cuya contención ha resultado más difícil entre cuarentenas, aislamientos y distanciamientos. El argumento de que debían sacrificar su movilidad, su vida social, ver reducida su economía y a veces perder sus fuentes de trabajo o de sustento de sus familias porque debían sacrificarse por sus mayores tuvo diversos grados de aceptación y desobediencia. Aunque también grupos de ellos han sido voluntarios para ayudar a los mayores. Bajar la curva de los contagios, para los gobiernos del mundo, es el reto que enfrentan las campañas nacionales e internacionales de vacunación en curso. Las bodas entre la política y la salud parecen felices, o por lo menos sólidas: la inmunización universal permitiría salvarles la vida a los mayores y permitirles a los jóvenes seguir con la suya.

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