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Noches sin traducción, las series de septiembre

Bill Murray y Scarlett Johansson en una escena de la película "Lost in Translation" de Sofia Coppola.

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“Con esa película creo que aprendí a seguir mis instintos y hacer lo que amo, porque nunca se sabe qué le puede llegar a gustar realmente a las personas (...) En el momento pensé: ¿alguien se va a vincular o a interesar por algo de todo esto? Y después me sorprendió que lo hicieran. Simplemente tenés que esperar que los demás se conecten, ¿sabés? Ocurre que cuanto más específico es algo, más universalmente la gente se engancha con eso. No sé por qué pasa, pero lo aprendí”, dijo la directora de cine Sofia Coppola en una entrevista con la revista Harper's Bazaar. Se refería a su película Lost in Translation, que esta semana cumplió 20 años (se vio por primera vez el 29 de agosto de 2003 en el Festival de Cine de Telluride). Dejo el título en inglés porque Perdidos en Tokio, el nombre que eligieron acá y en otros lugares hispanoparlantes, me parece injusto. O falaz para dos personas como los protagonistas que, incluso entre los ruidos de Tokio, sus colores chillones, sus vidas enredadas y las palabras que no pueden entender, se encuentran.

Ya que estamos y que de alguna manera nos debemos a la información (inserte emoji de duda aquí): Sofia Coppola este año es noticia por varios motivos. Primero porque en pocos días se estrena su nueva película, Priscilla, en el Festival de Cine de Venecia y en octubre en salas, al menos en Estados Unidos (comentamos algo de este largometraje por acá). Este mes también la cineasta publica el libro Sofia Coppola: Archivos 1999-2023, con textos escritos por ella pero, sobre todo, con material fotográfico de objetos que fue guardando de los rodajes de sus películas. Cada vez que terminaba una filmación, metía en una caja fotos que ella misma había tomado en el set o en las trastiendas, pero también ropa, borradores de guión y memorabilia de lo más variada con la que se reencontró durante los días de confinamiento por la pandemia. 

Volví a Lost in Translation (está en Star+, si andan buscando vías de escape) y, con la posibilidad de frenar, anotar, retroceder, apunté un asunto que me conectó justamente con eso particular de las historias de amor que tienen la posibilidad de volverse universales, como dice Sofia Coppola. La película me encanta y creo que es una de las que más me conmovieron y me siguen movilizando cada vez que la veo: que todo pase por las miradas, por los guiños, por la timidez de los dos, por sus torpezas (los broches en el smoking de él, las grabaciones de autoayuda de ella), por las noches sin traducción, por las corridas de la mano a toda velocidad entre máquinas infernales, por el cruce de canciones, por los desvelos, por el desacuerdo sobre cuándo fue la primera vez que se vieron (no hay amor sin malentendido, una remera que diga). 

Pero esta vez elegí quedarme en un movimiento pequeño que noté a lo largo de toda la película y que me mantuvo subyugada. Tanto Bob (Bill Murray, suspiremos) como Charlotte (Scarlett Johansson), es decir, tanto el hombre que está un poco de vuelta como la chica de veintipocos confundida y sin saber qué quiere de su vida, están todo el tiempo buscando un lugar para apoyar sus cabezas. Como si en esa torsión mínima pudieran frenar por un rato el mundo (pocos gestos más humanos y universales que ese: querer bajar la carga, buscar algún sostén, detectar un refugio más o menos transitorio).

Vale todo en el intento: la ventanilla de una limousine o de un tren de alta velocidad, la almohada en una noche de insomnio, la pared del pasillo de un karaoke, la mano firme sobre la barra del bar, el fondo de un ascensor. Pero vale más cuando uno encuentra al otro –otra vez: no son ningunos perdidos– con su hombro salvador, mullido, fugaz; con susurros que se evaporan en la multitud.

Estas imágenes se me aparecieron así, como llaves tiradas en el piso. Las fui agarrando por estas horas, con la esperanza de que sirvan para abrir alguna puerta. También las dejo para ustedes, por si tienen ganas de tironear de ellas. Escribir es tener fe en algún tipo de acopio, cruzar los dedos, encenderle una vela al caos: que prenda ese gajo que viene de otro lado, que aparezcan palabras para traducir lo inasible.

Queda todo por acá. También dejo algunos libros, series, películas y desvaríos que pueden encontrarse en esta nueva edición de Mil lianas.

1. La soledad del subversivo, de Marco Bechis. “¿Quién soy yo, aquí y ahora? ¿Uno que no habla y morirá atravesado por las descargas eléctricas o uno que se convertirá en un animalito dócil? ¿Un héroe o un traidor? Una diferencia absurda que, aquí y ahora, pierde todo sentido. El único objetivo claro y que todavía me mantiene cuerdo –¿hasta cuándo?– es tratar, por todos los medios, de evitar la mutilación. Sobrevivir entero. Mi preocupación está enfocada completamente en mi cuerpo y no sé nada de lo que le está ocurriendo a mi alma”. Así describe Marco Bechis en su reciente libro de memorias La soledad del subversivo (Editorial A.hache, 2023) el momento crucial que partió su vida y ahora marca un sentido a su relato: cuando lo metieron a la sala de torturas de un centro clandestino de detención luego de ser secuestrado por un grupo de tareas de la dictadura. Ese joven de 20 años, desnudo, los ojos vendados y un montón de preguntas encima va y viene en el tiempo en un texto que, lejos de las asertividades de otros testimonios, se para desde el interrogante para ofrecer un relato estremecedor y honesto. 

Director de la recordada película Garage Olimpo (ya que estamos les recuerdo que la película se puede ver gratis en CineAR Play en este enlace) y de una gran trayectoria en el mundo audiovisual, ahora decidió escribir sobre su vida y esa experiencia dolorosa que debió atravesar en su juventud. Aproveché que Bechis estuvo de paso unos días en Buenos Aires y le hice esta entrevista donde habla sobre su libro, su particular mirada alrededor la lucha armada, la tortura y el rol de la Justicia en Argentina.

La soledad del subversivo, de Marco Bechis, salió por A.hache editora. Más sobre la publicación, en esta entrevista con el autor. La película Garage Olimpo se puede ver gratis desde Argentina aquí.

 2. Series y películas de septiembre. Arranca un mes nuevo –qué fe extraña esa de seguir llevándole el apunte al calendario, pero no dejamos de insistir– y con él llegan nuevas series y películas a las plataformas de streaming. En particular tengo ganas de ver cómo viene la tercera temporada de The Morning Show, después de unas decisiones de guión medio extrañas que me decepcionaron en los últimos episodios. Por acá armé un repaso con lo más destacado, hay bastante cine argentino, la nueva versión de La Sirenita y la nueva temporada de Sex Education, entre otros.

La selección de series y películas que llegan a las plataformas de streaming en septiembre se puede leer por acá.

3. Apostilla. Después de un tiempo de suspensión por la pandemia, esta semana volvieron a entregarse de manera presencial los Premios Sur, una distinción que destaca lo mejor de la producción audiovisual en la Argentina. Por acá está el listado con todos los ganadores. Un recordatorio, por si andan buscando algo de ese material para ver: la serie Iosi, el espía arrepentido (atención que tendrá segunda temporada este año) y el largometraje Argentina, 1985 están disponibles en Amazon Prime, mientras que en Netflix permanecen El suplente y El fotógrafo y el cartero, el crimen de Cabezas (hablamos de ese documental súper interesante por acá).

Banda sonora. Hablamos de llaves arriba y la tendencia se impuso: armé una selección de canciones que tienen llaves en sus letras. El arco, por lo general con llaves que abren corazones o almas o algo parecido, va de Fabiana Cantilo en uno de los temas que más me gustan de su disco Detectives, a Luis Alberto Spinetta, Juan Ingaramo con Miranda!, los Stones y el colombiano Carlos Vives, entre otros.

Ya había varias en nuestra lista compartida, pero por supuesto que esta semana también se suman algunas canciones de la banda de sonido de Lost in Translation y otras del universo de Sofia Coppola.

Bonus track. Entre las cosas insólitas o extravagantes que están ocurriendo, esta semana tuvimos un fenómeno particular que los expertos en estos asuntos denominaron superluna azul. Así que va un recordatorio: hace un tiempito armé esta colección ecléctica, entre películas, canciones y libros alrededor de ese color.

Como les conté en la entrega pasada, estoy en pleno repaso de la obra de Pedro Almodóvar, así que a ese listado arbitrario le sumaría ahora una de las declaraciones de amor más hermosas de la historia del cine: “De azul vestías tú el día que huyendo de tu vida te chocaste con la mía”, le dice el personaje de Ángel (Juan Echanove) al de Leo (Marisa Paredes) en La flor de mi secreto. Está disponible en Netflix y en Amazon, no hay excusa para perdérsela. Es más, les dejo una imagen de esa escena y yo misma me pongo a verla de nuevo.

¡Hasta la próxima!

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