Un caso que conmueve al país
Un plan para matar, el auto gris, las maniobras de RCP y los escraches: cabos sueltos de la primera semana del juicio
En la primera semana del juicio contra los ocho jóvenes acusados de asesinar a golpes a Fernando Báez Sosa, declararon 47 testigos. Sus testimonios sirvieron para ubicar a la mayoría de los imputados en la escena del crimen, fijar horarios y acciones de cada uno, y reconstruir las horas anteriores y posteriores a la muerte del chico de 18 años. Para la fiscalía existe evidencia suficiente para sostener que los rugbiers son coautores del asesinato. Los abogados de los padres de la víctima apelan a la narrativa de la emboscada y aseguran que cuentan con prueba de sobra y contundente. La defensa de los rugbiers está especialmente interesada en que los testigos confeccionen croquis a mano alzada y expliquen las maniobras de resucitación. Todavía hay que atar varios cabos.
¿Tuvieron tiempo de distribuirse los roles? Salvo en la indagatoria, el día posterior a la muerte de Báez Sosa, los imputados siempre se negaron a declarar. Con lo cual el plan para matar, un asesinato organizado, es una hipótesis que deberán comprobar los fiscales y los abogados de la familia de Fernando. Los tiempos, en principio, son reducidos. La pelea dentro del boliche fue a las 4.30, la salida del boliche fue registrada cerca de las 4.40 y a las 4.44 el domo municipal filma a los agentes de Infantería acercándose, cuando la agresión había terminado. De acuerdo a la investigación preliminar el ataque y la fuga fue entre las 4.41 y las 5. La recepcionista del hotel Inti Huasi declaró que vio pasar a los imputados entre las 4.50 y las 5. Así, la ventana de tiempo para distribuirse los roles habría sido mínima.
La misma imputación para todos. El delito es “homicidio agravado por alevosía y premeditación de dos o más personas”, por el que los agresores podrían recibir una condena a prisión perpetua. También los juzgan por “lesiones leves” de haber lastimado a los amigos de la víctima que al momento del ataque intentaron defenderlo. Esto es un cuestionamiento desde la defensa de los rugbiers, y un desafío para los fiscales y representantes de los Báez Sosa: determinar qué hizo cada uno de los acusados.
¿Qué hizo Blas Cinalli? Hasta ahora es el único imputado que no fue mencionado ni identificado por los testigos que presenciaron el hecho, salvo por Tatiana Cano, empleada en el bar lindero al boliche, que dijo mal el apellido y lo describió como rubio aunque es morocho. Las pericias que se hicieron durante la investigación preliminar, indicaron que el ADN de Cinalli coincide con las muestras encontradas en el dedo meñique de Fernando que, al intentar defenderse, lo lastimó. Es uno de los que fue a desayunar a Mc Donalds.
Máximo Thomsen, el más comprometido y el más mediatizado. Lo nombraron casi todos los testigos. El jefe de seguridad de Le Brique dijo que cuando decidió sacarlo del boliche tuvo que pedir ayuda porque el chico hacía tanta fuerza que no podía solo. Hay una pericia, contundente. La suela de su zapatilla coincide con una marca que quedó en la cara de Fernando. Pero aún no es posible afirmar que haya sido “la patada mortal”. La víctima tenía varias huellas en la cara pero el material no alcanzó para peritar si se trataba solo de esa zapatilla o de las zapatillas de otros. Además, la marca identificada corresponde al lado interno del talón y la defensa usará ese dato para poner en duda la fatalidad del golpe.
El auto gris. Entre las pruebas fílmicas, exhibieron un video hecho con un celular grabado desde la vereda de la disco, es decir, enfrente y calle de por medio al lugar donde estaba Fernando. La fiscalía, la querella y la defensa pidieron a los testigos que se ubiquen y ubiquen a los agresores. La dificultad es que el auto gris tapa la escena: algo sucede adelante -donde cae Fernando-, mientras algo sucede detrás -y no es posible verlo con claridad- mientras otra cosa pasa en la culata del coche. La mala calidad del video y la velocidad en la que sucede la acción hizo que los testimonios difirieran entre sí. Los croquis no coincidirían entre sí.
¿Es un crimen de odio? Antes de la elevación a juicio los motivos de odio fueron descartados como agravante. Pero esta semana los abogados que representan a los padres de la víctima hicieron hincapié en las frases que pronunciaron los agresores durante la golpiza. “Negro de mierda” y “me lo voy a llevar como trofeo” es la que se repitió durante la semana, sobre todo entre los amigos de Fernando, todos testigos presenciales. El INADI se pronunció en un comunicado: “Entendemos que aunque la carátula no contemple el homicidio agravado por el odio racial no debemos olvidar que al grito de 'es un negro de mierda, mátenlo', Fernando fue atacado por la espalda, a patadas y brutales (...) en un claro ataque racista”.
RCP y el tiempo que tardó la ambulancia. Según lo relatado, al menos tres personas le practicaron maniobras de reanimación a Báez Sosa hasta que llegaron los bomberos, que intentaron con un desfibrilador. El primero en asistirlo fue el suboficial de Infantería Maximiliano Rosso, de custodia en la zona. Hasta que apareció Virginia Pérez Antonelli, una turista de entonces 17 años que vio la escena y se acercó a asistir a Fernando con una técnica aprendida durante un curso que dio la Cruz Roja en su escuela. Pérez Antonelli declaró que se ofreció porque le pareció que Rosso “estaba siendo un poco bruto”. Luego, a ella la relevó Rosso y a Rosso, otro agente de Infantería. Después llegaron los Bomberos con un desfibrilador. Los testigos dijeron que la ambulancia tardó entre 25 y 40 minutos en llegar. Báez Sosa nunca reaccionó a pesar de los intentos de reanimación.
¿Por qué no había control policial al momento del ataque? Cinco agentes de Infantería del Cuerpo de Tandil eran la única custodia asignada en el marco del operativo Sol. Según declararon esta semana, esa madrugada tuvieron que dispersar entre tres y seis peleas entre chicos. Cuando atacaron a Fernando, el grupo estaba calmando a un joven que reclamaba, a piedrazos que le devolvieran una zapatilla del par que llevaba, que había quedado adentro de Le Brique. Y cuando regresaban a su puesto frente a la disco, encontraron a Baéz Sosa en el piso. Al mismo tiempo, parte del grupo tuvo que separarse para asistir a otro joven que estaba inconsciente en la esquina del boliche.
¿Cuánto influyeron los medios de comunicación y las redes sociales? Los testigos que declararon esta semana identificaron fácilmente a Máximo Thomsen, sobre todo por la ropa que llevaba y porque las imágenes de las cámaras de seguridad de boliche, nítidas, se viralizaron los días posteriores a la muerte de Báez Sosa. Hubo, además, una serie de escraches en redes sociales. Sebastián Saldaño, empleado en el kiosco frente al que sucedió la pelea dijo: “La famosa patada mortal”. Consultado por la defensa acerca de por qué se refería así, el kiosquero dijo que “de eso se habló en televisión”. Los testigos distinguen con facilidad a Matías Benicelli como “el de rodete”. En el conjunto de fotos difundidas por la prensa y viralizadas en redes, Benicelli se desmarca por el corte de pelo: es el único que lo lleva un poco largo mientras que el resto lo usa casi al ras.
¿Qué relación tenía el remero Pablo Ventura con los imputados? Cuando declaró, el martes, dijo que al único que conocía era a Máximo Thomsen y que al resto no, pero que sabía de ellos porque viven en su misma ciudad, Zárate. También contó al Tribunal que se había enterado de que uno de los Pertossi decía que era “un tonto”. Insistió en que no había relación previa. Una foto lo desmentiría. El Tribunal aceptó citar como testigo a su actual abogado, Marcelo Olmos, a pedido de la defensa.
¿Y la historia clínica de Fernando? No incorporaron la documentación que registra el estado de salud Báez Sosa al momento del ingreso al Hospital Municipal de Gesell. Los fiscales pidieron al Tribunal sumarla como prueba. La presidenta María Claudia Castro se negó: “No pudo ser un dato desconocido para el Ministerio Público Fiscal que Báez Sosa ingresó al hospital esa madrugada, es una omisión”.
Los objetivos de cada parte
Los fiscales Juan Manuel Dávila y Gustavo García buscan acreditar en el juicio que Máximo Thomsen, Ciro Pertossi, Enzo Comelli, Matías Benicelli y Blas Cinalli se pusieron de acuerdo para atacar por la espalda a Fernando Báez Sosa y golpearlo a trompadas y patadas hasta matarlo. Que Ayrton Viollaz, y los primos Lucas y Luciano Pertossi impidieron que los amigos de la víctima pudieran defenderlo. Y que huyeron cuando notaron que la víctima no reaccionaba. Aseguraron también que probarán que Fernando falleció de un paro cardíaco producto de una hemorragia en el cráneo.
Los abogados que representan a los padres de Báez Sosa van en la misma línea. En palabras de Fernando Burlado: “Vamos a demostrar que el asesinato de Fernando Báez Sosa fue una asalto por ambos flancos luego de esperar que el personal policial se retirara del lugar para facilitar más la tarea y garantizar la impunidad y matar sin ningún tipo de riesgo. Vamos a demostrar que los acusados tendieron un cerco humano para actuar sin riesgo y tener la certeza de que su presa no iba a poder eludirlos. Y que no podría recibir ayuda. Demostraremos que fue una ejecución y que los acusados no estuvieron dispuestos a detener la acción. Cada golpe tenía un destino y un fin: matarlo”.
Hugo Tomei, abogado defensor de los ocho imputados, pidió anular el juicio. Considera que, sospechosamente, la fiscal de Instrucción se tomó muy poco tiempo para tomar las indagatorias a sus defendidos, sin la compañía de la defensora oficial que les habían asignado. Como el Tribunal rechazó el pedido, Tomei volvió a la carga: cuestionó la imputación colectiva y apuntó que a sus defendidos les habían explicado en “lenguaje técnico” la imputación y era probable que no lo entendieran. El Tribunal también rechazó el argumento.
VDM/MG
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