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La otra pulseada del FdT: los ADN por la paternidad de la remontada bonaerense

Los Fernández, Massa, Kiicllof y Tolosa Paz en el acto de Merlo, cierre de campaña del FDT.

Pablo Ibáñez

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Pasó el fantasma de un segundo desastre electoral y se desvaneció el peculiar festejo de la derrota en el Complejo C. Con los datos casi cerrados, el Frente de Todos se entregó a un ejercicio perceptivo, de diagnóstico improbable, para definir qué le permitió remontar la elección en la provincia de Buenos Aires hasta lograr reducir de 360 mil a 110 mil la diferencia de votos que le sacó Juntos.

Así como Alberto Fernández se declaró, al ser orador único la noche del 12-S como el padre de la derrota, el frentetodismo se lanzó a disputar la paternidad de la recuperación electoral, una especie de prueba de ADN conceptual donde cada sector expuso los argumentos de por qué fue determinante en la mejora del resultado en la provincia. El desagregado, siempre subjetivo, de las razones de la recuperación presenta varias pistas: la apertura post pandemia, las medidas económicas, la movilización del PJ y la amenaza de una crisis institucional que, el domingo por la tarde, Mauricio Macri sintetizó en la frase de la “transición”.

La foto, la noche del domingo, mostró un número puntual: el FdT, se quedó con casi el 40% de los algo más de 1,5 millones de votos bonaerenses “nuevos”, bolsa que se compone de 736 mil votantes que no sufragaron en las primarias y unos 800 mil que votaron a partidos y frentes que no llegaron a la general, o en blanco. El FdT cosechó 580 mil votos más que en las PASO, casi el doble que lo que creció Juntos, que sumó 330 mil sufragios extra.

Propietarios

El domingo, en su discurso grabado, Alberto Fernández vindicó que se dispuso a escuchar y a tomar medida luego de esa escucha. Antoni Gutiérrez Rubí, el consultor catalán, fue uno de los gestores de ese proceso para “reconectar” al presidente “con la gente” e impulsó la campaña de cercanía. Fernández habló menos e hizo más, sobre todo en medidas de impacto económico. Jugó, además, toda su suerte a lo que ocurriese en el conurbano. Se ratifica ahí el repliegue hacia el AMBA, puntualmente el gran Buenos Aires como último reducto del PJ.

Fernández hizo, en los días previos, otros despliegues. Uno puntual: se reunió con Axel Kicillof, Sergio Massa, “Wado” De Pedro y candidatos de provincia y CABA en Olivos, una juntada que se planeó como posible antídoto a una crisis política si el domingo el resultado era peor que el de las PASO. Esa coreografía, al igual que la presencia de Cristina Kirchner en el acto en Merlo, fueron movimientos para generar la mayor inmunidad posible para enfrentar un eventual cataclismo electoral que, finalmente, no ocurrió.

Ese escenario escondía una trampa que nadie sabía evitar: las herramientas convencionales de la política para reaccionar ante una derrota, el Gobierno las utilizó luego de las PASO cuando hizo un cambio de gabinete -en Nación y en provincia-, lanzó una batería de medidas económicas, hizo gestos de autoridad y activó su maquinaría política-electoral. Si todo eso no servía ¿qué otra cosa podía hacer, más que profundizar la crisis doméstica?

De ahí, que el factor principal de la remontada bonaerense fue la necesidad imperiosa, de todos los actores del FdT, de construir una sobrevida, eso que quedó herido luego de las PASO y que recuperó, aunque nadie sabe por cuánto tiempo, con la derrota por 1,3 puntos en la provincia. “Festejamos que no nos mataron: ellos nos estaban velando y nosotros demostramos que estamos vivos”, apunta un funcionario bonaerense.

Apareció, ahí, un elemento vinculado: en la previa se instaló, desde la oposición y desde el análisis mediático, que una nueva derrota detonaría una crisis institucional. “Ese fantasma también nos pudo ayudar, como también jugó la idea de un posible regreso del macrismo”, interpretó un dirigente del PJ que, además, estimó que se consolidó el techo de Juntos que, aun en un panorama de crisis del Gobierno, no logró superar los 40 puntos.

De renuncias y aperturas

En el ADN de la remontada, el cristinismo se anota una cucarda: la avanzada de Cristina Kirchner con la renuncia de “Wado” De Pedro y otros funcionarios camporistas, detonó una serie de movimientos que Fernández tenía pautados para luego de las generales. “No importa qué, pero que haga algo”, fue, en esos días, la explicación de un entornista de la vice respecto a las razones de la atropellada que elevó a un nivel nunca visto la tensión dentro del FdT.

En esa variable, La Cámpora que comanda Máximo Kirchner, también se autoatribuyó un mérito: que en la general, más que en las PASO; la militancia jugó en la cercanía aunque la presencia, tanto de Cristina como de la agrupación en la campaña fue más bien reducida, casi inexistente. Mostró, sí, resultados puntuales: la elección que dio vuelva Mayra Mendoza en Quilmes, donde había perdido por 7 y ganó por 7, aparece en el punteo camporista como indicador de lo que cuando salió a defender la propia, lo hizo con buen resultado.

Pero lo de Mendoza no escapa a una regla casi general en los territorios, vinculada a la maquinaria que movió el PJ que hizo un “censo” informal de los que no fueron a votar, los visitaron, les preguntaron motivos, escucharon demandas y los incentivaron, según el semblanteo de si se trataba de un potencial voto propio o no, de que concurra el 14-N. Fue, según el detalle que cuentan los intendentes, una orfebrería muy fina, con selección específica de dónde mover y dónde no. Al margen de la migración de votos que en las PASO fueron a otro partido, hubo 800 mil nuevos votantes y el FdT sumó casi 600 mil votos.

Como en Quilmes, en San Martín, Gabriel Katopodis lo dio vuelta y Hurlingham Juan Zabaleta amplió la ventaja, lo mismo que Mariano Cascallares en Almirante Brown y Martín Insaurralde en Lomas. Otro donde se estiró la diferencia fue en Malvinas Argentinas y en Escobar. No hubo grandes cambios en otros territorios, como en La Matanza ni se pudo dar vuelta en distritos como Tigre o San Fernando. “Si la diferencia era la movilización ¿por qué no cambió el resultado en La Matanza?”, se preguntó un funcionario nacional que hace una lectura más lineal y atribuye el repunte casi exclusivamente a una medida: la cuasi eliminación de las restricciones por COVID-19.

Antes de las PASO, el diagnóstico oficial era que el votante valoraría el “cuidado” que dispuso el Gobierno ante la pandemia pero no fue así. “Los intendentes y los gobernadores pedían abrir más antes de las primarias pero Alberto, Cristina y Axel creían que no, que estaba el fantasma de la Delta y que la gente premiaría ese cuidado. Después se abrió todo y eso tuvo un efecto positivo en el ánimo, en el cambio de clima”, analizó una fuente oficial.

Victorias personales

Kicillof se anotó, además de la resurrección, una victoria personal al lograr un empate en el Senado bonaerense. Se lo impuso como una travesía propia, un desafío particular, y la llevó adelante a pesar que algunos le dijeron que no dilapide esfuerzos en el interior porque había pocos votos. Apostó a que se remonte en la Séptima Sección, donde finalmente entró Eduardo “Bali” Bucca y se mantuvo la cuenta en la Cuarta, además de subir unos puntos en la Primera, con lo que logró lo que busca: quedar 23 a 23. Ahora deberá desempatar la vice Verónica Magario.

En la cuenta del gobernador, la campaña de cercanía tuvo efecto a la vez que observó que los intendentes jugaron con más compromiso que en las PASO y, además, se sintió más la recuperación de la economía. Para Kicillof, cambió la tendencia y luego de seis años de crisis económica, se entra en un esquema de seis años de recuperación.

La cuestión del PJ territorial tiene otra lectura y está ligada a que en las PASO, sin competencia interna, hubo muchos sectores que no se esforzaron porque la elección no tenía “atractivos”. Lo muestra lo que ocurrió en Lanús, uno de los pocos distritos donde se autorizó una primaria y el FdT venció a Juntos.

Insaurralde, el jefe de Gabinete que entró por derrota de las PASO, también se mira a sí mismo como dueño de la remontada porque coordinó la campaña territorial, de cercanía con los intendentes, para facilitar el despliegue de la previa y del día de la elección. Insaurralde y Nardini entraron al gabinete de Kicillof luego de la crisis de las primarias, y operaron sobre el dispositivo territorial: no solo donde gobierna el PJ sino, también, donde es oposición. En ese movimiento, el dúo de alcaldes del PJ del conurbano pone en valor lo que expresa el territorio, la maquinaria peronista, eso que habitualmente se llama aparato.

La campaña de cercanía incluyó, además, a Victoria Tolosa Paz y Daniel Gollán. La primera diputada contó en Olivos, el sábado, que hizo más de 35 mil kilómetros en auto durante la campaña, que estuvo en línea permanente con los intendentes y que tuvo, además, teléfono abierto con Kicillof y con Insaurralde. De diálogo diario con Máximo Kirchner, la relación con el camporismo fue la más fría dentro del frentetodismo.

PI

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