Soy parte del mar implica un registro en primera persona de esas voces del periodismo del rock que estuvieron en el lugar indicado en el momento indicado. Charla relajada alrededor de las historias y las fantasías detrás de más de cinco décadas de discos y canciones, de shows y festivales, de vidas y milagros. Qué sea rock en clave periodística.
Daniel Ripoll, ni un Pelo de zonzo

“Pelo se puso al frente de la batalla cultural por imponer la idea de un movimiento de rock y fueron talibanes de eso; lo que no caía dentro de ‘la progresiva’ era realmente despreciado desde su histórica Página Negra. La sección servía tanto para defenestrar a los ‘complacientes’ como para dar un tirón de orejas a los progresivos que se estaban ‘vendiendo’”, leemos en un tramo del vasto ¿Ídolos o qué? Una historia de las revistas de rock en Argentina, libro que el mes próximo llega a las librerías vía Gourmet Musical, donde Alfonso “Ponchi” Fernández y Sebastián Benedetti rastrean y diseccionan las publicaciones a lo largo de casi seis décadas de rock en nuestro país.
Detrás del fenómeno de la Pelo, emerge la figura de Daniel Ripoll (Buenos Aires, 1946), su creador. El joven periodista que vio la luz al final del túnel e hizo del rock una marca periodística al frente de una revista que desde 1970 hasta 2001 –con última tapa en torno al Libro del Año, el número 508 de un extenso catálogo– acompañó las distintas vicisitudes y derivas de un género musical que llegó para quedarse.
En abril de 2024, el reconocido productor y escritor fue declarado Personalidad Destacada de la Cultura por iniciativa del diputado Roy Cortina. Es que Ripoll no solo fundó una editorial como Magendra –en la que surgieron revistas como Toco & Canto, Generación X, Metal, Leyendas, Mad y Metrópolis–, sino que también organizó un festival como el B.A. Rock, piedra angular de la popularización del emergente rock argentino de los inicios en la década de 1970.
Además, hace nueve años, gracias al trabajo de digitalización que afrontó la Universidad de Quilmes, miles de usuarios, periodistas e investigadores pueden acceder al archivo de la Pelo. De estas pequeñas grandes gestas conversaremos vía Zoom una tarde de otoño.
- A fines de 1969 te echan de Pinap y como respuesta creás una revista superadora. ¿Cómo diste con esa idea?
- Pinap era una revista para los jóvenes hecha por una señora mayor (N del R: Nora Smolensky de Bigongiardi) y que no entendía ni el rock ni lo que se venía como rock; en cambio, con mis veintitrés años, yo sí lo comprendía. Es más, me encargué de derivar el material con tintes del pop y del beat al rock. Además, yo tenía olfato: había estudiado periodismo, entendía de qué se trataba la cosa. La Pinap la había hecho yo, pero la hubiera ido cambiando –como de hecho lo fui haciendo– si hubiese sido absolutamente mía. Ahora bien, esta mujer vio que se le escapaba la tortuga –digo esta mujer con la mejor de las intenciones– porque al haber hecho el festival Pinap(N del R: noviembre de 1969)–, ella tenía un proyecto y yo otro. Y al encontrarse con pelos largos en el público, ella pensó que le iban a espantar la publicidad de marketing institucional. Tuvimos una conversación, pero yo no estaba de acuerdo en seguir: tenía en mí la semilla de independizarme y acepté rápidamente que me echaran. Así que con dos o tres que me acompañaban en la redacción, me tiré a la pileta porque no tenía oficina, no tenía nada.
- ¿Y cómo arrancaron?
- Mi viejo tenía una mueblería y me prestó un sótano. Ahí empezamos. Y salimos a los kioscos cuarenta días más tarde. En noviembre de 1969 hago el festival Pinap. En diciembre ocurre el conato de golpe de Estado. Y el 4 de febrero sale la revista.
- ¿Vos tenías vínculos con los músicos de esa camada pionera?
- Yo los conocía a todos. Y creo que fui el primero que le hice una entrevista a cada uno de ellos. En este punto, el otro día Litto Nebbia me dice que el primer reportaje se lo hice yo. Y Rodolfo García me dijo en su momento: “Vos fuiste la primera persona que puso en letras de molde la palabra almendra”. Y me lo demostró con un recorte de esa revista. Él era muy cuidadoso con todo, era el archivero de Almendra.
- La memoria viva.
- Exacto. Yo era parte de la levadura. Los conocía a todos los músicos. Estaba al tanto de sus aspiraciones y conspirábamos juntos, vamos a decirlo de algún modo, porque había adversarios. Uno era la industria discográfica y el otro los militares, el gobierno, el statu quo. Eran los que estaban en la vereda de enfrente pero que nos servían para no mirarnos en ese espejo.
- Las revistas de rock de Argentina nacieron al mismo tiempo que las bandas de acá. ¿Cómo fue esa sinergia?
- Con el tiempo me di cuenta de que es muy probable que el rock argentino sostuviera el camino, la historia y el registro que posee, porque tuvo algo que otros movimientos musicales en el mundo no: el rock de acá tenía un medio de comunicación, una especie de canal donde entraban y salían las informaciones; y en el que no solamente el público se informaba, sino también en el que los músicos se empapaban de lo que pasaba en el exterior. Entonces, lógicamente, al tener un medio, un canal por el cual fluye la información y el pensamiento, en esa estructura, en esa espina dorsal, el movimiento de rock se va formando a sí mismo. Es decir, Almendra veía lo que decía Manal, Manal veía lo que decía Vox Dei, Vox Dei veía lo que decía The Who en Inglaterra.
Era toda una retroalimentación que tenía un punto de encuentro en nuestra revista cada treinta días. Siempre. Ahora a la distancia puedo comprender que ese es el papel que tuvo la Pelo. Aunque es bueno aclararlo: yo era un profesional, era periodista. Antes de Pelo, había trabajado en otras revistas, en diarios. Porque empecé a hacerlo desde muy joven. Casi todas las revistas que me antecedieron o que me sucedieron, eran de gente amateur que les gustaba el rock. En cambio, a mí lo que me gustó siempre en mi vida fue el periodismo y la edición. Y si iba a hacer periodismo de rock, debía hacerlo profesionalmente. Por eso nos propusimos salir cada treinta días, las notas debían estar bien escritas; en fin, todo un concepto profesional del trabajo puesto al servicio del rock.
- A la distancia, ¿qué ves en todo este engranaje?
- Visto desde hoy en día, eso me dio una dimensión periodística que convirtió a Pelo en lo que en el mundo se llama revista de registro. Una revista de registro que pudo haber sido en Argentina Primera Plana, en Estados Unidos Time, en Francia Le Point; una publicación que releva todo lo que ocurrido durante la semana o cada treinta días, según la frecuencia con que saliese. En el caso de Pelo: recitales, formaciones y separaciones de grupos, giras, crítica de discos. Entonces, vos ahí tenías un compendio de todo lo que había ocurrido a lo largo del mes.
- Casi diez años atrás –el 4 de julio de 2016– se presentaba la digitalización de la Pelo por la Universidad de Quilmes. ¿Qué significó ese hecho para vos?
- Al ponerla gratis para todo el mundo en la red, empezaron a surgir una cantidad de libros que se documentaron invariablemente en la revista Pelo. Algunos investigadores tienen la nobleza de decirlo, pero la mayoría no lo hace. Esa es mi canción de Atahualpa Yupanqui…
- ¿Cómo es eso?
- Es esa canción que la gente canta pero no sabe quién la compuso. Bueno, que no me nombren, no importa. Pero yo sé que estoy detrás de cada número de esa revista y que ahora está todo documentado digitalmente. Es un archivo histórico. Y esa es una riqueza que tiene el rock argentino con relación al significado de lo que es una publicación.
- La bajada de la primera Pelo era “100% rockera”. ¿En qué número de lectores estaban pensando? ¿Había tantos lectores rockeros? ¿O hubo que crearlos?
- Verlo desde ahora es más fácil que hacerlo en su momento. Ha pasado toda una vida. Yo soy otro, tengo otras riquezas y otras fallas…
- Suena muy rimbaudiano ese “yo soy otro”.
- (Risas) El empuje de ese momento me hacía estar con las antenas prendidas todo el tiempo y captar qué estaba ocurriendo, por dónde ir. Además, yo vivía el rock no solamente desde detrás del escritorio, sino que también en la escena. Fundé el festival BA Rock un poco por la necesidad de existir. Tanto el rock como la Pelo como medio de comunicación eran negados por el establishment. En principio, el rock era combatido por las productoras y por las discográficas. Y obviamente por la policía, por los padres, por los teatros y por la opinión pública en general. Es que el rock no tenía cabida en ningún lado, algo que en cierto punto benefició a Pelo. El nombre fue muy importante: era ridículo e irritante para quienes no eran del ambiente.
- Totalmente.
- Pero el que estaba en el ambiente sabía de lo que estábamos hablando. Fue como un código. Cualquiera fuera mi público, yo quería que fuera independiente y libre; y estas palabras no las digo rocambolescamente, no, las digo de verdad. Yo no quería que el padre le comprara revista al chico. Es más, yo quería que el padre, un hombre de otra generación, un tipo de saco y corbata determinara que no le gustaba que su hijo leyera nuestra revista. Es que cuando más prohibida estaba, vos más la querías. Cuanto más el rock era prohibido, más los chicos querían escucharlo. ¿Por qué? ¿Porque no lo puedo escuchar en la radio? ¿Porque lo persiguen? ¿Porque no le dan los teatros? ¿Porque tengo que ir a las diez de la mañana o en un horario de trasnoche? ¿Por qué? ¿Qué tenemos de raro? Pero esa rareza es lo que lo hacía singular a la juventud. Y al sentirte singular, estabas en contra del establishment.
No nos olvidemos que los regidores de ese establishment eran los milicos que estuvieron en los momentos del nacimiento del rock y sus primeros quince años. ¿Y qué pibe estaba a favor de los milicos? Ninguno. ¿A favor de la opresión? Nadie. Esa cofradía gigante, a través de la oportunidad de la revista, dejó de ser casta y se convirtió en popular.
- ¿Por qué casta?
- La sociedad porteña de entonces era pacata. Del mismo modo ocurría con todo lo que estaba alrededor de la modernidad del Instituto Di Tella, la corriente existencialista que se expresaba en el Bar Moderno, en el teatro Payró, en el Café La Paz. Estos lugares formaban como un círculo de narcisos intelectuales que se veían a sí mismo como diferentes. Y el rock estaba dentro de ese círculo. No nos olvidemos que el rock nació en Barrio Norte, con chicos de clase media por lo general tirando a alta; chicos que no tenían que ir a laburar a la fábrica, que habían hecho el secundario en colegios privados o en el Nacional de Buenos Aires. No cualquiera iba a Plaza Francia, y menos si vivías en Ramos Mejía o en Quilmes. Era todo elitista, medio casta. Inclusive cuando yo hago el festival Pinap, era un público muy concheto.
- Es fuerte esto que decís.
- Lo sabemos, todas estas novedades comienzan por arriba. ¿Por qué? Porque vos para estar ilustrado en lo que era el rock, supongamos discos de los Beatles o de Fleetwood Mac, debías tener plata para comprarlos y mucho más para los importados. Cuando saqué la Pelo, necesitaba que el rock fuera popular. ¿Por qué? Porque yo no tenía soportes económicos. A la editorial la hice con quinientos dólares. Por eso precisaba vender ejemplares, sí o sí. Si no, no iba a funcionar. Yo conocía la necesidad de los músicos y contaba con ellos, con su aliento; conversábamos siempre. La redacción de Pelo fue un punto de encuentro con los veinte primeros músicos del rock. ¿Por qué? Porque yo tenía revistas internacionales, ahí sabíamos todo lo que sucedía, lo que no ocurría. Si había un tipo en la radio que te pasaba un tema… Todo se concentraba ahí porque la redacción era –nunca mejor dicho– el medio de la información. Hay un famoso póster de Manal y Almendra juntos. Es una foto que sacamos en la plaza Roma que estaba frente a la redacción –en Tucumán 141, el diario La Nación estaba en la otra cuadra–, en el monumento al poeta italiano revolucionario Giuseppe Mazzini. Esa imagen es la primera y única vez que posaron juntos.
- ¿Qué representó el festival B.A. Rock en esa época?
- Yo conocía la esencia de lo que quería el músico, ellos lo que yo buscaba, porque necesitaba que la revista sacara musculatura. El festival lo hicimos en el Velódromo, en los bosques de Palermo (N de R: el primero se realizó en noviembre de 1970). Te puedo asegurar que la gente que bajaba del tren, que llegaba en grupos, nunca había ido al centro. Ni al Velódromo ni a Palermo. Porque a cada una de las ediciones del B.A. Rock vino el suburbio. Así el rock se descastó y se hizo popular. Comenzó a abrirse. Los tres primeros festivales fueron muy importantes para romper el cerco de la General Paz. Y el peor de los cercos: el del Barrio Norte. Me voy a corregir. No es que el rock saltó el cerco, es el público el que lo hizo. Me parece que está muy bien que hablemos de los héroes del rock, de los patricios del rock, de nuestros grandes prohombres de la música, pero nos olvidamos de un pequeño gran detalle que hizo al rock: el público. El público determinó lo que es el rock nacional. Por eso en otros países sin ese público no ocurrió algo similar. El músico siempre sabe, él está en el fato. Pero el argentino –a diferencia de otros– era un público no mecánico y no estaba manipulado, y eso se debe a la educación pública en nuestro país. Creo que el rock tuvo un público educado que supo captar el mensaje.
- ¿En qué residió el cambio?
- Hasta ese momento, en las grandes situaciones de encuentro, la gente iba a bailar. Pero el público de rock dijo: “No, yo me voy a sentar para escucharte. Y vos me vas a tocar a mí para que yo aprecie”. Así comenzaron los conciertos. ¡Mira qué nombre pretencioso! Se llamaba conciertos de rock. Entonces, el público se sentó –pibes de dieciocho o veintiún años– para escuchar música. Algo inédito en la Argentina.
- ¿Qué artimaña encontraste para dar con un lector fiel?
- Yo no hice periodismo promocional. Le hice trinchera a la industria discográfica y no me pudieron comprar una puta nota como estaban acostumbrados. ¿Cómo lo hacían? Te invitaban a comer, te llevaban de viaje, como lo hacen los laboratorios con los médicos. Mi objetivo era otro: el lector. Entonces, yo hacía un producto que tuviera que ver con la gente y donde la importancia no fuera si sacábamos una tapa de los Kinks o Led Zeppellin. Por supuesto, fuimos aprendiendo. Tampoco éramos unos iluminados.
- ¿Te quedó alguna tapa pendiente?
- No, no recuerdo. Pero la escuché una vez en televisión a Sandra Mihanovich decir que ella tuvo una deuda en su vida: no haber salido en la tapa de Pelo. (Risas)
- ¿Y ella era rock para ustedes?
- No. Para mí había que tener, no digo una pureza de sangre, pero no había que mezclar los públicos. Si algo no queríamos era confundir al lector. “Hay mucha buena música, flaco, comprala en otra revista. La mía es esto”, así pensábamos. Aunque yo le hecho notas a Astor Piazzolla, a Mercedes Sosa, al Gato Barbieri, a Rodolfo Mederos. Después aprendimos que el concepto no era solamente rock de raza, sino también la música con contenido. El valor era la música de calidad. Creo que el rock tiene que abrirse como lo ha hecho y que nada es para siempre. Si el rock fuera a ser eterno, estamos listos; no sirvió para nada.
- Una de las particularidades en Pelo es que las notas no iban firmadas. ¿Cuál era el motivo?
- (Risas) Sí, me lo preguntan mucho. La firma es un fenómeno de la modernidad. Revistas como Primera Plana tampoco la tenían, excepto los columnistas. La firma no era un concepto periodístico en ese momento. No la utilizaba ni La Razón ni Clarín. Pero después fue evolucionando y con Página/12 hubo cada vez más articulistas. Ahí fue cambiando.
- ¿Cómo es eso que la revista Pelo es la más robada de la Biblioteca Nacional?
- Literal. Es así. Es la más robada de todos lados. Es que a la gente le gusta tanto que se arriesga a cometer un delito, esa es la verdadera virtud que tiene. (Risas) Para mí es realmente virtuoso que la gente quiera robarla. Algo similar le digo a los músicos: “Cuando a vos te quieren vender un disco pirata, ¡alegrate! Eso quiere decir que a la gente le gusta tu música”. Pero un día tuve que decirle a la gente de la Biblioteca Nacional que no contaba con más ejemplares. Y gracias a comentarle esto al decano de la Universidad de Quilmes, ellos la digitalizaron.
Nuestro próximo invitado será Rodrigo Piedra
Sobre este blog
Soy parte del mar implica un registro en primera persona de esas voces del periodismo del rock que estuvieron en el lugar indicado en el momento indicado. Charla relajada alrededor de las historias y las fantasías detrás de más de cinco décadas de discos y canciones, de shows y festivales, de vidas y milagros. Qué sea rock en clave periodística.
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