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Entrevista con Horacio Tarcus

El legado de Beatriz Sarlo: cómo se conservan sus papeles personales y los cuatro mil libros de su biblioteca

Más de cuatro mil libros, cartas, apuntes y fotografías de Beatriz Sarlo quedaron al cuidado del CeDinCi.

Agustina Larrea

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“Tarcus, yo no tengo un gran archivo, yo no soy papelera, no soy de juntar papeles. Yo no guardo”. Con esas palabras, entre la honestidad y ese sello de discreción que la caracterizaba, Beatriz Sarlo insistía ante Horacio Tarcus, director del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDinCi) en que no se hiciera muchas ilusiones con sus papeles personales. Tampoco con sus libros. La charla tuvo lugar en mayo de 2024, cuando en la sede principal de esa institución, ubicada en el centro porteño, se presentó el libro Punto de vista, de Sofía Mercader, sobre la historia de la célebre revista que Sarlo fundó en 1978 junto a Carlos Altamirano y Ricardo Piglia. Sarlo, presente en ese encuentro, prefirió quedarse sentada entre el público y hablar luego con algunos de los que se acercaron hasta el lugar. Meses después, la salud de la intelectual sufrió un deterioro, que la llevó a estar internada por un tiempo. Fue en esos días en los que, trabajando en los últimos detalles de No entender (Siglo XXI, 2025), el libro con sus memorias publicado póstumamente, la conversación sobre el futuro de su archivo y sobre su biblioteca volvió. Sin dudar, la autora de Una modernidad periférica señaló a sus amigos más cercanos: “Que vaya todo para el CeDinCi”.

Beatriz Sarlo, una lectora audaz, entre la literatura y la política, murió en Buenos Aires en diciembre de 2024.

A finales de 2024, luego de la muerte de la ensayista, la lectora incandescente de la escena cultural y política de la Argentina, esos mismos amigos, entre quienes se encuentran Adriana Amante, Adrián Gorelik, David Oubiña, Sylvia Saítta, Ada Solari, Eduardo Stupía y Hugo Vezzetti, se encargaron de cumplir su voluntad. Tanto aquel archivo que para Sarlo no era muy grande, como los más de cuatro mil libros que tenía en su oficina de la calle Talcahuano, empezaron a ser catalogados y luego enviados para que quedaran al resguardo de la institución que se dedica a la recuperación, preservación, conservación y difusión de diversas producciones políticas y culturales.

“Nos honra que el CeDinCi haya sido el lugar escogido por la propia Beatriz Sarlo, en primer lugar. Y, segundo lugar, porque de algún modo la totalidad de la comunidad intelectual aprobó la decisión, que luego se motorizó y se pudo concretar con sus amigos del círculo más íntimo”, cuenta Tarcus en su oficina del CeDinCi ante elDiarioAR. Él mismo, doctor en Historia y especialista en historia del libro, archivos y patrimonio cultural, se está encargando por estos días de ubicar los libros de la ensayista, tal como ella los tenía en su biblioteca, en un espacio especialmente preparado por la institución.

El historiador Horacio Tarcus es el fundador del CeDinCi y uno de los mayores expertos en archivos y patrimonio cultural del país.

La tarea, con los más de cuatro mil ejemplares que conservaba Sarlo en su espacio de trabajo, no resulta sencilla, entre la falta de recursos –buena parte de los estantes fueron adquiridos por los amigos de Sarlo– y los recortes generalizados para la cultura en los últimos tiempos. “Además de una honra, esta tarea también es una responsabilidad grande porque implica gestionar los recursos para trasladarla, ordenarla, alojarla en en mobiliario adecuado, catalogarla y el el futuro poder abrirla a la consulta”, cuenta Tarcus y agrega: “Esto va a requerir de tener personal disponible para recibir a los investigadores, a los que quieran consultar tanto los libros como los papeles, porque ya hay mucha gente que nos está pidiendo venir a ver físicamente todo esto”.

Sobre la biblioteca, Tarcus afirma que se trata de “una biblioteca en construcción”. “Estamos en proceso de catalogación. Todavía estamos gestionando los recursos en una situación global y sobre todo con una situación nacional donde la cultura está viviendo una gravísima devastación. Todo esto ocurre en un contexto, además, en el que el libro es un bien desvalorizado y la biblioteca, como conjunto, ha perdido su aura. Me refiero al aura que tenía para las familias o los intelectuales del siglo XX, aquel aura de prestigio. Si a esto le agregamos la lógica productivista que está imperando en la educación, en la investigación, en la cultura, en la salud, esta idea de que todo lo que no es rentable para el capital tiene que tiene que cesar, entonces se abre la pregunta más general sobre cuál es el destino de las bibliotecas”, afirma.

Cuatro mil libros

Los libros que se destacan en los estantes, dispuestos a lo largo de un pasillo largo del CeDinCi, son mayoritariamente libros de autores y autoras argentinos. También hay, como era de esperarse, muchas publicaciones de crítica literaria. Sin embargo, al recorrer con la mirada los ejemplares, se puede observar cierta austeridad en la selección de Sarlo.

“La biblioteca de Beatriz es la biblioteca de una persona que vivió con intensidad la segunda mitad del siglo XX y el principio del siglo XXI y que compró libros contemporáneos a su propia vida. Sin embargo, no es la biblioteca del bibliófilo clásico ni la biblioteca del coleccionista ni mucho menos la biblioteca del bibliómano. Viendo lo que decidió conservar, uno intuye a alguien que tiene muy claro qué quiere hacer con los libros, alguien que no pierde tiempo en buscar en librerías de viejo o en pagar fortunas por una edición antigua”, apunta Tarcus y agrega: “Cuando necesitaba una edición antigua iba al Instituto de Literatura Argentina o Latinoamericana, si la dejaban fotocopiar, fotocopiaba. Entre sus papeles, de hecho, hay una cantidad acotada, pero una cantidad al fin, de fotocopias de primeras ediciones de Borges, por ejemplo. Esto es interesante porque permite observar que ella no tiene el menor atisbo de bibliofilia”. 

El experto destaca el buen estado en que se encuentran los ejemplares, que se pueden observar con anotaciones prolijas o subrayados, pero en buen estado. “Acá tenemos parte de la biblioteca de David Viñas. David tomaba el libro a 360 grados y lo marcaba con marcador y sacaba papeles. Lo hemos visto hacer eso en la librería Gandhi, en Los Galgos o en Clásica y Moderna. Beatriz, en cambio, era cuidadosa con los libros. Pero para ella eran instrumentos de trabajo. Tenía claro cuáles eran los que necesitaba tener a mano, los que tenían que estar disponibles para preparar una clase, para llevar adelante una investigación. Incluso hay entre sus papeles testimonios de préstamos, de libros que van y que vienen sin problemas. No hay en ella una actitud de retener”, cuenta Tarcus.

Antes de morir, Sarlo había dejado ordenada su correspondencia.

Sobre los autores y autoras de los que la intelectual conservó su obra completa, el experto asegura que hay “unos diez o quince títulos” de los que ella consideraba centrales. 

“Son los autores que ella trabajó, como Walter Benjamin, Roland Barthes, Jorge Luis Borges o Juan José Saer”, enumera Tarcurs y apunta: “En muchos casos están todos sus libros y también la obra crítica sobre esos autores. Después, de otros pensadores clásicos y contemporáneos, prefirió tener dos o tres libros. Es encomiable esa capacidad de selección. Trabajando personalmente con su biblioteca, diría que Beatriz eligió muy racionalmente, muy estratégicamente qué 4000 libros quería leer y leer bien. Libros que le ayudaran a pensar y armarse una composición del pensamiento contemporáneo. Por supuesto, que es una biblioteca muy completa sobre literatura argentina y mirándola en su composición, por la edad de los libros y su fecha de edición, se puede ver con claridad su pasaje de especialista en la literatura del siglo XIX a la especialista en literatura del siglo XX”.

Entre los libros de la biblioteca de Beatriz Sarlo, se destacan varios ejemplares de la obra de Juan José Saer.

Papeles personales

En otra zona del CeDinCi, donde se las puede observar dispuestas con prolijidad, hay una docena de cajas con los papeles personales de Sarlo, libretas con apuntes, fotografías, recortes de textos periodísticos, cartas que recibió. Como con los libros, resalta la austeridad.

“Diría que es un típico archivo de escritor o escritora del siglo XX y más allá del siglo XX. Porque, ¿qué es lo que suele hacer un escritor, un investigador, un profesor? En principio guarda los originales de los artículos que escribió a veces en primera, en segunda, en tercera versión. Después guarda los originales publicados, uno o dos ejemplares de cada uno de sus libros. Y también guarda las reseñas de sus libros, las entrevistas, la correspondencia, las fotografías”, describe Tarcus.

En el caso de la intelectual argentina, el material está ordenado de acuerdo a las necesidades de cada momento: “En archivística nosotros las llamamos ‘series’. En Beatriz está la serie de apuntes para dar clases, las cajas de archivo de un tema puntual que trabajó para un libro o para algún artículo, los cuadernos de notas y la correspondencia”.

Entre los materiales de su archivo, los especialistas encontraron numerosas libretas donde Sarlo hacía pequeños apuntes con ideas, frases que escuchaba y hasta sueños.

Sobre las cartas, al abrir el material a los archivistas les llamó la atención que Sarlo se había dedicado a ordenarlas por fechas en carpetas prolijas y que había apartado las que intercambió con el escritor Juan José Saer: “Es difícil saber hoy por qué tomó esa decisión. Quizá estaba pensando en hacer algo con esas cartas. Lo que sí sorprende es lo ordenado que tenía este material, al que le puso un sello, le puso un orden”.

Otro material que sorprende son una serie de pequeñas libretas donde Sarlo hacía anotaciones muy breves. “Son interesantes porque Beatriz tomaba nota de ideas, pequeños apuntes de temas a desarrollar, frases que se le ocurrían, leía o escuchaba. Y también anotaba sueños, porque como es sabido, ella que se analizaba”, dice Tarcus y agrega: “También están las agendas, esas anuales donde uno anota las citas. Yo estimo que pueden ser útiles para un futuro biógrafo o biógrafa”.

Parte de la correspondencia de Beatriz Sarlo con el escritor Sergio Chejfec en la década de los '90.

Sobre el método de trabajo, el titular del CeDinCi asegura que la prioridad es “respetar la integralidad y lo que se suele llamar el orden originario”. “Nosotros no le damos un ordenamiento distinto al material. Ahora estamos pasando cada uno de estos papeles a unas cajas que se llaman ‘cajas libres de ácido’, que están hechas con un material que demora la oxidación del papel. Son cajas muy caras, pero permiten que el papel dure, que se preserve flexible y oxigenado un tiempo. La idea en algún momento es conseguir los recursos para que todo esto se digitalice y se pueda subir sistematizado a la web, que es algo que están haciendo cada vez más archivos del mundo”, detalla.

Desde la institución aclaran que, como siguen trabajando en la catalogación del material, todavía no hay una fecha concreta para que los investigadores que quieran hacerlo puedan tomar contacto con los libros y el archivo de Sarlo. El problema central es la falta de recursos económicos. 

“Al CeDinCI le cortaron absolutamente todo subsidio, aunque de por sí era muy chiquito lo que se recibía. Teníamos uno mínimo del Ministerio de Ciencia y Tecnología que permitía pagar una partecita de la luz de este espacio. Apenas asume Milei, nos borraron automáticamente de ese subsidio”, concluye Tarcus.

AL/MG

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