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Entrevista

Facundo Bagnis: “La exigencia en el tenis es antinatural”

El santafesino Facundo Bagnis disfruta, a sus 31 años, la mejor temporada de su carrera

Andrés Burgo

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El documental Punto de quiebre, que detalla los ataques de pánico que derrumbaron la carrera del tenista estadounidense Mardy Fish, es otra confesión de los problemas de salud mental que someten a los deportistas, una continuación de los “demonios en la cabeza” asumidos por su colega Naomi Osaka y la gimnasta Simone Biles durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Si el testimonio en primera persona del ex número 7 del mundo cautiva e incomoda incluso a quienes no son fanáticos del tenis, la producción de Netflix -dentro de una serie titulada “Al descubierto”- fue percibida como “súper real” dentro del ambiente. Así, al menos, lo califica uno de los argentinos mejor posicionados y de mirada más sensible del circuito, Facundo Bagnis.

“No me llamó la atención lo que cuenta porque hay muchos casos de tenistas que sufren diferentes complicaciones, algún que otro caso de presión, ansiedad, ataques de pánico. Y no sólo tenis, también en otros deportes. Está bueno que salga a la luz, es súper real”, dice el santafesino que disfruta, a sus 31 años, la mejor temporada de su carrera, 67º en el ranking mundial (el cuarto mejor argentino), 56º en la carrera de campeones de 2021 (el tercer mejor compatriota) y de reciente acceso a la tercera ronda del Abierto de Estados Unidos (uno de los tres argentinos que llegaron a esa instancia en los Grand Slam de 2021). De la misma generación que Diego Schwartzman, Federico Delbonis, Federico Coria y Guido Pella -los otros argentinos del Top 100, todos entre 29 y 31 años-, Bagnis aprovechó la pandemia para estudiar management deportivo y tiene una escuela de tenis adaptado en Armstrong, su pueblo. “Es para chicos con discapacidades intelectuales, que no pueden practicarlo con el mismo reglamento que nosotros. Se juega con una pelota sin presión, es muy recreativo”, dice una de las voces más pensantes, pero menos conocidas, del circuito.

-Fish dejó de jugar a los 32 años cuando no pudo lidiar con un trastorno de ansiedad, un caso individual dentro de un problema general, la enorme presión que sufren los deportistas. ¿Cuál es el aporte de Punto de quiebre?

-Está bueno que salga a la luz. Yo no tuve ataques de ansiedad pero igual me sentí identificado con algunas partes del documental, como cuando (Fish) se describe como una máquina de pensar, pensar y pensar. Mi cabeza no es la que se deja fluir y ejecutar. Pienso muchísimo: en cinco segundos de un partido soy capaz de pensar como si hubiera vivido un par de días. Y qué pasará si gano este punto, y este partido, y qué van a decir, y a dónde voy después de este torneo. Y de repente te creaste una historia, un cuento, en tres segundos. Todo eso en pleno partido.

-¿Cómo se conserva así la energía?

-En medio de algunos partidos, yo sentí una especie de vacío de energía. No física, sino mental, y es lógico ese cansancio. Estás haciendo algo que repetís durante años, todos los días, en entrenamientos y en competencias, y te exige algo que es antinatural. Dormir o comer no te cuesta, pero cuando tenés que entrar en el punto de exigirte al mango durante todos los días llega un punto que, si no tenés bien claros los descansos, te puede pasar factura de algún lado.

-¿Qué pasó en esos partidos en que te sentiste vacío?

-Me quedaba sin resto energético mental. Esa sensación es horrible. En 2015 me tocó jugar la qualy del Abierto de Buenos Aires. Gané los tres partidos, jugué muy bien, y también gané la primera ronda del cuadro principal (ante el italiano Marco Cecchinato, luego semifinalista de Roland Garros). Llevaba cuatro partidos en el lomo. Y a eso sumale que jugar en Argentina no es lo mismo que en otros partidos, donde no te conoce nadie. A mí me encanta que los míos, mi familia y mis amigos, me vengan a ver jugar. El problema es si te pasás del otro lado.

-¿Entonces llega el bloqueo?

-Jugué esos cuatro partidos, con la exigencia que me provocó, y llegó un momento en que me quedé seco, sin fuerza mental. Y con la paridad que tiene el circuito, en ese momento no sale nada. No hay fuerzas para pensar, para ejecutar el plan ni la técnica. Sólo querés que se termine rápido, que erre el otro, que aciertes vos, pero que termine rápido. Y el otro no solo no erra sino que se agranda e intuye que el de enfrente la tiene muy cuesta arriba.

-¿Cómo te fue?

-Perdí 6-1 y 6-1. Y era un rival que en los papeles no era un mal partido (el esloveno Blaz Rola, en rigor el resultado fue 6-2 y 6-1). Nadie entendía nada. Lo primero que dije fue que me sentía vacío, que no tenía más energía. Mis amigos me cargaban que había dicho lo mismo que Riquelme cuando se retiró de la selección.

-¿Te siguen pasando esas películas de dos vidas en medio de cinco segundos?

-Ya me pasa menos. Soy pensativo, metódico, estructurado. Y no soy de crear, dejar que suceda, que me lleve el juego. Me gusta tener las cosas bajo control. Por eso trato de tener herramientas que no le den espacio a la cabeza para pensar cosas que no tienen nada que ver con el partido: respirar, mirar un punto fijo, concentrarme en indicaciones tácticas o técnicas. Si pienso ‘si gano este punto, y después gano este partido, y llego a octavos, y avanzo 20 puestos, y termino 50 en el ranking, y qué van a decir de mí’ es una catarata que nunca para, que no tiene fin. Y toda esa ilusión y ese pensamiento es intangible. Lo único que hay que hacer es jugar el punto que tenés por delante. Y el siguiente. Y el siguiente. Nada de lo que la cabeza ilusione o perjudique.

-¿Y esa fantasía triunfal no te pasa también en negativo?

-No. A lo sumo cuando me toca ir perdiendo contra un rival que no debería, y vienen a verte colegas de afuera, y pensás que estarán diciendo, ‘¿cómo que Bagnis está perdiendo?’. Pero no llega al mismo puerto que esa ilusión de ganar. El silencio es bueno. El hecho de que hoy pueda relatar este tema me lo permite la experiencia y la edad. Hoy llega un torneo y no miro el cuadro. Tampoco las noticias, el ranking ni cómo voy a quedar. Eso genera ansiedad, va por el aire. Lo importante es jugar el punto.

-Participaste en los Juegos Olímpicos en los que Biles y Osaka hablaron de sus confusiones.

-Uno no tiene idea de lo que puede estar pasando por su cabeza pero se imagina la presión. Si hacen una rutina mala, si no cumplen las expectativas de todo el mundo. Los deportistas tratamos de encontrar esos métodos, esas herramientas, que por suerte aparecen cada vez más. Antes era impensado ir al psicólogo o hacer rutinas de yoga o mindfulness (conciencia plena). Antes se jugaba, se ganaba o se perdía, y cada uno iba a su casa. Ahora se profesionalizó más, se fue complejizando a la excelencia. Todos los deportes se van sumando, hasta el fútbol. Desde 2018 sumamos a nuestro grupo de trabajo a un psicólogo, Andrés Bofelli.

-En 2016 llegaste a tu mejor ranking, 55º, pero entonces empezaste un bajón que terminó en 2021, con tu primera final ATP, triunfos en Roland Garros y el Abierto de Estados Unidos y regreso al top 100. ¿Cómo hiciste para no desesperarte en el medio, donde por ejemplo tuviste que jugar interclubes?

-Al principio, cuando uno se cae del 55 y se va del top 100, que es el objetivo de la mayoría, empezás a excavar qué habías hecho para llegar al puesto 55, pero ese fue uno de los principales errores que cometí. Estuve atado años a eso que ya había pasado. Hay que enfocarse en el punto que sigue, en el entrenamiento que sigue, en el descanso que sigue. Cuando empecé a darle todas las fuerzas al presente, cambié. Me costó aprendizaje. Hay que saber forjar los cimientos. Ese ir bien se disfruta más. En 2016 era querer más, más y más. Y si retrocedía un poquito, me ponía mal. Y si bajaba del puesto 55 al 56, era un escándalo. Hoy lo tomo natural. Entiendo el circuito. Tengo una maduración a los 31 que no tenía a los 25.

-Hace poco dijiste que del tenis sólo viven los 100 primeros del circuito. ¿Qué viste en este tiempo en el que te caíste del top 100?

-Hay una línea que es muy difícil. Del 100 al 180 depende de los resultados. Estando 150 o 200 se trata de ayudar todo lo que se pueda con interclubes y hacer malabares anuales para tratar de reducir costos, pero a la vez invertir con tu equipo de trabajo, que es dónde más se gasta, al igual que los vuelos. Los europeos tienen vuelos de 100 euros y una hora. Nosotros, una vez que vamos a Europa, no podemos volver, y son cuatro o cinco semanas de vivir con las mismas personas, y así se desgastan las relaciones. Desde lo económico te obligan a dar vueltas y agarrar el raquetero. La asociación de tenistas nueva que está proponiendo Novak Djokovic plantea eso, que el tenis es uno de los deportes más populares pero reparte mal el dinero. No existe que solo los 100 primeros del mundo pueden vivir de esto. Comparalo con el golf: nos pasa el trapo. 

-¿Algún año estuviste en rojo o llegaste a diciembre sin haber hecho diferencia?

-Sí, incluso me pasó teniendo sponsors. A los 18 firmé con un grupo de sponsorización. Yo jugaba futures y era todo pérdida, mi viejo estaba haciendo un esfuerzo muy grande. Nos animamos a firmarlo porque el contrato no decía que yo tenía que devolver el dinero. Pero claro, esos contratos no se pueden firmar por dos o tres años, sino por ocho, diez o 12, e incluso hay jugadores al día de hoy que están devolviendo ese dinero. En mi caso, duró hasta que yo cumplí 28 años.

-¿Hasta entonces se te complicaba?

-Ellos, por supuesto, me pudieron solventar. Pero cuando me metí entre los 100 y empecé a tener ingresos, yo me tenía que hacer cargo de gran parte de los gastos. El contrato tenía muchos grises. Había años en que estaba 80 en el mundo pero gastaba un montón. Era una cuenta un poco irreal. Si bien me permitía jugar al tenis, no te daba la tranquilidad de saber lo que estabas contando, que lo que ganaba iba a tu bolsillo. Y desde los 28 ya empecé mi carrera solo. Ahí no estaba top 100. Pero entre la familia y yo, podíamos manejar un poco la economía, saber qué podíamos pagar y qué no. Este año me está permitiendo no tener que escatimar en detalles que hacen la diferencia.

-¿No pensabas que los hombres que manejan las apuestas se te podían acercar?

-Lo pensé todas las veces que el tema salió a la luz, ‘Qué raro que nunca fui ofrecido yo’. Porque si bien deben hacer una detección de quién lo necesita, y en el circuito se sabía que yo tenía sponsor, los argentinos y los sudamericanos somos una presa más fácil porque económicamente nos cuesta mucho más. Yo nunca recibí nada ni directamente ni indirectamente. Nunca me faltó para viajar.

-¿Disfrutás cuando jugás? ¿Se puede?

-Mientras juego casi nunca disfruto, salvo dos o tres partidos perfectos que tuve, que te salen todas y estás super feliz, pero nunca un disfrute de como cuando comés algo rico o estás con amigos. Hace años me di cuenta de que, en el circuito, te dormiste un poquito y te pasan por arriba. Es poco el tiempo que se puede disfrutar. A veces son horas o días. Te llueven saludos, felicitaciones, gente que quiere entrevistarte y las redes sociales hablan de vos, pero si te quedas en los laureles del torneo anterior, en el siguiente perdiste.

-Sos un caso atípico para el tenis, un deporte individual: hablás mucho en plural, como en equipo.

-Siempre me vas a escuchar hablar del equipo. Yo jugué al fútbol y al básquet y extraño y envidio la competencia de equipos. Cada vez que armo mi equipo de trabajo, es lo primero que digo: la torta se divide en partes iguales, en el triunfo y en la derrota. El tenista no debe ser la parte principal del equipo.

AB

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