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La dosis del patriarcado que necesitamos

Kiosko letreros

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Gracias a la potencia del eclipse con ascendente en Urano retrógrado le pagaron articulex en inglés a través de un sistema supuestamente express que resultó ser al revés, o sea: trabado complicado nivel más fácil es coordinar un asado. 

La cosa arrancó con joven Raúl tomando el fresco que ofrecía vereda sancristobalina en caluroso día, no molestaba a nadie y menos de todas a las que se autogestionaban la espera solitas en organizada filita para entregar paquetes en el kiosco de joven Raúl que era a su vez punto de despacho de MercadoLibre, fotocopiadora, librería, locutorio y money transfer. Cazaba joven Raúl con cortauñas cutículas crecidas silvestres aborrecidas por costumbre cuando el horizonte se cubrió de pesadumbre con desagradable señora canora con ínfulas de lora y ser atendida sin demora pues nunca nadie no está corriendo en esta ciudad. Se produce entonces miraculoso evento: sin esperar la hace pasar a pesar de las que aguardan y revolean miradita inquieta de qué es esto qué pasa ¿lo puedo romper? Joven Raúl no está para la cosa vana, explicar boludez a la caravana, por qué pasó primero la estrella enana bla. Porque lo digo yo y san Seacabó.

De entrada, joven Raúl desconfía de la identidad de la recienvenida. No es para menos, foto de DNI presenta pitufo dos ranuras oscuras por ojos; la realidad, abundantes anteojos. Desacatada la descarriada canaliza a la Fallaci y se arranca con violencia tapabocas y lentes, desafiante sin razón del imperativo de controlación enunciado por joven Raúl de pronto arrepentido. Se escandaliza la gente ante el desacato, pide recato. Y que se cubra. De no creer la de locas que circulan en libertad por la Ciudad total normalidad. Qué país.

Superado este primer escollo, sobreviene en verdad la debacle: el nombre de quien recibe no coincide “en sistema” con el que declara la autoconvocada en su documento. Estira el cogote sobre el mostrador la susodicha para verificar con sus ojos de bicha que joven Raúl no la engaña y obvio que es todo como él dice: índice meticuloso en la pantalla muestra que altanera Ä ha transmutado en A cualquiera. Imposible continuar en estas condiciones con las gestiones. Hasta que “ellos” no subsanen el error, joven Raúl se confiesa imponente impotente. Se da cuenta entonces la solicitante descolocada de que el viaje habrá sido para nada, se abaja del caballo, le suplica desarmada en cuatro patas, por favor te pido usemos el común sentido: todo lo demás coincide. Joven Raúl fastidiado deja claro que las reglas son las reglas y para eso está él ahí: para hacerlas cumplir. Se retira del local la desquiciada gritando y amenazando con que lo que va a hacer con “ellos” es quejarse del servicio. En una palabra: escracharlo señora. 

Pasan días. Calmada y con la A solucionada, mansita buena vuelve a aparecer la loca a intentar cobrar el giro famoso. Se da la nariz contra coso de la persiana metálica, cerrado, a pesar de que según la web del local llegó en horario.

La tercera es la vencida gracias a la ENORME generosidad de joven Raúl (¡Raúl te queremos Raúl!) que de vuelta sorprendido en plena inspección de cutícula la ve llegar, le pregunta qué viene a buscar, le informa que “tema giros” los resuelven hasta las 16h. Van pasando dos minutos de las cuatro: se derrumba el mamarracho como fulminado por un rayo, incapaz de articular palabra de queja o solicitación. Al verla conturbada desparramada totalmente dominada a joven Raúl le sobreviene un como impulso de hacer algo y le consulta si es para mandar o recibir. Y entonces la reconoce, la recuerda. Le anuncia que va a hacer con ella gala de paciencia y pedagogía para que aprenda que hay que saber pedir de buena manera. Le agradece la descoyuntada desde el piso desarmada, manitos contra el pecho en virgencita del cohecho. Mientras espera a que la haga pasar, DNI en la mano para no tardar, se apersona otra señora con ínfulas de cobrar. Joven Raúl le grita desde el interior que no, por hoy “tema giros” terminó, volvé mañana. La mira a ella significando: qué cruz la gente y sus problemas. Y ella, desfallecido el corazón: Tenés razón, Raúl, tenés razón.

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