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Al final, no era tan así
Opinión

Milei redime el fantasma de la austeridad, que se creía muerto en Europa

Javier Milei, en el acto de su asunción en el Congreso

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El flamante presidente argentino no solo puede arrogarse ser la estrella fulgurante de la ultraderecha global, sino también -después del anuncio del ministro Luis Caputo-, el abanderado de la austeridad, una receta económica que hundió al mediterráneo europeo en una crisis terrible durante la década pasada, y que se creía muerta pero que siempre está lista para volver donde se animen a aplicarla.

De France 24 a BBC y de EFE a Financial Times, numerosos medios de la vieja Europa desempolvaron la expresión maldita, y volvieron a lucirla sin timidez en titulares y bajadas durante la última semana. Desde antes de la pandemia de Covid-19 que no se tenía noticias en esta escala del eslogan más amable que encontró el establishment para las políticas de recorte del gasto social, congelamiento de los salarios, y privatizaciones, entre otras medidas cuyo espíritu compartido es el de empobrecer a las clases medias y bajas. 

Grecia y España fueron los mejores exponentes de aquellos años en que la “Troika” (compuesta por el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea) era la encargada de marcar la hoja de ruta de los planes de austeridad en Occidente. En ambos países se incrementó el IVA (un impuesto que abarca desde la alimentación al transporte y la comunicación), recortó el empleo público, privatizó empresas públicas, disminuyó las partidas para las universidades, y redujo las jubilaciones. El mismo trago amargo que anunció el gobierno libertario. 

Al margen del cuadro técnico, las similitudes narrativas entre aquellos planes y los de Milei son de tal calibre que los amantes del club Bilderberg se podrían hacer un festín de especulaciones. Para justificar la necesidad del primer plan de austeridad, el primer ministro griego, George Papandreou, encargado de aplicarlo, había dicho: “La elección es entre salvación o colapso”; y consciente de la cicuta que ofrecía afirmó que “un programa sin precedentes” conllevaría unos “esfuerzos sin precedentes”. 

La misma retórica era de uso diario en el gobierno español de aquellos años, liderado por el Partido Popular. Las medidas son “necesarias e inaplazables”; “no son ni sencillas, ni fáciles ni populares”; se le está pidiendo a la gente “esfuerzos adicionales y sacrificios importantes para entre todos sacar adelante el país”. Acaso, y solo para rebatir las teorías conspirativas, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría había precisado que el programa se había aplicado con criterios de “máxima justicia y equidad”. Dos palabras que en el léxico de Milei equivalen al mismo demonio. 

Otra similitud aparece, sin embargo, en el plano de las medidas. En el 2014, dos años después de que el gobierno español hubiera lanzado el plan de austeridad, se aprobó una ley denominada popularmente como “Ley Mordaza”, que le daba al ejecutivo un abanico de herramientas para impedir o, llegado el caso, reprimir la protesta: desde el aumento de las multas por manifestarse sin permiso y  provocar altercados a la prohibición de filmar las actuaciones policiales. “Se institucionaliza la represión y se da una vuelta de tuerca para atemorizar a los ciudadanos en un Estado policial”, había dicho la oposición en aquel momento sobre una ley que, en el plano local, se asemeja al protocolo que anunció Bullrich días atrás con su predilecto estilo dictatorial. 

No haría falta indagar mucho en las consecuencias de aquellas políticas de austeridad en España y Grecia. En Argentina se conocen de sobra los efectos de los ajustes económicos, aunque gran parte de la sociedad esté dispuesta a volver a sufrirlos, o que muchos integrantes de la generación centennial prefieran comprobarlos de forma empírica y no a través de las páginas de un libro o el relato de un padre o una abuela.

Como prueba del desastre, vale solo con mencionar que el PBI de Grecia sigue siendo más de un 15 por ciento menor que en el 2008 (antes de que se desatara la crisis y sus consiguientes “soluciones”), y que España cuenta con el desempleo juvenil más alto de entre todos los países que integran la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Un honor que Argentina podría disputarle a la nación ibérica si el plan motosierra se profundiza y las gestiones de la ministra Mondino son exitosas para que nuestro país logre unirse al club. 

La austeridad y su revival europeo 

Aunque el anuncio de Milei es el que vuelve a darle el brillo perdido a la “austeridad”, Europa atraviesa días en los que la receta indigerible parece volver al ruedo también en ese continente. 

Esta semana, la Confederación Europea de Sindicatos se manifestó en Bruselas (Sede de la Comisión Europea, exTroika), para protestar contra un recorte de 45 mil millones de euros previsto para el 2024, según estimaciones de la propia organización sindica respecto del borrador de propuesta de la reforma de las reglas fiscales de la Unión Europea. 

Esos planes de austeridad podrían reforzarse si en las elecciones parlamentarias del año que viene, los aliados conservadores de Milei en Europa reúnen la cantidad de votos necesarios para hacerse con el control de la Comisión, el órgano político del bloque. 

Aunque el presidente libertario parece muy determinado a avanzar con el ajuste, un contexto global favorable a la austeridad no sería nada desdeñable, y le vendría como anillo al dedo para calmar ese lamento recurrente de la derecha argentina: ¡Estamos aislados del mundo!

AF

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