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Opinión

Del Potomac al Plata es el gasto, estúpido

Alfredo Grieco y Bavio Panorama de las Américas rojo

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Todo lo demás será diferente, pero hoy el parecido de Joe Biden con Cristina Kirchner encandila. Una misma pasión por las multitudes alienta los ímpetus y aguijonea las indignaciones más virulentas del presidente norteamericano dos veces vicepresidente y la ex presidenta argentina dos veces presidenta. Cómo es posible, claman a los cielos el demócrata y la peronista, que a alguien le importe la enormidad del déficit cuando es inmensa la deuda social que a sus gobiernos les queda por pagar. La legitimidad de sus partidos (y la ilegitimidad de los contrarios) proviene de saber priorizar ese pago a cualquier otra cuestión, y a dedicar a la persuasión de su necesidad a quienes deben decidirlo, de inmediato, sin perder el tiempo que es la bolsa y la vida. El abismo entre la capital septentrional sobre el río Potomac y la meridional sobre el Plata abre su grieta en el buen juicio, o no, que mueve la energía de la obsesión. Si en la Argentina faltan el dinero y el crédito para el gasto social, su necesidad y beneficio parecen resistir el escepticismo; en EEUU, en cambio, la oportunidad y conveniencia actuales de votar la ley que autorice el gasto de 3,5 billones de dólares ambicionado por la Casa Blanca es el aguijón de dudas y reparos del partido republicano y aun del demócrata en el Capitolio.  

De las virtudes del actual presidente de EEUU, el mundo sólo conoció los vicios. El regreso al dialogismo, al multilateralismo internacional, a los DDHH, a la empatía con los sufrimientos de un mundo que dejaban frío o burlón al anterior inquilino de la Casa Blanca -un republicano desalojado por los colegios electorales que frustraron su reelección-, integran la teoría que Joe Biden dice que es eje y red de sus ideas y creencias, y guía de sus acciones. Si no repitiera esta orientación teórica, quedaría en el misterio, porque jamás podríamos inferirla de su práctica. La glacial inhumanidad despectiva desplegada desde el lunes para reprimir a miles de migrantes de Haití en la frontera con México es un útil ejemplo modelo, edificante sobre qué esperar en los hechos de la administración demócrata en el poder, y de su titular. El trato bárbaro y cruel infligido a la migración haitiana que por millares había cruzado desesperada y semidesnuda a Texas fue presentado por las vocerías del Ejecutivo norteamericano como un desmadre atípico, y que no se volverá a repetir, de fuerzas federales desposeídas del presupuesto que se merecen, ante una grave, súbita emergencia imprevista pero localizada y ahora bajo control. El descontrolado caudal de las consecuencias nacionales e internacionales en curso ya desmintió el mensaje de restablecimiento, siquiera local, del imperio de la ley y el orden. 

El día de la asunción de Biden, tanto en sus discursos y declaraciones como en los versículos de resonancias góspel del poema celebratorio compuesto para esa fecha por la Joven Poetisa Laureada de EEUU, la afroamericana Amanda Gorman, la palabra más mántrica fue ‘unidad’. El católico Biden, tartamudo pero gárrulo, saludó la aurora que llegaba por su intermedio, el fin de la noche del fascismo xenófobo que en las fronteras “había desunido familias”. Nunca el republicano tantas en un día, y de un modo que hay que temer más irreparable, como el demócrata en los de esta semana. En la frontera sur, las deportaciones y expulsiones y confinamientos ya son más que en el mandato del anterior presidente. La unidad había sido también, durante años si no décadas, victorioso mantra del peronismo argentino: un movimiento que hasta los últimos días del invierno de 2021, en las elecciones primarias, nunca había sido derrotado en las urnas si había sabido antes evitar con digestiva prudencia las divisiones intestinas. Aparentemente, tanto en el Potomac como en el Plata, es el gasto, no la unión, lo que hace la fuerza.

La velocidad inicial de Joe Biden para discriminar cuáles males políticos, sociales y sanitarios combatir y para fijarles plazos perentorios a victorias nobles y progresistas le había comprado tiempo. Nadie imaginó que meses después sería difícil señalar resultados muy directos brotados del recitado de obediencias éticas y legales abjuradas por su predecesor el republicano Donald Trump pero que volverían a ser urgentemente las suyas y las de su administración compuesta por profesionales del poder. Ese despliegue del espectáculo de firmeza y determinación personales de un líder demócrata que concluirá octogenario su mandato se tradujo, ocho meses y medio después de instalarse en la Casa Blanca, en sangrientos descuidos lesivos aun para el provecho egoísta de su país y en la flagrancia en el incumplimiento de plazos percibidos como irrealizables desde su anuncio. 

Es por eso que aprendemos cuáles anuncios son a prueba de descreídos. Como el de reabrir Guantánamo como centro de detención ante el aumento de migrantes y solicitantes de asilo en la frontera sur. La oficina del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) está convocando a licitaciones para contratistas privados para administrar el Centro de Operaciones para Migrantes en la base naval que EEUU conserva en la bahía de Guantánamo en la Cuba por el tratado de 1898 que aseguró la independencia cubana del imperio español y eternizó la presencia norteamericana en la isla. Este 'hotel de inmigrantes' está cerca de los complejos penitenciarios que albergan a los 39 detenidos restantes de la Guerra contra el Terror (islamista) que Biden dio por sumariamente terminadas, ganadas y reencauzadas con el retiro unilateral y nocturno de las tropas de Bagram, última base militar de EEUU en Afganistán, y con la conmemoración que el 11 de septiembre cerró dos décadas cumplidas desde el ataque de 2001 contra las Torres Gemelas en Nueva York. El centro de detención de migrantes entró en funcionamiento por primera vez en 1991 y estaba destinado a albergar a solicitantes de asilo. Se utilizó para detener a unos 34 mil migrantes de Cuba y aproximadamente el mismo número de Haití hasta que la administración Obama ordenó cerrarlo. No se ha utilizado para migrantes desde 2017.

Encontramos, reunidos, en el abusivo episodio de las compulsivas deportaciones masivas y aerotransportadas haitianas, rasgos que ya habían caracterizado decisiones ejecutivas anteriores del presidente demócrata. El pragmatismo dogmático de Biden, egoísta sin por ello ser racional, falta de prejuicios que se nutre de la falta de escrúpulos, impaciencia por presentar misiones cumplidas a un electorado ya por demás descreído o distraído de ellas, aislacionismo desinteresado de todos los países extranjeros inidóneos para procurarle pronto dinero y seguridad a Washington, o al menos algún vistoso perjuicio a Beijing, cicatería extrema en toda erogación que mezquine centavos a los billones o trillones de dólares que busca gastar en pro de la sociedad norteamericana que quiere volver opulenta.  

AGB

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