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Salud menstrual/ Opinión
Efeméride para la menstruación

A pesar de ser sustancialmente más pobres, las mujeres tenemos un consumo obligado extra.

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Desde el 2013, -como cada 28 de Mayo- se conmemora “El Día Internacional de la Higiene Menstrual”, como jornada destinada a la reflexión y al diseño e implementación de estrategias, para convertir la experiencia menstrual, en visible e igualitaria. 

Si bien es una reducción, ya que la duración y características para cada persona menstruante difieren, esta fecha se eligió con el objetivo de ilustrar algunos aspectos promedio que tiene el ciclo: sucede cada 28 días y dura 5 días (28/5). 

La denominación del “Día Mundial de la Higiene Menstrual” no está libre de controversias. Cuando los conceptos “menstruación” e “higiene” se emparentan tan cercanamente, aparece la figura del oxímoron (como gigante mitológico) para indicarnos que, entonces, somos sucias. Esta idea no parece embanderar -con cordura- la lucha para derribar el estigma. De todas maneras, como movimiento de mujeres siempre nos las ingeniamos para transformar las fechas, ampliarlas, trascender sus títulos y presentar en agenda pública una serie de acciones -definitivamente-  desmanteladoras de tabú.

Según el Diccionario etimológico de la Lengua española de Guido Gómez de Silva, la palabra “tabú” deriva de la voz polinesia “tapu”, referida a lo peligroso y sobrenatural. Los fenómenos tabú son tan amenazantes, que se prohíbe pronunciarlos. O sea que el tabú es el concepto padre de los eufemismos. No podemos negar que uno de los tabúes más fuertemente incorporado a nuestra cultura es el de la menstruación; de ahí los cientos de eufemismos que se utilizan para mencionarla (sólo tangencialmente y cuando es verdaderamente ineludible). 

Este tabú consolidado y vigoroso, tiene impacto directo en el trabajo, la educación y la salud de las personas que menstruamos, dimensiones del orden de los Derechos Humanos

Cuando el mandato social señala que nuestros cuerpos tienen que esforzarse para hacer desaparecer hasta su mínimo rastro a expensas de uso de productos costosos y -muchas veces- físicamente inaccesibles, la menstruación se configura como causa de ausentismo escolar y laboral. En consonancia con la pretensión cultural de abolir las señales del sangrado, menstruar tiene una carga económica. 

La obtención de datos claros sobre el costo por menstruar, no es tarea sencilla. Esto se debe principalmente al oscurantismo sobre el tema, que implica, aun hoy, silencio en el campo científico. No es sino desde hace muy pocos años, que comenzaron a construirse estudios (muchos de ellos informales) para elaborar datos concretos. Existen espacios vacantes para enrobustecer la evidencia acerca de la composición de los productos de gestión menstrual, su impacto a nivel salud, medioambiental-ecológico y económico. Sin embargo, sí contamos con exceso de evidencia para insistir con que la brecha salarial entre hombres y mujeres es del 33 porciento y que la desocupación, el empleo informal, la pobreza y (su extremo) la indigencia, son campos feminizados. Dicho de otra forma: sobran certezas para afirmar que, pesar de ser sustancialmente más pobres, las mujeres tenemos un consumo obligado extra.

Una vez más, el reclamo por la quita del IVA y la distribución gratuita de elementos de gestión menstrual en sectores comunitarios específicos, como centros educativos, por considerarlos artículos de primera necesidad, está presente. A este reclamo se le suma la necesidad de incorporar la menstruación en todas sus dimensiones, dentro de la Educación Sexual Integral. Democratizar el conocimiento (el autoconocimiento de las biomujeres) sobre una gestión integral saludable de la menstruación y garantizar acceso a estos productos necesarios, constituyen los pilares de un derecho fundamental.

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